"Una Noche Antes del Amanecer".

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El sol se deslizaba lentamente hacia el horizonte, tiñendo los cielos de Konoha con tonos anaranjados y rosados. Akira Uchiha caminaba tranquilamente por las calles de la aldea, sintiendo el viento cálido del atardecer en su rostro. Mañana tendría una misión importante, una que no dejaba de rondar en su mente. Sin embargo, esa noche no pensaba en planes de batalla ni en estrategias. Esa noche solo quería estar con Tsunade.

Al llegar a la entrada de la mansión Senju de Tsunade, Akira tocó suavemente la puerta. Antes de que pudiera golpear por segunda vez, la puerta se abrió, revelando a la sannin con una ligera sonrisa en su rostro, algo raro en ella. Vestía una bata ligera, relajada como pocas veces se la veía, y sus ojos destellaban con algo más que la habitual seriedad.

—Pensé que no vendrías —dijo Tsunade, dando un paso atrás para dejarla entrar.

—Sabes que no me perdería una noche contigo, Tsunade —respondió Akira con una leve sonrisa antes de cerrar la puerta tras ella.

La casa estaba tranquila, iluminada tenuemente por las velas que Tsunade había encendido, creando un ambiente íntimo y acogedor. El aroma del té recién preparado llenaba el aire, pero lo que realmente le importaba a Akira era la presencia cálida de Tsunade, quien se acercó a ella con una taza en mano.

Se sentaron juntas en el tatami, bebiendo en silencio por unos momentos, hasta que Tsunade rompió el silencio.

—¿Estás segura de que quieres ir mañana? —preguntó Tsunade, su tono grave, casi lleno de preocupación.

Akira asintió, pero su mirada se suavizó al ver la preocupación en el rostro de la mujer que amaba. —Es mi deber. Siempre lo ha sido —respondió con calma—. Pero no quiero hablar de eso ahora. Quiero disfrutar esta noche contigo.

Tsunade dejó escapar un suspiro, sabiendo que no podría hacer que Akira cambiara de opinión. Pero tampoco quería que esa noche se viera empañada por la ansiedad del mañana. Se acercó a Akira y la tomó de la mano, entrelazando sus dedos con los suyos.

—Sabes que te odio por ser tan valiente, ¿verdad? —murmuró Tsunade con una leve sonrisa, pero sus ojos revelaban una mezcla de amor y miedo.

Akira rió suavemente, acercándose un poco más hasta que sus cuerpos casi se tocaban. —Y yo te amo por odiarme —respondió, apoyando su frente contra la de Tsunade.

El silencio volvió a caer entre ellas, pero esta vez no era incómodo. Era el tipo de silencio que solo compartían dos personas que se entendían sin necesidad de palabras. Akira podía sentir el pulso firme de Tsunade bajo su palma, y ese simple contacto la llenaba de paz.

Más tarde, ya entrada la noche, Akira y Tsunade se recostaron en la cama de la sannin, una al lado de la otra. Tsunade, normalmente tan fuerte y distante, había dejado caer sus defensas por completo, acurrucándose contra Akira, buscando consuelo en su presencia. Akira la abrazó con suavidad, sosteniéndola como si quisiera que ese momento durara para siempre.

—¿Qué harías si no regreso? —preguntó Akira en un susurro, su voz apenas audible en la quietud de la habitación.

Tsunade cerró los ojos con fuerza, negándose a responder por unos momentos, pero al final susurró: —Sobreviviré... pero será difícil.

Akira se inclinó hacia ella y le dio un suave beso en la frente, un gesto lleno de ternura y promesas silenciosas. —Entonces, sobrevive por mí, ¿sí?

Las palabras se quedaron flotando en el aire, pero antes de que el ambiente se volviera demasiado sombrío, Tsunade se movió ligeramente, y la atrapó en un abrazo más firme, enterrando su rostro en el cuello de Akira.

—Tonta. No vas a morir. No te lo permitiré —murmuró con una mezcla de terquedad y tristeza.

Akira sonrió, aunque sus ojos mostraban algo más profundo, algo que ella misma no podía definir del todo. Sabía que Tsunade tenía razón, que debía aferrarse a la vida, no solo por ella misma, sino por las personas que la amaban. Pero en ese momento, todo lo que quería era perderse en la calidez del cuerpo de Tsunade, en el aroma de su cabello, en el sonido suave de su respiración.

Aquella noche, durmieron juntas, abrazadas como si fueran una sola. No hubo palabras de despedida, ni promesas vacías. Solo el confort silencioso de estar en los brazos de la persona amada, un refugio temporal antes de enfrentar lo desconocido.

El amanecer trajo consigo un nuevo día, y con él, la misión que cambiaría todo. Pero en la quietud de esa última noche, Akira encontró paz en los brazos de Tsunade, y Tsunade, por un breve momento, pudo olvidar el peso de la incertidumbre y disfrutar de lo que compartían.

"Regresa a mí"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora