Las lágimas no paraban de caer, resbalándose por mis mejillas hasta caer completamente. No sabía cómo había empezado, pero no podía parar de llorar en silencio, era como si mi cuerpo no pudiera contener nada más y tuviera que soltar algo, como una olla a presión. Intentaba secarme las lágrimas, pero resultaba en vano.
Yo estaba recién levantada, mi pelo revuelto, las sábanas revueltas y algún que otro cojín fuera de mi cama. Decidí dejar de aguantar lo que no podía, y sencillamente me dejé llorar, si estaba así era porque yo realmente lo necesitaba. Abracé a mi peluche, tumbada boca arriba mientras sollozaba los más bajo posible para no llamar la atención de mis abuelos en la casa.Últimamente, con tantas cosas en mi mente y que hacer, me sentía un poco inútil, no sabía por donde empezar y estaba abrumada. Para no molestar a nadie, esta mañana decidí quedarme en casa un poco más, no ir directamente a ver a los demás como hice los días anteriores. Hoy se suponía que íbamos a casa de Leo a comer, y la verdad que estaba un poco emocionada. No nos había contado nada de sus padres, y estaba emocionada, aunque lo que más me importaba era él. Su bienestar.
Esas cosas van de la mano, el amar a alguien y preocuparse por él. Perdonar errores y crecer de ellos. Escuchar atentamente, entender lo que el otro siente. Sonreir y contagiar alegría.
¿Reprimir el llanto y acumular el sufrimiento?
No quería que nada malo pasara, pero a veces cosas malas pasan sin que nosotros podamos hacer nada. No somos culpables por ello.
Suspiré, cerrando los ojos mientras abraza mi peluche, apretándolo entre mis brazos y contra mi pecho. Tenía la sensación de que algo malo estaba pasando, alguien lo estaba pasando mal, sufriendo. Sin abrir mis ojos,una de mis manos que abrazaba a mi amigo de felpa tocó el material de mi collar, yo inspiré profundamente, concentrándome, intentando visualizar los pensamientos del pelirrojo. No me sorprendió al no poder ver nada, ayer lo intenté también, sabía que algo malo le estaba pasando.
Abrí los ojos, mirando al techo mientras me limpiaba las últimas lágrimas. Tras fijarme unos segundos, pude distinguir la entrada a una buhardilla en el techo, pero estaba sellada, como si quisieran que nadie entrara. Me enderecé, sentándome en la cama, inspeccionando con curiosidad. ¿Y si había algo malo ahí? Pero también podría ser la solución a todos los problemas...
No perdía nada por intentarlo.
Tras hacer una montañita de cojines sobre mi cama y subirme a ella, con la punta de unas tijeras empecé a romper el papel que sellaba la entrada, era del mismo color del techo, aunque me había sorprendido no notarlo antes, teniendo en cuenta que he estado aquí unos días ya. ¿Había aparecido de la nada? ¿Alguien la había puesto ahí?
Terminé de romer el papel, revelando la entrada de madera. Tiré de el borde, y de la entrada del ático salió una escalera plegable de madera que acababa en el centro de mi habitación. Exhalé cansada, bajándome de la cama para caminar hasta los escalones de la escalera, que parecian un poco blandengues. Miré al rededor, mis abuelos estaban en el salón, en el piso de abajo, así que tras meditar unos momentos sobre la decisión que iba a tomar puse el primer pie en el escalón, un escalofrío recorrió mi cuerpo entero y dudé por un segundo.
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Estrellas de verano
Teen FictionAstrid se va de vacaciones a casa de sus abuelos en un pueblo casi desconocido a fuerza de su madre. Ahí conoce a gente que cambiará su vida por completo. Entre cosas fantásticas y que nunca podría haber imaginado hasta historias oscuras de las pers...