Capítulo 3: La primera noche de terror

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Esa noche, la atmósfera en el campamento cambió drásticamente. Lo que había comenzado como una aventura relajante empezó a desmoronarse cuando, durante la cena, se escucharon extraños ruidos provenientes del bosque. Eran crujidos, como ramas siendo aplastadas bajo el peso de alguien o algo. Al principio, todos pensaron que se trataba de algún animal salvaje, pero a medida que los ruidos se intensificaban, la tensión entre ellos crecía.

—Probablemente son ciervos o algo así —dijo Lucas, intentando calmar los nervios de sus amigos.

—O tal vez sea el monstruo del que hablaba el viejo —bromeó Sebastián, aunque su tono no era tan despreocupado como siempre.

Carla, sin embargo, estaba visiblemente asustada. Sabía que había algo más allá de los simples ruidos. Desde la noche anterior, había tenido la sensación de que no estaban solos en el bosque.

De repente, un grito resonó en la oscuridad, rompiendo el silencio de la noche. Todos se levantaron de golpe, mirando a su alrededor con los corazones acelerados.

—¿Qué fue eso? —preguntó Ana, temblando.

—Debe haber sido un animal —respondió Lucas, aunque su voz no sonaba convencida.

—No, eso... eso era humano —dijo Carla, su voz temblando—. Hay alguien más aquí.

El grupo se reunió alrededor de la fogata, tratando de mantener la calma. A pesar de que Lucas intentaba tranquilizarlos, la sensación de miedo comenzaba a apoderarse de todos. Durante horas, se quedaron en silencio, escuchando cualquier sonido que pudiera indicar una amenaza. El bosque parecía haberse vuelto aún más oscuro, y las sombras alrededor del campamento se movían de manera inquietante.

Finalmente, el cansancio se impuso, y decidieron intentar dormir, aunque cada uno estaba en alerta máxima.

En medio de la noche, María se despertó sobresaltada. Afuera, alguien susurraba su nombre. "María...", se escuchaba claramente desde los árboles. Su corazón latía tan rápido que sintió que le explotaría en el pecho. Pensó que estaba soñando, pero el susurro continuaba, cada vez más cerca.

—Lucas... —susurró, tratando de despertar a su novio sin hacer ruido—. ¡Lucas, despierta!

Lucas se despertó lentamente, parpadeando confundido, pero cuando también escuchó el susurro, se levantó de golpe. Sin pensarlo dos veces, tomó la linterna y salió de la tienda. Iluminó el área alrededor del campamento, pero no vio nada. El susurro había cesado.

María salió detrás de él, sintiendo el frío de la noche en su piel. Miró a su alrededor, pero no había nadie. Sin embargo, algo llamó su atención en el suelo. Huellas. Pequeñas, pero visibles en la tierra húmeda. Parecían ser de pies descalzos, y estaban frescas, dirigidas hacia el bosque.

—¿Ves eso? —dijo María, apuntando a las huellas.

—Sí... —respondió Lucas, con la voz baja y tensa—. Debemos despertar a los demás.

Con un nudo en el estómago, ambos regresaron al campamento y despertaron a sus amigos. Carla, al ver las huellas, se puso pálida.

—Alguien nos está observando —dijo en un susurro apenas audible.

Sebastián, que hasta entonces había intentado mantener una actitud relajada, ya no podía ocultar su miedo.

—Deberíamos largarnos de aquí —sugirió—. No me importa si es tarde, no pienso quedarme una noche más en este lugar.

Lucas dudó. Era peligroso moverse por el bosque en la oscuridad, pero la idea de quedarse allí, sabiendo que alguien o algo los acechaba, tampoco era una opción atractiva.

Finalmente, decidieron que lo mejor sería esperar al amanecer, aunque nadie volvió a dormir esa noche. Los susurros no regresaron, pero el sentimiento de ser observados no los abandonó.


Miedo en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora