Carta

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Los días en Toledo habían estado caracterizados por un clima precioso, poco a poco el invierno estaba dando paso a la primavera y el cielo despejado hacía aparecer de la tierra los primeros brotes de hierba. Las mañanas aún eran frescas y las noches frías, pero Marta se alegraba de que las tardes comenzaran a tener un halo de calidez que empataba con su estado de ánimo.

Solía comenzar el día desde muy temprano para zanjar asuntos de oficina y luego pasarse por la tienda y quedarse ahí más tiempo del que en realidad hacía falta, no era necesario dar muchas explicaciones, con lo bien que se le daba supervisar que todo estaba bien tenía el pretexto perfecto. Conforme la convivencia se hacía más asidua, la cercanía de jefa-empleadas iba teniendo una connotación más personal; aunque en realidad esto era así solo con Fina Valero, que pese a que había sido blanco de la mayoría de sus regaños y castigos, empezaba a simpatizar con doña Marta quien había corrido con la suerte de quedarse a solas con su empleada en varias ocasiones por "casualidad " mientras Carmen y Claudia cumplían otras cosas menos urgentes que atender la tienda. Carmen había hecho el papel perfecto como modelo de la nueva campaña y la jefa aprovechaba esto para decirle que podría tomarse ciertos permisos de descanso o que podría ir a surtir la trastienda con ayuda de Claudia. Como a Fina no parecía importarle quedarse como única dependienta en la tienda, Marta se desentendía de la preocupación de cargarle demasiado la mano y se repetía que esas ocasiones solo podrían ser mientras aún no se lanzara al público la campaña de Anhelos de mujer ya que pronto se verían rebasadas por clientas y pedidos... o al menos eso esperaba.

Con frecuencia, pese a su creciente cercanía con Fina, Marta sentía un nudo en el pecho, fruto de su anterior comportamiento. Constantemente se repetía que debía hacer algo para deshacerlo antes de que creciera o pasara más tiempo, y las disculpas se volvieran inapropiadas. Quizá a Fina ya no le importara, pero disculparse por haberse comportado como un ogro con ella era una de sus principales prioridades.

—Fina... me gustaría aprovechar que estamos solas para pedirte disculpas. Sé que en las últimas semanas no he sido la más amable contigo —admitió, mirándola directamente a los ojos, rezando para que no se notara su nerviosismo.

—No se preocupe... —respondió la joven, titubeante, sorprendida por una disculpa tan genuina como inesperada.

—He estado reflexionando, y me doy cuenta de que no he sido justa contigo. No debí mandarte al almacén —dijo Marta mientras la muchacha la miraba con gratitud, esbozando una leve sonrisa.

—Gracias, doña Marta. No se apure, eso ya pasó. Ahora estoy aquí —contestó Fina, restándole importancia al asunto con serenidad.

Deseando que ese momento nunca acabara, se acercó más a Fina; las palpitaciones bruscas y persistentes eran ya de hecho tan comunes que había aprendido a manejarlas cuando tenía de cerca a su empleada. Le comenzó a tender las botellas de perfume para que las pudiera acomodar en las estanterías. Ayudar a una empleada en sus tareas cotidianas no era una actividad que hiciera frecuentemente, mucho menos siendo consciente de que era directiva y podría estar ocupando su tiempo en cosas más importantes, pero la mañana era tranquila y la fortuna de entablar una conversación amigable con Fina no era algo para despreciarse.

— ¿Cómo ha estado Isidro? — preguntó a fin de cambiar de tema y recordando que últimamente el padre de Fina había estado delicado de salud. Una mueca de lo que parecía dolor se asomó por el rostro de la joven y suspiró casi inaudiblemente.

— Está bien, aunque creo que me dice que está mejor de lo que en realidad está, es el corazón.

— No te preocupes, seguramente se recuperará, además sabes que mi padre no lo dejará solo— Marta sabía perfectamente que la relación que tenía su padre con Isidro rebasaba lo estrictamente profesional, tanto que hasta quien no los conociera podría decir al verlos que eran un par de viejos amigos antes que jefe y empleado. Tocó ligeramente el brazo de Fina para apaciguar el temor que se le percibía.

Marta y Fina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora