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Dos meses después.

—Lindo —dijo la mujer, viendo con agrado la espaciosa habitación.

Gemini encogió los hombros, lanzando una mirada desinteresada al cuarto. París, Milán, Londres, ahora Nueva York... Llegaba un punto en que todos los lujosos hoteles empezaban a verse iguales.

Se quitó la corbata sin apuro.

—Déjame a mí —dijo con una sonrisa coqueta, empujando sus manos y empezando a desabotonarle la camisa.

Gemini dejó que sus ojos siguieran las curvas de su cuerpo semidesnudo, tratando de despertar algún interés por ella. Debería estar más que interesado. Había pasado un tiempo desde que
tomó una mujer. Casi medio año. Para él, era algo inaudito. Para él, era impensado permanecer monógamo por una semana, ni que decir de medio año. Lo más curioso, es que nadie lo obligó a mantenerse monógamo. Fourth lo conocía demasiado como para pedirlo en voz alta, aunque sus ojos contaran una historia distinta. El chico había estado cada vez más afectuoso y necesitado, recibiéndolo con una brillante sonrisa cada vez que Gemini regresaba a Londres entre viajes.

Este fue el último viaje que habría emprendido en representación de Fourth. Le había llevado casi dos meses lidiar con el desastre que Jirochitkul había dejado tras de sí, pero ahora había terminado. No tenía motivos para seguir regresando a Londres.

—¿Te estoy aburriendo? —dijo la mujer con un puchero juguetón, rozando los dedos en su entrepierna a través de los pantalones. Su acento americano le resultaba extraño luego de meses escuchando uno británico.

—No soy un adolescente, cariño —dijo Gemini —. No me voy a desesperar sólo por ver a una mujer medio desnuda, sin importar lo hermosa que sea—. Decididamente evitó pensar en el hecho de que no tenía problemas para ponerse duro con sólo mirar la curva de los labios, de cierto chico inglés.

Una sensación incómoda se instaló en la boca de su estómago. Irritado, Gemini la acercó y la besó con rudeza, haciendo un esfuerzo consciente para enfocarse en la suavidad de sus labios y de sus pechos. Pero la forma de sus labios estaba completamente mal, su boca no era
suficientemente dulce, y su pelo era demasiado ondulado y no lo suficientemente suave...

Gemini rompió el beso y le dio la espalda.

—Cambié de opinión. Vete —Sus palabras sonaron cortantes y cargadas de ira, y no lo sorprendió cuando ella se fue sin decir nada.

Tan pronto como la puerta se cerró tras ella, Gemini se quitó la camisa, la enroscó en su puño y la arrojó cruzando la habitación. Carajo.

Hasta aquí llegó su intento por demostrar que no estaba obsesionado con Fourth Nattawat.

Muy bien, estaba obsesionado.

Más que obsesionado.

Soltando un suspiro, Gemini se sentó en la cama y pasó una mano por su rostro.

Tenía treinta y dos años. No exactamente una edad como para revolcarse en la negación. Quizás ya era hora de llamar "espada" a una "espada", sin importar cuán inconveniente fuera
la verdad.

Y la verdad era, que sólo quería a su chico inglés de cabello lacio y ojos cafés. Quería poseerlo. Quería quedárselo. Carajos, lo retendría en un bolsillo si pudiera hacerlo, para tener acceso 24/7 a él. Quería poder enterrar su cara en los suaves mechones de Fourth y chupar marcas sobre su piel cuando se le antojara. Quería tener derecho a hacerlo.

La pregunta era, si debía hacer algo al respecto.

Gemini no estaba acostumbrado a negarse nada, siendo el alcohol y las drogas las únicas excepciones.

Just a Bit RuthlessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora