Capítulo 17

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Nos separamos del beso, ambos respirando profundamente, con nuestros corazones latiendo a un ritmo frenético. No hubo palabras, porque en ese momento ninguna era necesaria. El silencio que nos envolvía hablaba más que cualquier cosa que pudiéramos decir. Nuestras miradas se encontraron nuevamente, y todo quedó dicho en ese instante.

Taeyong estaba ahí, justo frente a mí, tan hermoso y vulnerable como siempre. Sus labios, apenas separados, aún parecían pedir más, pero no con palabras, sino con esa urgencia silenciosa que ambos sentíamos. Me acerqué de nuevo, incapaz de resistir la atracción que había, y nuestros labios se encontraron otra vez, esta vez con más necesidad, con más entrega.

No había confusión, no había dudas. Simplemente nos dejamos llevar por lo que nuestros cuerpos pedían, por la intensidad de los dos años de separación que se desvanecían con cada beso, con cada caricia.

Mis manos comenzaron a explorar su cuerpo con una familiaridad renovada, como si nunca lo hubiera dejado. Deslicé mis dedos por su cuello, por sus hombros, y luego bajé lentamente por su espalda, sintiendo cómo su piel se estremecía bajo mi tacto. Taeyong, tan delicado y a la vez tan apasionado, respondía a cada uno de mis gestos, acercándose más a mí, entregándose sin reservas.

Sin decir nada, como si ambos supiéramos exactamente lo que queríamos, nos levantamos y, sin soltar nuestras manos, nos dirigimos hacia su habitación. Cada paso que dábamos estaba cargado de una tensión palpable, una mezcla de deseo y emociones reprimidas. Cerré la puerta detrás de nosotros, pero el mundo exterior ya no importaba.

Taeyong se acercó a mí de nuevo, sus manos buscando mi rostro, mis hombros, mientras nuestros labios se volvían a encontrar, más hambrientos, más intensos. Cada beso era una promesa, cada caricia una manera de borrar el tiempo que habíamos pasado separados. No pensába en el pasado, ni en lo que vendría después. Solo existíamos nosotros en ese momento.

Lo vi deshacerse lentamente bajo mis toques, sus suaves suspiros llenando el silencio de la habitación. Mis manos continuaron acariciando su piel, deslizándose por cada rincón, memorizando cada curva, cada parte de él que había extrañado. Era tan hermoso, tan puro, que me costaba creer que esto estuviera sucediendo. Pero ahí estábamos, entregándonos el uno al otro sin reservas, sin miedo.

Él, por su parte, también dejó que sus manos viajaran por mi cuerpo, y con cada roce sentía cómo algo dentro de mí se calmaba. Taeyong siempre había tenido esa capacidad de hacerme sentir completo, como si su tacto pudiera borrar cualquier dolor, cualquier cicatriz.

Nos movimos juntos, en un compás que ambos conocíamos bien, pero que esta vez se sentía más intenso, más profundo. Con cada beso, con cada toque, sentía cómo nuestras barreras caían una tras otra. Nos habíamos alejado, pero en ese momento, estábamos más conectados que nunca.

Sin necesidad de palabras, nos entregamos por completo, permitiendo que nuestros cuerpos hablasen lo que nuestros corazones no se atrevían a decir. La habitación se llenó de suspiros y caricias, de miradas cargadas de deseo, de ese lenguaje silencioso que solo nosotros comprendíamos.

No importaba cuánto tiempo había pasado, ni las heridas que aún no habían sanado. En ese instante, nada más existía. Éramos solo nosotros, redescubriéndonos, reconectando en la intimidad de esa noche que, de alguna manera, lo cambiaba todo.

Cuando finalmente nos detuvimos, exhaustos y satisfechos, nos quedamos en silencio, simplemente disfrutando de la cercanía del otro, de la calidez de nuestras pieles tocándose. Sin decir nada, nos quedamos ahí, compartiendo algo mucho más profundo que palabras.

Sabía que la vida seguiría su curso, que las preguntas y los problemas no desaparecerían, pero esa noche no había espacio para pensar en el futuro. Estábamos juntos, finalmente, y eso era lo único que importaba.

Esa noche, solo le envié un mensaje a mi tío avisándole que me quedaría a dormir con un amigo. Su respuesta fue breve: "Está bien, diviértanse."

