5.- La chica en el kiosko.

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Mis padres insistían en que Dina me era infiel y sólo me buscaba por el dinero, eso no me agradó y me hizo sentir enfermo. Eso sumado a que me iba a casar con una chica completamente desconocida, fue demasiado para mi.

Salí de casa nuevamente y me dirigí al único lugar que me traía paz. Conduje por varios minutos hasta salir de la ciudad y dar con el mirador de las afueras. A pesar que era de madrugada aún había demasiadas personas ahí, pero lo que más me sorprendió fue ver ahí a Dina con otro, esperé que el sujeto se fuera para acercarme a ella.
- ¿Dina? ¿Qué haces aquí? -Su cara era todo un poema; no esperaba encontrarme aquí.
- ¿B-bebé? ¿Qué haces tú a-aquí? -Cubrió su cuello disimuladamente.
- Me gusta venir aquí... -Daría cualquier cosa por poder capturar su expresión con mi móvil. - ¿Vienes sola?
- N-no digo, si... Si.
- Debió ser un largo viaje basta aquí desde tu departamento, considerando que no tienes auto. -Me estaba divirtiendo con ella de la manera más cruel pero había que llegar al fondo.
- V-vine con... ¡Mi amiga Crystal! Si, eso es... -Si pensaba que me tragaría eso estaba equivocada.
- Ajá... ¿Dónde está ella?
- Se... Fue. Si, se acaba de ir.
- ¿Y te dejó aquí? -Pregunté intentando sonar lógico.
- Dina... Ay por Dios, casi lo olvido... Debes ir a trabajar en unas horas... -Se acercó a nosotros una chica, haciendo que el color le volviera a Dina.
- Si, será... Mejor irnos... Estoy algo cansada. -Respondió ella simulando un bostezo. - Te veo después bebé. Recuerda que prometiste recompensarme por de esta noche. -Se despidió luego de besarme.

Al menos por esta vez las cosas le salieron bien a Dina.
No tenía ánimos de enfrentarme a mis padres otra vez, por lo que opté por quedarme en el pequeño kiosko del mirador mientras recapacitaba en lo que mis padres habían dicho: debía casarme con una chica que jamás había visto y al hacerlo todos los bienes de mi familia se verían duplicados. No es que casarme por dinero sea lo que planeaba, sin embargo era una apuesta interesante.

Toda la madrugada y parte de la mañana se me fue pensando en lo que haría con Dina. No quería botarla porque el sexo con ella era bueno, pero tampoco estaba dispuesto a avanzar más en nuestra relación. Estaba a punto de volver a mi casa, noté que en cualquier momento comenzaría a llover, más el sonido de unas pisadas apresuradas me sacaron de mis pensamientos, me giré para ver de quién se trataba y la vi:

Una chica que buscaba refugio de la lluvia se acercaba a toda velocidad, más al verme intentó frenarse en vano estrellándose de lleno contra mi. El golpe no lo sentí, más estoy seguro que ella si por lo que la sostuve de la cintura para evitar que cayera.
- ¡Cuidado! -Comenté al momento que la sujetaba.
- G-gr-gracias. -Respondió la chica aferrándose a mis brazos.
- No estas lastimada ¿Cierto? -La idea de que hubiera resultado herida me molestaba mucho.
- Este... Estoy bien gracias. -Fue su corta respuesta mientras buscaba deshacerse de mi agarre.
- Oh, lo-lo siento. -Respondí soltándola con delicadeza y alejándome.
- Está bien, supongo. -Ella estaba nerviosa, al menos eso quería creer.
- Soy... -Dudé decirle mi nombre. - David, por cierto. -Al final opté por darle el nombre que todas mis conquistas conocían.
- Sarah. -Respondió secamente.
- Sarah, que bello nombre. -Me pareció el nombre más lindo del mundo y ella la chica más hermosa.

