01.

51 7 0
                                    

He estado enamorado del mismo chico por, aproximadamente, dos años.

Él causaba cosas en mí en un segundo que ninguna otra persona podría haber causado en toda una vida. Me hacía sonreír como nadie, me hacía sentir especial, me llenaba de bonitas palabras, me apoyaba, me escuchaba, me sonreía aunque se encontrara mal, estaba de mi lado incluso cuando el erróneo era yo, confiaba en mí y podría quedarme explicando con simples palabras lo complejo y hermoso que podía llegar a ser.

Y justamente eso es lo que haré.

Comencemos por su mirada... esa maravillosa mirada. Cuando sus ojos viraban en mi dirección, sentía cómo millones de fuegos artificiales explotaban en mi interior. Mi respiración se volvía pesada y mis latidos demasiado veloces, como si tuviera taquicardia. Su mirada era algo que muchos obtenían, pero que pocos sabían apreciar, tal vez yo incluido.

Ahora prosigamos con mi parte favorita: su sonrisa. Cuando sonreía, debía admitir que me confundía. Me confundía porque no sabía si me alegraba mucho el hecho de verlo tan feliz, o si simplemente estaba observando a un ángel perfecto, magnífico e inalcanzable. Su sonrisa era tan encantadora que con tan solo pensar en ella yo ya estaba nervioso. Mis manos comenzaban a temblar y yo suspiraba, tal y como un chiquillo cuando ve su dulce favorito o cuando practica su afición predilecta.

Su cuerpo era escultural y fascinante. No había parte de él que no me gustara, ante mis ojos era un tipo de Dios encarnado en un débil mortal, pero vaya débil mortal tan increíble...

Lo amo, y sé que él me amaba a mí. El problema yacía en que solo me amaba como a un amigo; ese amigo que era incapaz de traicionarle.

UTOPÍA © vkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora