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—Sí, definitivamente Shoto no tiene quirk —dijo el médico calvo mientras revisaba sus notas
—Hicimos los análisis tres veces y los revisamos cuidadosamente. Lo siento, pero su hijo es ordinario...

—D-debe ser una broma, ¿verdad? —preguntó temerosa la mujer albina, notando el creciente enojo de su esposo.

El pequeño Shoto, atrapado entre sus padres, sintió una punzada de miedo. Su madre temblaba ligeramente, y su voz era un reflejo del nerviosismo que crecía en el ambiente.

—No lo es —respondió el doctor, mirando a Rei—. Tengo entendido que tienen tres hijos más, y que usted —señalándola— tiene más familia, ¿verdad?

—Así es —asintió Rei, su voz apenas un murmullo.

—Según mis estudios —el médico ajustó sus anteojos y repasó los documentos en su mano—, Touya tiene un quirk de fuego poderoso, pero no puede controlarlo. Fuyumi tiene un quirk de hielo, aunque no es particularmente fuerte. Natsuo también tiene habilidades de hielo, pero apenas puede crear una pequeña bola de nieve —suspiró antes de mirar a los padres—. Parece que los genes Todoroki beneficiaron a su hijo mayor, pero los de la familia Himura se han ido debilitando hasta llegar a Shoto. Es muy probable que los próximos descendientes también sean ordinarios a menos que se casen con alguien con un quirk dominante.

El silencio llenó la sala, pesado y opresivo, hasta que el médico rompió la tensión.

—Si eso es todo, les pido disculpas, tengo más pacientes esperando —dijo mientras se levantaba, indicándoles que la consulta había terminado. Los Todoroki se levantaron en silencio y salieron del consultorio—. ¡Familia Midoriya!, pueden pasar.

El camino de vuelta a casa fue sofocante. Nadie dijo una palabra, pero la tensión entre Enji y Rei era palpable. Al llegar, Shoto buscó a sus hermanos con la mirada, pero no los encontró. Debían estar en sus habitaciones.

V-vamos a tu cuarto, Shoto —dijo Rei, acercándose a su hijo para alejarlo de la inevitable tormenta que veía en los ojos de su esposo. Pero antes de que pudiera llegar a él, Enji la detuvo tomándola del brazo.

—Me casé contigo para tener un heredero que superara a All Might —gruñó Enji—. Diecisiete años desperdiciados con alguien tan insignificante como tú, solo para que me digan que tu quirk, como tú, no sirve para nada.

—Enji... yo no sabía que los quirks podían extinguirse —balbuceó Rei, con el miedo congelándola en su lugar.

—Cállate —Enji levantó la mano y la golpeó en la mejilla con fuerza. Shoto observó con horror cómo su madre se tambaleaba—. Me diste cuatro mocosos inútiles, y ni siquiera puedes controlarlos. Ya entiendo por qué tu familia te vendió al primer postor que apareció. Eres una vergüenza.

—¡No le hables así a mamá! —gritó Shoto, corriendo hacia su padre. Con los puños temblorosos,

Shoto golpeó el estómago de su padre, sus pequeños puños rebotando inútilmente contra la sólida figura de Enji. La furia cegadora del niño no era más que un eco ahogado ante la monumental presencia de su padre.

Enji, con una fría indiferencia, levantó la mano y golpeó a su hijo en el abdomen. El pequeño bicolor cayó al suelo, jadeando, mientras su padre lo levantaba por el cuello de su camiseta y lo lanzaba sin más.

—No te metas en lo que no te importa, mocoso —rugió Enji, su voz vibrando con desdén—. Tú y tus hermanos son el peor error que he cometido. Mírate, tan débil, una escoria que no debería haber nacido. Me avergüenza que seas mi hijo.

Compañeros (Bakutodo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora