Dos semanas.
Dos insoportables semanas en las que había estado a punto de perder los nervios y la cabeza.
Dos semanas en las que la estrellita se había dedicado a llegar tarde, a correr despacio, a dar toquecitos al balón, a sentarse en el banquillo y a visitarla cada maldito día en su despacho para firmar los partes de las multas que, evidentemente, le ponía por su impuntualidad y desidia al trabajo.
A Fina parecía darle igual. De hecho, siempre entraba sin llamar a su oficina y con una sonrisa de oreja a oreja. Gesto que la sacaba de quicio y la hacía refunfuñar y resoplar como si fuera Gruñón, el enanito de Blancanieves. Pero lo que más odiaba Marta de las visitas diarias de Fina no era su sonrisa. Era la forma en que la miraba y cómo la chica no apartaba los ojos de los suyos en ningún momento; solo lo hacía de forma breve para dejar su rúbrica. Esos ojos color miel escarbaban en sus entrañas encolerizándola y Marta no podía evitar decirle a la jugadora alguna impertinencia.
Lo peor de todo era cuando la chica, después de firmar, volvía a sonreírle, le guiñaba un ojo y le dejaba encima de la mesa como contestación a la grosería de Marta un caramelo. Y cada día era de un sabor diferente: de miel y limón, de menta, de café con leche, de chicle, de melón, de fresa...
Cuando le preguntó por qué lo hacía, Fina le respondió: «Dicen que somos lo que comemos, así que a ver si comiéndote un caramelo, te vuelves más dulce». El primer día no le tiró la golosina a la cara de milagro; pero los siguientes los tiraba a la papelera. Le encantaba coger el caramelo y, sin dejar de mirarla a los ojos, tirarlo a la basura y sonreírle burlona.
—No puedo más, Begoña —aseguró Marta y bebió de un trago el coñac que acaba de servirse—. Va camino de tres jornadas sin debutar y mírala, ahí está. —Señaló a la jugadora desde el ventanal de su despacho—. Sentada de brazos cruzados. Somos el hazmerreír de la prensa. Qué vergüenza.
—No te preocupes, Marta. Los medios no se están haciendo preguntas.
—Pero se las harán. A Javier le interrogan en cada rueda de prensa por ella. Y el muy sinvergüenza se dedica a repetir como un loro el comunicado que hicimos —Marta dio un nuevo trago—. Está llevando un plan específico para ponerse a tono, pronto la veréis debutar —imitó la presidenta la voz de Javier.
—De momento, funciona, veremos en unas semanas —dijo su cuñada.
—Begoña, Fina no tiene intención de jugar. Así que vete haciendo a la idea de que volveremos a estar en el punto de mira. Igual que cuando Jesús se largó.
Marta suspiró y recordó uno de los peores días de su vida. Todavía no entendía como su propio hermano había sido capaz de hundirles de aquella manera.
—No sé qué hacer —reconoció Marta y se echó el pelo hacia atrás.
—Lo primero, dejar de beber —ordenó Begoña quitándole el vaso—. Son las once de la mañana y tú sabes que esto no es normal.
—Lo sé, pero es que esta situación puede conmigo —dijo y posó de nuevo sus ojos en Fina quien ahora estaba acompañada por Joaquín—. ¿Se puede saber por qué mi primo habla con ella?
—Mujer, no querrás que nadie interactúe con ella.
—Pues sí, eso quiero —afirmó—. Que nadie hable con ella, que le hagan el vacío a ver si así deja de comportarse como una niña de tres años.
—¿Por qué no hablas con ella?
—Porque es inútil. Es como hablar con una pared.
—¿Y con Javier?
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Más allá del gol - Mafin (AU)
FanfictionMarta de la Reina es la presidenta del Club Deportivo Reinas de Toledo, equipo de la Liga F que atraviesa una gran crisis económica y deportiva. Para tratar de solventar sus problemas, su hermano Andrés ficha a sus espaldas a Fina Valero, ex estrell...