2.- De kioskos y presentaciones

21 2 0
                                    

A la mañana siguiente luego de una ducha refrescante bajé a desayunar con mis padres y mi pequeño hermano menor de 9 años Filmore, nunca me gustó ese nombre así que lo llamo Flippy.
- Buenos días a todos. -Saludé cordial.
- Buen día oruguita. -Respondió afectuoso mi padre.
- ¡Banana! -Gritó mi hermano al verme entrar en el comedor.
- ¡Flippy! Mírate estás enorme. -Respondí dándole un abrazo y un beso en la mejilla.
- ¿A qué se debe tu buen humor de esta mañana cariño? -Preguntó mamá dándole una mordida a su fruta picada.
- No es buen humor. Es simple cordialidad mamá. -Respondí un poco cortante.
- ¿Cuándo volviste? -Preguntó Flippy mientras se terminaba su cereal con leche.
- Anoche...iba ir a verte Flippy pero nanny dijo que estabas muy cansado después del juego... Y es una lástima porque el monstruo de las cosquillas se vengará. -Comenté haciendo una voz malvada. -¡Mua-ha-ha! -Reí mientras le hacía cosquillas.
- Sarah, dentente. -Ordenó mi madre haciéndose oír entre las risas de Flippy.
- No soy Sarah, soy el monstruo de las cosquillas. Mua-ha-ha. -Respondí haciéndole más cosquillas a mi hermano.
- Cariño, dejálos que se diviertan un poco. -Dijo mi padre disfrutando el pequeño espectáculo.
- ¡BASTA! Lo harás mojarse los pantalones o botar leche. -Comentó mi madre más molesta.
- Está bien, está bien. -Respondí dejando en paz a mi hermano y sentándome a desayunar.
- ¿Qué planeas hacer hoy? -Me preguntó mi madre mientras me servía unos cuantos panqués.
- Pues ya que "Estaré muy ocupada este verano" -Comenté imitando la voz de mamá. - Hoy iré a la biblioteca que acaban de abrir.
- No es gracioso señorita. -Respondió mi madre intentado no reír con mi imitación.
- Oh cierto, eso es... ¿Cómo lo llamaste? Basofia. -Respondí retándola con la mirada.
- Tranquilas las dos. -Intervino mi padre.
- Tal vez vaya al parque de diversiones sola... No lo sé.
- ¿Puedo ir? ¿Puedo, puedo? -Preguntó Flippy saltando en su asiento.
- No creo que sea buena idea hijo. Además tenemos que hablar con Sarah. -Argumentó mi padre.
- Oh. Está bien. Me voy. -Respondió cabizbajo y salió del comedor.

Cuando mi hermano de fue y terminamos nuestros desayunos mi madre habló.
- Sé que esto del matrimonio con James no es lo que esperabas o querías. Pero tienes que entender que...
- ¿Entender qué? Vivimos en pleno siglo 21 mamá, además no estamos en ese, ese ridículo pueblo del que son tu y papá como para que me case con quienes ustedes digan y no, mi idea sobre este matrimonio no va a cambiar nunca. Yo no quiero casarme y menos con un extraño. No lo merezco, merezco ser feliz a mi manera.
- Oruguita...
- Nada de oruguita papá, tú me conoces bien y no puedo creer que después de todas esas promesas que hicimos me traicionaras de esta manera. De mamá lo creo ¿Pero de ti?
- Tienes que entender que a veces, se deben hacer sacrificios por el bien de otros. -Comentó mi padre.
- Además, no sabes ni de lo que estás hablando. El matrimonio va más allá de una simple unión de dos personas... -Comenzó a narrar mi madre un tanto, inspirada.
- No me digas. -Comenté con más sarcasmo del necesario.
- ¡Por amor de Dios Sarah!
- Sabes bien, cariño que el ser adulto tiene responsabilidades.
- Lo sé y lo entiendo papá, pero ¿Sacrificar mi amor? ¿Mi felicidad, todos mis planes?
- No seas una niñata. -Se quejó mi madre.
- Amor, déjame hablar a solas con Sarah. -Pidió mi padre mirando duramente a mamá.
- Tengo derecho a es...
- ¡Esto no te concierne, Prya!

Jamás había escuchado a mi padre gritarle a mamá por su nombre y eso me hizo sobresaltar a ambas. Ofendida y claramente herida en su orgullo mamá abandonó el comedor sin digirnos la palabra. Una vez que se fue, papá soltó un suspiro enorme.
- Eh... Papá ¿Todo está bien?
- Vayamos un rato afuera. Así no me sentiré mareado. -Respondió mientras lo seguía.
- ¿En serio hablaremos más sobre el tema? -Le pregunté cuando salíamos de la casa por la entrada.
- No lo veas todo por el lado negativo oruguita... -Comentó abrazándome.
- Papá ¿Cómo quieres que lo vea? A como yo lo veo y se los dije ayer al abuelo y a ti es que nos están arrebatando la oportunidad de enamorarnos.
- Dices eso porqué no conoces al chico, más te aseguro que cuando se conozcan finalmente habrá una conexión.
- Aún si lo conociera, no pueden obligarme a casarme si no le amo.

