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El tercer día de la estancia en la U.A. amaneció temprano para Shoto. Junto con sus amigos, había llegado para aprender de los héroes y mejorar como aspirante a oficial, pero no esperaba terminar entrenando con alguien como Bakugo. El día anterior, en medio de las actividades, había decidido pedirle ayuda para entrenar, sin conocer realmente en qué se estaba metiendo.

Ahora estaba de pie en el campo de entrenamiento, observando cómo Bakugo lo esperaba al otro lado. Las explosiones pequeñas que chisporroteaban en sus manos eran una clara señal de que no estaba precisamente de buen humor.

—Llegas tarde, mitad-mitad —gruñó Bakugo, con su ceño fruncido. Su tono era una mezcla de desdén y amenaza. Para él, entrenar con alguien sin quirk parecía un chiste, y no hacía ningún esfuerzo por ocultarlo—. Pensé que querías entrenar en serio, pero si vas a venir a tu ritmo, mejor vete, bastardo.

Shoto reprimió un suspiro. Ya había oído comentarios similares de otros héroes, pero Bakugo tenía una manera especial de hacer que cada palabra se sintiera como una bofetada. Se había preparado mentalmente para lo que sería entrenar con él, pero estar frente a Bakugo, con esa actitud explosiva, era más agotador de lo que había imaginado.

—Estoy aquí, así que deja de quejarte y empecemos —respondió Shoto, tratando de mantener la calma.

Bakugo soltó una risa burlona, mientras las explosiones en sus manos aumentaban de intensidad.

—Tch, ¿ya te crees que estás a la altura? —Bakugo lo miró con una sonrisa retorcida—. Vas a arrepentirte de haberme pedido esto, mitad-mitad.

Sin darle tiempo a responder, Bakugo se lanzó hacia él con una explosión que levantó una nube de polvo. Shoto apenas logró esquivar a tiempo, sintiendo el calor de la explosión en su piel. El poder y la velocidad de Bakugo eran impresionantes, pero lo que más le molestaba a Shoto no era la fuerza física, sino la constante agresividad. Era como si cada movimiento de Bakugo estuviera diseñado no solo para derribarlo, sino para humillarlo.

—¡Vamos, bastardo! —gritó Bakugo mientras seguía atacando, lanzando explosiones a diestra y siniestra—. ¡Si eso es todo lo que tienes, estás perdido, bastardo!

Shoto mantuvo su distancia, esquivando con agilidad. Sabía que no podía enfrentarse a Bakugo en un combate de fuerza bruta, pero tenía otras habilidades. Después de todo, aunque no tuviera un quirk, había entrenado su cuerpo y su mente para compensarlo. Sin embargo, cada vez que lograba esquivar una de las explosiones, Bakugo parecía más furioso, como si el simple hecho de que Shoto resistiera lo enfureciera aún más.

—¿Eso es todo, mitad-mitad? —Bakugo lanzó otra explosión hacia él, obligándolo a retroceder—. ¡Deja de moverte como un cobarde y pelea de frente!

Las palabras de Bakugo, como siempre, estaban llenas de desprecio. Cada vez que decía "mitad-mitad" o "bastardo", lo hacía con esa actitud arrogante que Shoto encontraba increíblemente irritante. No era solo la agresividad; era esa necesidad de Bakugo de dominar, de demostrar que era superior.

Shoto intentó mantener la calma, pero la frustración comenzaba a crecer en su interior. A pesar de su entrenamiento, a pesar de su paciencia, había algo en la forma en que Bakugo lo miraba, como si no valiera nada, que lo empujaba al límite.

—¿Qué pasa? —rugió Bakugo, con una explosión en cada mano—. ¿Ya te rendiste, bastardo? ¿O acaso te asustas tan fácil?

Shoto apretó los dientes. No es miedo, se dijo a sí mismo. Es frustración. No porque Bakugo fuera más fuerte físicamente, sino porque no dejaba de hablar, de provocarlo, como si todo fuera un maldito juego. Y lo peor era que, en el fondo, sabía que Bakugo no era tan diferente a él. Esa constante lucha por demostrar algo, por mantener una fachada dura… Solo que Bakugo lo hacía a su manera: explosiva y agresiva.

Compañeros (Bakutodo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora