Esther ¿Por qué ese nombre le sonaba de algo? Esther... lo había escuchado y sin embargo la imagen de la persona se le resistía. En todo caso ¿importaba? No quería dejar correr su imaginación aunque su cuerpo ya había empezado a reaccionar, de manera inquieta se levantó de la silla de la mesa de juntas y se acercó al teléfono de un paso.
— Hola, Carmen, ¿cómo va todo? — preguntó rápidamente.
— Doña Marta... bien, eh, algo de jaleo pero todo bien... ¿necesita algo?— el tono preocupado de su empleada le indicó que tenía que controlar más su voz si no quería que fuera evidente su agitación.
Trató de relajarse antes de contestar. Respiró profundamente sentándose en el sillón de cuero detrás de su escritorio.
— Solo llamaba para que mandaras a Fina a mi despacho, necesito que pase por los formatos del inventario.— eso estaba mejor, estaba segura que había hablado clara y tranquilamente.
— En un momento va para allá— repuso la sevillana en su tono alegre de siempre.
Bien. Tenía un momento para pensar en qué iba a decirle a Fina una vez que llegara. Quizá podría alargar un poco la charla del inventario ¿y luego qué? "Fina, he escuchado en la trastienda que le contabas a Carmen que una tal Esther vendrá a verte. ¿Se puede saber quién es?". Resopló con impotencia llevándose los dedos al puente de la nariz. El esfuerzo de bloquear anticipadamente una reacción a la que no tenía ningún derecho hizo que la sangre le hirviera.
Los golpes en la puerta anunciaban a Rosa.
— Fina Valero está aquí, doña Marta.— dijo su secretaria haciéndole salir de sus pensamientos.
Se levantó de un brinco al ver a su empleada entrar en el despacho.
— Gracias, Rosa, puedes cerrar la puerta.
Como siempre, Fina llevaba su uniforme de manera impecable, ceñido de la cintura y con la falda lápiz marcando la curva de sus caderas mientras que el moño perfecto de la blusa enmarcaba el pecho que en repetidas ocasiones era foco de su atención. Parpadeó para no dejarse llevar por la visión de su figura.
— Buenos días Doña Marta.— le saludó jovialmente.
Aquella sonrisa lejos de alegrarle el día, se lo arruinaba ¿por qué estaba tan contenta?. Reuniendo toda su entereza hizo una pausa antes de hablar con toda la amabilidad de la que era capaz en ese momento.
— Buenos días Fina, quería darte las hojas del inventario para que puedan llenarlas. Y también— pensó en un destello de improvisación—. Quería pedirte que mañana me ayudes con unos pedidos, si no te importa— la excusa perfecta para sacarle algo de información hizo que la sonrisa de la joven flaqueara.
— ¿Mañana? Es mi día de descanso...— repuso lentamente.
— Ya lo sé pero he pensado en lo eficiente que eres y si tú ayudas acabaremos antes, ya te repondré el día de descanso cuando tú quieras— la sonrisa que le dirigió a su empleada fue recibida con no más que una mueca—. ¿Pasa algo?
— Lo siento, doña Marta, es que ya tenía planes para mañana— dijo pausadamente tanteando la reacción de su jefa.
— Oh, ya veo, ¿algo con tu padre?— fingir entre preguntas que no sabía nada era el mejor recurso con el que contaba.
— No. Es una amiga que se fue a trabajar a Paris, pasará unos días en Toledo y quería verme. Ya la conoce, trabajó aquí un tiempo, se llama Esther González.
¡Claro, Esther! la empleada de almacén con la que siempre veía a Fina ir a almorzar, y más de una vez las veía caminando tomadas del brazo por la colonia, riendo juntas y siendo inseparables. Ponerle rostro al nombre no la tranquilizaba en lo absoluto, pues ahora veía en ciertos gestos una evidente complicidad que le resultaba dolorosa. La imagen de las dos y de su relación clandestina le cayó como una loza en el estómago. Y ahora regresaba a por Fina, para reanudar un romance que terminó desde el momento en que renunció a De la Reina para irse a Paris. Todo empezaba a encajar.

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Marta y Fina
RomanceEn esta historia trataré de recrear momentos de Marta y Fina que no mostraron en la serie pero que, siguiendo la naturaleza de su relación, pudieron haber pasado. Tratare de contar todo desde la perspectiva de Marta aunque puede que en algún momento...