Capítulo II ✓

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Capítulo 2 | “Cal-ce-ti-nes” ✓

。・:*˚:✧。

Grecia DeVries


Gritos.

Eso fue lo que me despertó en una habitación en la que no tenía ni idea de como había llegado. Está demás decir que me levanté sobresaltada al recordar los últimos minutos de mi noche anterior.

La habitación blanca con detalles dorados por todos lados no se me hace para nada conocida mientras quiero calzarme los mismos tenis que traía anoche y que estaban a un lado de la gigantesca cama donde estaba, pero al notar las pequeñas y muy marcadas gotas de sangre que relucen en uno de los costados rosas y en los cordones, prefiero quedarme en calcetines.

Acabo de comprarlos y ya valieron madre.

El pasillo está lleno de puertas que se encuentran cerradas, y ni un alma se cruza en mi camino mientras me dejo llevar por mi instinto y bajo las escaleras que se me aparecen y que parecen llevar a lo que es la planta baja de una casa muy diferente a la de ayer.

Mientras más me acerco a lo que tiene pinta de ser la cocina, más fuerte se perciben los gritos que me despertaron y las risas muy diferentes a la del hombre de anoche.

Dios... ¿Estará vivo? ¿Habrá sobrevivido a lo que sea que le haya sucedido? Además, ¿Dónde está París? ¿Me dejó aquí? ¿Desde cuándo anda en esto? Esas preguntas se añaden a las trescientas que nunca se me contestaron y que necesito resolver, pero el jadeo de alguien detrás de mí me saca de inmediato de mis pensamientos.

Al darme la vuelta enseguida estiro mis brazos para evitar que la persona que salió sabrá Dios de dónde caiga al suelo.

— ¿Estás bien? —murmuro, sintiendo mi corazón acelerarse, pues tengo el cuerpo de un desconocido entre mis brazos y muy apegado al mío.

No logro verle el rostro ya que está mirando al piso aún sin lograrse recuperar, y al parecer le cuesta porque al igual que yo trae el corazón y la respiración agitadas.

Cortos segundos después una de sus manos se afinca al respaldo de una sillas cercanas y la otra se afianza en mi antebrazo para irse levantando lentamente. Atenta y preocupada por saber qué le sucede me quedo en mi lugar siendo un apoyo hasta que se estira completamente, y luego de arreglarse la cachucha que trae finalmente levanta la mirada.

Y me separo en cuestión de instantes al reconocer los mismos ojos negros de ayer, ocasionando que casi caiga de nuevo, ésta vez por ni culpa.

Estando a punto de gritar, la palma de su mano ahora sin un rastro de sangre encima, tapa mi boca, tal como quiso hacerlo antes. Sus fríos dedos abarcan casi la totalidad de mi rostro mientras me hace tragar el grito que se convierte en un jadeo.

La cercanía que hay entre nosotros no hace más que ponerme nerviosa y temer por mi vida. Fijando abiertos ojos azules grisáceos en los suyos bastante oscuros me produce un escalofríos de pies a cabeza.

Ya valió.

—Sin gritos ésta vez —advierte, con una voz ronca y rasposa. El olor a menta y cigarro golpea mi rostro antes de que continúe —. La voy a soltar, pero ¿Va a gritar?

Niego lo más marcado que pueda aún con sus dedos en mi rostro, y sintiendo que mis ojos comienzan a aguarse.

El pánico que sentía era bastante real. No sabía dónde me encontraba, dónde estaba mi hermana y si al menos se encontraba en esta propiedad, pero ahora también tenía al mismo hombre ensangrentado de ayer a centímetros de mi rostro y su cuerpo pegado al mío. Y no se sentía nada bonito.

Grecia | Ovidio Guzmán L.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora