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Jake salió temprano de la casa, dejando atrás el eco de la discusión de la mañana anterior. El aire fresco de la mañana le ofrecía un breve alivio mientras caminaba hacia la pastelería. El trabajo con su abuela se había convertido en su escape, una rutina que lo mantenía ocupado y que le daba un propósito claro, lejos de los conflictos familiares.

Cuando llegó a la pastelería, Miriam ya estaba allí, preparando los ingredientes para el día. La pastelería era pequeña pero acogedora, con el aroma de la masa recién horneada y el dulce olor del azúcar llenando el ambiente. Para Jake, ese aroma era un recordatorio de tiempos más simples, cuando era niño y Miriam le enseñaba a amasar.

—Hola, Jake —saludó Miriam con una sonrisa—. ¿Listo para un día ajetreado?

Jake asintió, sacando los utensilios y preparándose para el trabajo. Aunque no lo expresara abiertamente, agradecía la tranquilidad que sentía cuando trabajaba codo a codo con su abuela. En ese espacio, se sentía útil y valorado.

Mientras trabajaban, Miriam le lanzó una mirada cuidadosa, sabiendo que algo lo estaba molestando. Ella había sido testigo de la discusión que tuvo lugar esa mañana, y comprendía lo difícil que había sido para Jake.

—¿Todo bien, cariño? —preguntó suavemente.

Jake se detuvo por un momento. Sabía que no podía mentirle a su abuela. La discusión con Aiden y Ally seguía pesando en su mente, especialmente las palabras de Aiden sobre su vida personal.

—Tuvimos otra pelea esta mañana —admitió Jake, sin dejar de amasar el pan—. Aiden y Ally... bueno, las cosas se pusieron feas.

Miriam asintió, con una expresión de comprensión.

—Lo noté. No es fácil cuando las personas que más queremos son también las que más nos hieren.

Jake suspiró y continuó trabajando en silencio. En su mente, las palabras de Aiden resonaban con fuerza. "Siempre estás ahí para hacer todo perfecto en la pastelería, pero no puedes hacer nada bien en tu vida personal."

Se preguntaba si realmente estaba usando la pastelería como una excusa para evitar enfrentar sus propios problemas. Había dejado de lado su carrera como biólogo temporalmente, pero ¿era eso lo que realmente quería? O, como decía Aiden, ¿estaba huyendo de la realidad?

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El día avanzaba, y la pastelería comenzaba a llenarse de clientes, entre ellos caras conocidas y algunos nuevos. Mientras Miriam atendía a un cliente habitual, Jake notó la entrada de un hombre al que no había visto antes. Era alto, con el uniforme de policía aún puesto, y llevaba algunas cicatrices visibles en sus manos y en su rostro, que parecían contar historias de desafíos y enfrentamientos. El hombre tenía una expresión amistosa, y Jake sintió una curiosa mezcla de intriga y simpatía hacia él.

—Buenos días —dijo el hombre con una sonrisa—. He pasado frente a esta pastelería varias veces, pero es la primera vez que me decido a entrar. Me la recomendaron, y tenía que probar esos pasteles de los que todos hablan.

Jake sonrió, sintiendo una extraña pero agradable conexión con el hombre.

—Bienvenido. Espero que disfrutes lo que tenemos. ¿Algo en especial que te gustaría probar?

El hombre se rascó la barbilla, pensativo, antes de responder.

—Escuché que el pastel de zanahoria es famoso por aquí. Quizás podría empezar con uno de esos.

—Buena elección —respondió Jake, mientras preparaba la orden—. Soy Jake, por cierto. Trabajo aquí con mi abuela.

El hombre asintió, extendiendo la mano.

—Soy Tom. Trabajo como oficial de policía en el área. Encantado de conocerte.

Jake estrechó su mano y notó la firmeza de su apretón, así como las cicatrices que marcaban su piel. Era un gesto simple, pero de alguna manera lo hizo sentirse más presente, más consciente de la persona frente a él. Mientras Tom esperaba su pedido, se generó una conversación ligera.

—¿Cómo es trabajar aquí? —preguntó Tom—. Parece un lugar tranquilo, muy diferente a mi día a día.

Jake se rió, pensando en la ironía de su respuesta.

—Tranquilo, pero a veces puede ser más caótico de lo que parece —dijo, recordando las tensiones en casa. Sin embargo, decidió no entrar en detalles—. Pero sí, es un buen lugar para despejar la mente.

Tom sonrió, como si entendiera más de lo que Jake había dicho.

—A veces uno necesita esos lugares. Lugares que te permiten desconectar, aunque sea por un rato.

Jake asintió, encontrando en esas palabras un extraño consuelo.

—Aquí tienes tu pastel —dijo, entregándole la caja cuidadosamente envuelta.

Tom tomó la caja y sonrió una vez más.

—Gracias, Jake. Nos veremos pronto. Creo que me haré cliente habitual.

Jake lo vio salir, sintiendo una curiosa mezcla de alivio y expectativa. No era común que se sintiera tan cómodo hablando con alguien nuevo, pero algo en Tom le transmitía tranquilidad. Mientras Tom desaparecía por la puerta, Jake no pudo evitar sonreír para sí mismo.

✯𝐅𝐀𝐌𝐈𝐋𝐈𝐀 𝐃𝐄𝐒𝐕𝐄𝐍𝐓𝐔𝐑𝐀𝐃𝐀✯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora