𝘛𝘰 𝘮𝘺 𝗳𝗿𝗶𝘀𝘁 𐙚 𝑱𝒂𝒆𝒚𝒐𝒏𝒈

Capítulo 11

Fue ahí donde comprendí, tal vez, lo que había estado buscando durante tanto tiempo: las razones detrás del caos en mi vida. Quizá mi madre había visto la misma escena que yo, quizás, en algún momento del pasado, se encontró con la verdad que yo acababa de descubrir. Y tal vez, solo tal vez, fue eso lo que detonó el infierno que estábamos viviendo.

No es que intentara justificar lo que había hecho mi madre, ni el monstruo en el que se había convertido. Pero esa imagen de mi padre, con su nueva familia, sonriendo como si nuestra existencia nunca hubiera importado, me ayudó a entender algo que hasta entonces no había querido aceptar. A lo mejor, al verlos juntos, al enfrentarse a la evidencia de que nos había abandonado para crear una nueva vida, mi madre simplemente... se rompió.

Porque en ese momento, cuando vi a mi padre con esa mujer y su hijo, sentí algo dentro de mí romperse también. Y si yo, a pesar de todo lo que había pasado, aún mantenía algo de entereza, ¿cómo podía culparla por haberse dejado caer en el abismo?

Mi madre había quedado atrapada en el momento en que lo perdió todo. Se aferró al dolor, a las pastillas, a la desesperación. Y, de alguna manera, había arrastrado a Sungchan, Sion y a mí con ella. Era como si el dolor hubiera sido un veneno que no solo la destruyó a ella, sino que se filtró por las grietas de nuestra familia, consumiendo todo a su paso.

Había pasado mucho tiempo odiando a mi madre por lo que se había convertido, por todo lo que me había dicho, por todo lo que me había hecho sentir. Pero ahora, con esa nueva visión de la traición que ambos habíamos sufrido, me di cuenta de que su dolor no era tan diferente del mío. Ella simplemente no había podido seguir adelante. Y tal vez, tampoco estaba segura de si yo lo lograría.

A partir de ese día, entendí que ambos habíamos sido víctimas de la misma traición, de la misma mentira. Mi madre lo había enfrentado antes que yo, pero no lo había superado. Y mientras la observaba caer en ese abismo, me preguntaba si yo también estaba destinado a seguir sus pasos.

Las semanas que siguieron a esa revelación fueron... extrañas. Era como si una parte de mí quisiera entender a mi madre, perdonarla incluso, mientras la otra parte seguía llena de resentimiento. Porque aunque sabía lo que había detonado su caída, eso no borraba el daño que me había hecho a mí, a mis hermanos. No podía olvidar las palabras que me había gritado, las veces que me había mirado con odio. Saber la verdad no quitaba el dolor, solo lo hacía más complejo.

Y, sin embargo, no podía evitar pensar en lo que habría pasado si nunca hubiera visto a mi padre ese día. Si me hubiera quedado en la oscuridad, culpando a mi madre por todo, sin saber la verdadera raíz de su sufrimiento. ¿Me habría roto de la misma manera que ella? ¿Habría terminado convirtiéndome en una versión de lo que ella era ahora?

El ciclo de traición, dolor y abandono parecía interminable, como una cadena de eventos que ninguno de nosotros había podido detener. Y aunque me sentía tentado a seguir odiando a mi madre, una parte de mí empezaba a entender que su infierno era también el mío.

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El peso de todo seguía aplastándome, y aunque intentaba seguir adelante, la distancia con Taeyong crecía cada día más. Nos habíamos distanciado tanto que parecía imposible que pudiéramos volver a lo que alguna vez fuimos. A pesar de todo, mis sentimientos por él no se habían desvanecido. Lo seguía amando, aunque nuestra conexión casi no existiera ya. Pero cada día se volvía más difícil negar la realidad: Taeyong se estaba alejando, y yo ya no podía hacer nada para detenerlo.

El día que todo cambió fue cuando el profesor entró al salón para reorganizar los asientos. Era algo que sucedía cada cierto tiempo, pero esa vez, el cambio de lugares fue más que una simple reorganización física. Terminó separándonos más de lo que estábamos preparados para aceptar.