Con eso, caí rendido, sintiendo el calor de Taeyong a mi lado. Era como si hubiera despertado de la peor pesadilla de mi vida, y al abrir los ojos, lo primero que vi fue su hermoso y sereno rostro.

Lo observé una vez más antes de finalmente dejarme llevar por el sueño.

—   ﹙ 📨 ﹚


Los dos días que siguieron a aquella noche fueron los más hermosos que pude haber imaginado. Después de despertar junto a Taeyong, todo pareció desarrollarse de manera natural, sin esfuerzo alguno. Era como si el tiempo que habíamos pasado separados nunca hubiera existido. A la mañana siguiente, antes de que pudiera siquiera pensar en qué hacer, Taeyong ya tenía planes. Había organizado todo para que saliéramos, solo nosotros dos.

—Tengo todo el día libre —dijo con una sonrisa que no pude resistir—. ¿Qué te parece si pasamos el día juntos?

Acepté sin dudarlo. No importaba lo que hiciéramos, solo quería estar a su lado. Fue como si esos dos días se hubieran convertido en un refugio, un espacio donde todo lo que me había atormentado en los últimos dos años dejaba de importar. No había pasado tanto tiempo junto a alguien de esa manera en años, y mucho menos con él. Estábamos redescubriéndonos, como si estuviéramos aprendiendo a ser los mismos de antes, pero también aceptando que ambos habíamos cambiado.

Caminamos por las calles de Seúl, como solíamos hacerlo antes, sin preocupaciones, compartiendo risas y pequeños momentos que solo nosotros dos entendíamos. Visitamos algunos de nuestros viejos lugares favoritos, pero también descubrimos nuevos rincones de la ciudad, como si estuviéramos creando recuerdos frescos para reemplazar los antiguos.

Esos dos días fueron perfectos. Desde los paseos tranquilos por el parque hasta las comidas improvisadas en pequeños restaurantes escondidos. Todo se sentía fácil, natural. Nada de lo que había pasado entre nosotros o en nuestras vidas parecía importar cuando estábamos juntos.

Eran los recuerdos más hermosos que pudiera haber tenido en mucho tiempo. Me sentí en paz, como si por fin hubiera encontrado un lugar al que pertenecía, un lugar donde no tenía que cargar con el peso de mi pasado. Taeyong y yo... por esos dos días, fuimos nosotros mismos, sin máscaras, sin pretensiones.

Y mientras las horas pasaban, no podía dejar de pensar que esto, aquí y ahora, era todo lo que había estado buscando sin saberlo.

Sin embargo, como todo en mi vida, lo bueno dura un suspiro. Había llegado el día en que tenía que regresar a Japón.

Taeyong no sabía que me marchaba de nuevo. Él seguía creyendo que solo me había mudado de vecindario, quizás de ciudad, pero no sabía que mi vida ahora estaba a kilómetros de distancia, en un país completamente diferente. Había tanto que no le había dicho, tantas verdades que me había guardado, porque temía romper lo que habíamos reconstruido en tan poco tiempo.

Así que, en esos días que estuvimos juntos, nunca mencioné que no vivía aquí. Nunca le conté que había dejado Corea, que mi vida, desde la muerte de mi madre, se había trasladado a Japón. No quería arruinar esos momentos perfectos con una verdad que podría cambiarlo todo.

Verlo tan feliz, tan relajado a mi lado, hacía que fuera aún más difícil decirle la verdad. Cada vez que intentaba abrir la boca para contárselo, me detenía. La alegría en sus ojos, la facilidad con la que todo fluía entre nosotros, me paralizaba. ¿Cómo arruinarlo? ¿Cómo decirle que después de estos dos días perfectos, iba a desaparecer de nuevo?

El día que tenía que volver, me encontré mirando su rostro mientras dormía, preguntándome si algún día me perdonaría por ocultarle algo tan importante. El peso de mi partida se hacía cada vez más insoportable, pero la idea de dejarlo sin explicaciones, de nuevo, era peor.

𝘛𝘰 𝘮𝘺 𝗳𝗿𝗶𝘀𝘁 𐙚  𝑱𝒂𝒆𝒚𝒐𝒏𝒈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora