Starboy [M.V]

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Pov Jess

Siento una alarma insistente y estiro el brazo para apagarla, pero en vez de eso, mi mano toca algo duro. Intento apagarla sin éxito y, cuando ya estaba a punto de rendirme, algo se mueve a mi lado.

—Mmm, maldita alarma, ¿cómo se apaga? —murmura una voz ronca llena de pereza.

Me sobresalto al darme cuenta de que no estoy sola en la habitación, y me giro rápidamente en la cama para ver quién está a mi lado.

—¿Max?! —susurro, casi gritando. Me asusté al verlo tan cerca en la cama. —¿Qué haces aquí?

Me levanto de un brinco, pero el cuarto comienza a girar. Con dificultad, me pongo de pie y agarro la sábana para cubrirme.

—¿Jess? —pregunta, mientras se sienta en la cama sin preocuparse por el desorden. Sus abdominales perfectos están a la vista, pero al darme cuenta de que estamos completamente desnudos, me giro rápidamente.

—¿No te acuerdas de nada, Jess? ¿Cómo llegamos a esta habitación ayer? —me mira fijamente, con una mezcla de curiosidad y preocupación.

Lo miro incrédula por su pregunta.

—¿Crees que si recordara lo estaría preguntando? —respondo, rodando los ojos con fastidio.

—Lo siento, fue una tontería de mi parte —dice bostezando mientras se pone los calzoncillos.

—Creo que ambos bebimos demasiado en la fiesta y terminamos aquí juntos. No recuerdo mucho, solo que estabas muy animada —me dice, alzando una ceja con una sonrisa burlona.

—¡Claro que estaba animada, estaba borracha! No sabía lo que hacía. —exclamo, nerviosa. —Por favor, dime que no nos acostamos. No puedo empezar la temporada y ya haberme acostado con uno de ustedes, ¡en Ferrari me matarán!

Empiezo a hiperventilar, imaginando cómo todos en la escudería me despedirán.

No me doy cuenta de cuando Max se levanta y se acerca a mí, tomando mi hombro para calmarme.

—Mírame, Jess —dice, sujetándome con ternura. —Nadie tiene por qué enterarse de esto, ¿vale? Yo no diré nada, y tú actúa como si no hubiera pasado. Así que tranquilízate.

—¿Y los chicos? ¿Y si los periodistas nos vieron en el club? Estoy segura de que armamos un gran escándalo ayer —digo, temblando.

Ya poco me importa que estemos en esta conversación semi desnudos; ya me ha visto todo, así que la vergüenza se ha ido.

Max me mira con su clásica mezcla de intriga y consuelo. En sus ojos azules brillan curiosidad y duda.

—Los chicos no dirán nada, de eso estoy seguro. Son entrometidos, pero saben guardar secretos cuando se trata de protegernos.

—Y en cuanto a lo otro, no tenemos por qué decir nada. Tú ignóralos y, si hacen una pregunta incómoda, dímelo y mi equipo de prensa se encargará.

Su forma de consolarme me hace sentir un poco más tranquila. Le doy un pequeño abrazo, sorprendiéndolo, pero no se aparta. Aprovecho para sentir su calor y su aroma, lo que me hace recordar un poco lo que pasó ayer.

Un par de risas, besos, sus manos en mi cuerpo y gemidos compartidos.

—Gracias, Max. Disculpa si te molesté con mis miedos —digo, separándome lentamente y sonriéndole.

—No tienes por qué disculparte, Jess. Ayer yo también bebí demasiado y perdí el control. Me gustaría decir que me arrepiento, pero no es así. ¿Y tú, te arrepientes?