Antes de seguir discutiendo salí de la casa sin un rumbo fijo y sin nada, ni teléfono ni las llaves de mi auto ni nada y corrí por la ciudad. Corrí y seguí corriendo sin fijarme a dónde mis pies me llevaban.
Finalmente me quedé sin fuerzas para seguir y caí en la cuenta de que no sabía en dónde estaba y no cargaba con mi teléfono, alzé la vista al cielo y noté que estaba a punto de comenzar a llover. Busqué un lugar donde refugiarme cuando las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer con agresividad. Y a lo lejos encontré un pequeño kiosko y me apresuré a llegar a el antes de terminar más empapada. Al llegar había otra persona ahí; un joven alto y musculatura promedio, que parecía inmerso en sus pensamientos, más cuando me acerqué corriendo se giró a ver de dónde provenía el ruido, su acción fue rápida y me asusté queriendo deternerme más fue en vano porque soy una lenta. Eso y que el piso estaba mojado al igual que mis zapatos. Haciéndome chocar contra él.
- ¡Cuidado! -Comentó inmediatamente sujetándome.
- G-gr-gracias. -Respondí sin mirarlo y un poco acalorada.
- No estas lastimada ¿Cierto? -Preguntó angustiado.
- Este... Estoy bien gracias. -Le respondí intentando soltarme de él.
- Oh, lo-lo siento. -Comentó al tiempo que me soltaba y se dirigía al otro lado del kiosko.
- Está bien, supongo. -Me sentía completamente incómoda.
- Soy... -Dudó por unos segundos. - David, por cierto.
- Sarah. -Dije sin ánimos.
- Sarah, que bello nombre.

Intentamos conversar un poco para hacer ameno el rato. Pero la lluvia siguió y siguió cayendo a torrentes casi parecía que iba a ser un diluvio y entonces: truenos. ¡Los odio! Sé que es tonto temerle a los truenos, pero jamás me ha gustado el sonido que éstos producen y en automático me giré al chico abrazándolo.
- ¿Está todo bien? -Preguntó sorprendido. - Le temes a los truenos ¿Es eso? -Me preguntó y en ese instante otro trueno se escuchó.
- ¡Si! -Acepté vencida y comencé a llorar, cubrí mis oídos con las manos mientras mentalmente tarareaba.
- Tranquila, todo está bien... -Sonrió y dirigió sus manos hacia las mías descubriendo mis oídos. - Aquí estoy. -Y en ese instante otro más, haciéndome pegar un salto y acunarme en su pecho temblando.
- Has que pare. -Repetía una y otra vez cubriendo mis oídos.
- Tranquila. -Comentó haciéndome sentar con él en el kiosko mientras caían truenos y yo cubría mis oídos y él estaba frente a mi intentando calmarme sin mucho éxito debo decir. - Creo que la tormenta cesó. -Lo escuché decir después de rato, más me negaba a abrir los ojos y descubrir mis oídos.
- Sarah... Sarah, ya puedes descubrirte los oídos. -Dijo sutilemte bajando mis manos.
- ¡NO! -Me quejé volviendo a cubrir mis oídos.
- Tan siquiera abre los ojos. -Comentó en tono más bien suplicante.
- E-está bien. -Respondí vacilante y no, no me importaba parecer una niñata inmadura frente a un desconocido.

Lentamente abrí los ojos para encontrarme frente a frente con él, no había puesto atención a su rostro; tenía un perfecto rostro ovalado, una barba de unos días y unos hermosos ojos color avellana envueltos en unas larguísimas pestañas. Creo que fui demasiado obvia mientras pasaba mi mirada por su rostro puesto que cuando llegué a sus labios, se formó la sonrisa de lado más sexy que había visto jamás.
- Tienes unos ojos muy bonitos. -Dije sin pensarlo un segundo.
- Gracias. Todas dicen eso. -Respondió y lo sentí un poco arrogante.
- Ya lo creo. -Respondí cortante.
- No, no lo decía en ese sentido... -Se apresuró a decir.
- ¿Tienes idea de qué hora es? Debo volver. -Pregunté levantándome del suelo mojado del kiosko y caminando. - Gracias. Por cierto.
- ¿Por? -Preguntó confundido. - Y son las 13:09.
- Wow es un poco tarde.
- ¿Vas a decirme por qué me agradeces? -Preguntó levantándose y acercándose a mi.
- No cualquiera haría lo que hiciste; apoyarme en un momento así a pesar de ser desconocidos. -Respondí viendo cual era la mejor ruta para volver.
- Me pareció lo más correcto, además eres una chica muy bonita. Y fue bueno. -Dijo un poco ruborizado.
- ¿Ah? No creo comprender mucho. -Dije sin prestar atención.
- Si no hubiera aparecido esta tormenta justo hoy que tú y yo estabamos aquí, jamás te habría conocido.
- Lamento haber interrumpido tus pensamientos si a ello te refieres. -Dije un poco culpable.
- Está bien, de hecho; gracias. -Me sonrió de una manera muy sincera haciendo que mis mejillas se ruborizaran más.
- No, no hay de qué... ¿T-tienes idea de cómo... Cómo volver? -Pregunté intentando deshacerme de ese estúpido rubor.
- Si... Si quieres, puedo llevarte. -Se ofreció.
- Eh... Yo... -Titubeé indecisa.
- Oh ya veo... -Comentó borrando su sonrisa. - Tienes novio.
- ¿Qué? No, no, no, no... Nada de eso. -Aseguré moviendo la cabeza en negación. -B-bueno... A-acepto. -Terminé diciendo algo apenada.

Sign here please.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora