Iluso.

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En un pasado, Taehyung solía tenerlo todo.

Para él no habían disyuntivas, como esas típicas en donde si no era la falta de amor, era la falta de dinero; si no era la falta de amor ni la falta de dinero, era la falta de salud, y si no era la falta de salud, era la falta de amor o dinero.

Él era feliz. No parecían haber obstáculos. Todo su mundo era color de rosa en todos los aspectos que fuesen necesarios mencionar.

Fue exitoso desde muy temprana edad. Consiguió dinero, podía mofarse de tener una excelente salud, amigos que pudo jurar eran reales y, lo más importante, un hermoso y bondadoso chico que siempre fue como su otra mitad; aquella de la que simplemente no podía librarse, porque lo amaba, porque su amor era real y puro.

Él solía ser verdaderamente feliz.

Lamentablemente, nunca se había detenido a analizar la vida y la injusticia de la que era poseedora. No había detallado de forma correcta el modus operandi del destino. Se había centrado tanto en su imperturbable felicidad que nunca llegó a pensar que ese ascenso personal solo podría significar una cosa:

Que la caída iba a ser letal.

Porque la vida no era color de rosa. La vida era traicionera e hija de puta. Te elevaba alto y luego te estrellaba contra el suelo de una manera en la que sería difícil levantarse; o intentarlo...

Para Taehyung era devastador tener que ver cómo el dinero se hacía ceniza en sus manos, obligándole a olvidarse de los lujos a los que estaba tan acostumbrado.

Y ojalá solo los lujos se hubiesen ido.

Los "amigos" que creía tan leales también se esfumaron en cuanto vieron que su amigo el millonario ya no podría costearles alcohol o solucionarle sus propios problemas. Y Taehyung estaba simple y llanamente deshecho.

La depresión de poco en poco hizo que su salud se deteriorara. Sin embargo, aún podía presumir de algo: de su amor. Del hermoso hombre que aún conservaba al lado.

Jeon Jungkook.

Desde que lo conoció, Jungkook se había mostrado como todo un amor. Pese a ser un caprichoso de primera, era cálido, lindo y muuuy adorable. Taehyung no estaba seguro de muchas cosas, pero estaba convencido de no querer perder a Jeon Jungkook.

El muchacho se quedó a su lado cuando cayó en bancarrota, cuando tuvo que intercambiar aquella preciosa mansión por una pequeña cabaña de madera en donde se filtraba el agua, cuando su salud decayó y, sorprendentemente, también cuando quedó ciego.

Taehyung había perdido la vista.

Y Jungkook permaneció a su lado.

Después de muchas caídas y decepciones, Taehyung podía asegurar que Jungkook era el significado de la palabra "amor", "lealtad" y "bondad".

Taehyung estaba volviendo a ser iluso.

Taehyung aún no había comprendido el modus operandi de la vida.

—¿Está bien así, Tae? —cuestionó Kook, ayudando al mayor a sentarse en una de las sillas que había en una diminuta terraza.

—Está perfecto, Kookie —sonriente, acercó suavemente al otro, aprovechándose de que sus manos todavía estaban entrelazadas. No podía ver, pero conocía perfectamente los rasgos de su chico, y el simple hecho de tenerlo cerca o de percibir su calor para él era más que suficiente—. ¿Me das un beso?

Siempre la misma pregunta. Su tono de voz era bajo, casi tímido. Entonces escuchaba un suspiro y posteriormente los labios de Jungkook chocar torpemente con los suyos, casi como si estuviese siendo obligado. O como si lo hiciera por lástima.

Pero esa vez no fue así.

Recibió un enloquecedor beso que le robó el aliento. De aquellos que Kook solía darle cuando su vida era perfecta, cuando le daba un regalo o cuando terminaban de hacer el amor.

Hermoso, en pocas palabras.

Sus labios danzaron en total armonía, sus lenguas juguetearon entre ellas y aunque todo duró cerca de un minuto, Taehyung lo sintió como un segundo. Nunca era suficiente cuando se trataba de Jungkook. Quería y necesitaba todo de él.

Un hilo de saliva fue el encargado de dejarlos unidos una vez se separaron. Taehyung suspiró y Kook jadeó, el primero logrando escuchar cómo relamía sus propios labios.

—¿Y esto, mi amor? —apretó la mano que todavía estaba sujeta la suya, dirigiéndola a su boca. Plantó un sonoro beso en el dorso ajeno, consiguiendo que Jungkook soltara unas cuantas risitas—. ¿Estás de buen humor hoy?

—Siempre estoy de buen humor —reprochó—. Es solo que a veces me estreso. Cuidar de... —se lo pensó antes de reanudar—. Una persona ciega no es fácil —la sonrisa de Taehyung se apagó de poco en poco. Kook ya no sintió remordimiento alguno—. Lo siento, Tae, pero sabes que es verdad.

—Lo sé, pero no quiero que me sientas como una carga, Jungkook. No quiero estorbarte. No quiero... ser inútil.

—De alguna u otra forma lo eres —el mayor sintió su corazón apretujarse. Jungkook inspiró, intentando no mostrar todo su descontento por la situación. Después de todo, Taehyung no lo merecía—. Disculpa, es que...

—No tienes que decir nada ni pedir disculpas. Está bien, yo... lo entiendo...

Taehyung no podía verlo, pero Jungkook asintió mientras se reincorporaba. Sus manos, juguetonas y en evidente tensión, se movieron involuntaria y raramente.

—Iré por limonada —informó—. No tardaré.

—Aquí te espero, Kookie.

«Aquí te espero, Kookie...».

El chico sintió pena, mas estaba seguro de querer seguir adelante. Se alejó lentamente de aquella silla, observando con tristeza a Taehyung sentado en ella. Veía con ojos tristes su espalda y el viento hacer que su cabello se moviera suavemente. Después, se dio media vuelta, entrando a la cabaña y recogiendo las maletas que había hecho previamente.

No iba a volver.

Su plan de vida nunca consistió en cuidar de una persona ciega. Era difícil, molesto y agotador.

«Aquí te espero, Kookie...».

Evidentemente y luego de tantas caídas, Taehyung seguía empeñado en volver al cielo que tanto le hizo daño.

Taehyung aún no comprendía la injusticia del destino.

Taehyung siempre fue un iluso y confiado.

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⏰ Última actualización: Sep 16 ⏰

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