No quería incomodarla más así que intenté hacerle un poco de plática para conocerla mejor, la lluvia se había intensificado y de pronto relámpagos comenzaron a caer, seguidos de truenos. Estaba por irme cuando sentí que me abrazaban de la cintura. Me pareció extraño que lo hiciera, luego de preguntarle si estaba bien, a lo que no respondió descifré el pequeño acertijo.
- Le temes a los truenos ¿Es eso? -Pregunté divertido de la situación y un trueno más cayó.
- ¡Si! -Gritó al tiempo que se dejaba caer en el suelo cubriendo sus oídos con las manos.
- Tranquila, todo está bien... -Me senté frente a ella cubriendo sus temblorosas manos con las mías. - Aquí estoy. -Una vez más uno cayó haciendo que Sarah buscara refugio en mi.
- Haz que pare. -Era lo único que decía mientras intentaba calmarla.
- Tranquila. -Sutilmente acariaba su espalda brindándole confort. - Creo que la tormenta cesó. Sarah... Sarah, ya puedes descubrirte los oídos. -Intenté que bajara sus manos, pero no tuve éxito.
- ¡NO! -Respondió volviendo a colocarlas en sus oídos.
- Tan siquiera abre los ojos. -Me estaba comenzando a irritar por su actitud de niña inmadura.

Abrió los ojos y lo primero que hizo fue pasear la mirada descaradamente por mi cara, se veía tan linda moviendo esos enormes ojos café en todas direcciones analizando cada detalle. Cuando terminó de analizar mi cara una sonrisa escapó de mi boca.
- Tienes unos ojos muy bonitos. -Fue lo único que atinó a decir.
- Gracias. Todas dicen eso. -Respondí narcisista.
- Ya creo que si. -Fue su sarcástica respuesta.
- No, no lo decía en ese sentido... -¡Diablos! Era muy perspicaz.
- ¿Tienes idea de qué hora es? Debo volver. -Que cambio. Un minuto antes estaba envuelta en llanto y ahora era toda una guerrera amargada. - Gracias. Por cierto.
- ¿Por? -Su cambio abrupto de humor me tenía desconcertado. - Y son las 13:09.
- ¿Tan tarde? -Estaba asombrada por la hora, o al menos eso creo.
- ¿Vas a decirme por qué me agradeces? -Quise saber mientras me acercaba a ella.
- No cualquiera haría lo que hiciste; apoyarme en un momento así. -Simplemente respondió buscando una ruta.
- Me pareció lo más correcto, además eres una chica muy bonita. -Dije un poco ruborizado. Patético, lo sé.
- ¿Ah? No creo comprender. -Su mirada seguía perdida en una ruta.
- Si no hubiera aparecido esta tormenta justo hoy que tú y yo estabamos aquí, jamás te habría conocido. -Respondí cursi dándome una palmada en la frente. ¿Qué eres idiota Maslow?
- Lamento haber interrumpido tus pensamientos si a ello te refieres. -Respondió con un aire de culpabilidad.
- Está bien. No te preocupes. Y gracias por ello. -Sonreí haciéndola sonrojar.
- ¿T-tienes idea de cómo... Cómo volver? -Obviamente no le gustaba sentirse así y eso me pareció muy interesante.
- Si... Si quieres, puedo llevarte. -Me ofrecí muy galante según yo.
- Eh... Yo... -Titubeó haciéndome comprender que tal vez no es soltera.
- Oh ya veo... -Comenté un poco desilusionado. - Tienes novio.
- ¿Qué? No, no, no, no... Nada de eso. -Se apresuró a negar lo dicho. -B-bueno... A-acepto.

Terminó aceptando mi ayuda nuevamente. Eso me daba la oportunidad de conocerla más y eso era bueno.

Ahora que la conocía, podía bien olvidarme de Dina fácilmente, aunque claro no pensaba hacerlo pronto ya que me había amenazado que si la engañaba; tanto la chica como yo, sufririámos y bueno, eso no estaba en mis planes.

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