EPÍLOGO

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Hola.
Si eres miembro de mi familia y ves esto, POR FAVOR NO SIGAS LEYENDO 😭😭













"Diez inviernos, diez veranos, y todo parecía diferente. Excepto los ojos con los que miraba al mundo."










Después de dejar Centarsha, me di cuenta de que no me quedaba nada de Leo, excepto el regalo que me hizo. Me sentí una completa estúpida por no haberle pedido siquiera su número. Lo único que conservaba era la carta más bonita que jamás había leído y una flor, cuidadosamente guardada en un sobre plastificado, como si así pudiera protegerla de todo mal que quisiera estropearla... O al menos eso quería creer. A pesar de todo, al final de la carta había algo útil: su dirección. Solté un suspiro, un poco más tranquila, aunque el peso en mi pecho no desaparecía del todo.

El viaje de vuelta a Stellara, mi ciudad natal, fue un auténtico tormento. Si no estaba discutiendo con mi madre, estaba reprimiendo las lágrimas, arrepentida de no haberme quedado en Centarsha con Karenina y Kesha, bajo aquel verano que parecía no tener fin. La idea de quedarme con ellas me atraía más que volver a vivir con mi madre en Stellara. Allí, todo parecía prometer un comienzo desde cero: nuevos amigos, nuevos lugares por descubrir, un instituto diferente... y, por supuesto, Leo.

Pero no fue así. Y creo que...

... me arrepentiré por siempre.

Al principio, todo iba sorprendentemente bien. Leo y yo nos escribíamos cartas. Aunque no era lo mismo que hablar en persona, preferimos mantener esa conexión a través de las palabras escritas, en lugar de intercambiar números o hablar por teléfono. Éramos adolescentes enamorados, perdidos el uno en el otro, y aquello se sentía como algo mágico.

Sí, mágico. Extraordinario. Incluso divertido. Había algo especial en ver al cartero llegar con las cartas de Leo, sorprendido de que aún hubiera jóvenes que se enviaban cartas de verdad. Nos encontrábamos en medio de una era digital, pero para nosotros, recibir esas cartas a mano traía un aire de romanticismo y aventura que pocos entendían.

Sin embargo, como todo lo que empieza, también aquello llegó a su fin. Por alguna razón -tal vez el destino, o tal vez fuerzas más allá de nuestra comprensión- las cartas dejaron de llegar. Cada dos semanas, salía con la esperanza de encontrar algo en el buzón, y cada vez que lo encontraba vacío, mi corazón se rompía un poco más. A mis dieciséis años, esa ausencia me desmoronaba. No sé si, con el tiempo, fue algo positivo que me ayudó a crecer, alejándome de aquel dolor.

De Leo, del daño que ese verano me había causado el verano en sí, de las cosas que jamás debí haber visto... toda esa confusión y angustia. Tal vez, después de todo...

...¿fue lo mejor.?

Porque si algo sé, es que, siendo quien soy, podría haber caído en la desesperación si me hubiera aferrado a todos esos problemas que me atormentaban. Pero aun así, mi corazón seguía doliendo. Y yo sabía exactamente por qué...


A veces pienso que el silencio entre nosotros fue la respuesta más dolorosa, Leo.






El amor adolescente tiene una forma peculiar de quedarse grabado en el alma, incluso cuando los caminos se separan.





Viví los siguientes años de mi vida planteándome la idea de haberte aburrido, derramando cada lágrima de mi ser en tu honor hasta quedarme seca, intentando encontrar el motivo por el que, según yo, me dejaste sin más.

Habrías encontrado a alguien más, cansado de vivir con el peso de alguien como yo sobre ti, una chica que nunca supo cómo dejar ir sus inseguridades. Alguien más ligera, menos complicada. Y aunque jamás lo supe con certeza, esa posibilidad se fue asentando en mi mente, como un veneno que lentamente se infiltraba en cada rincón de mis pensamientos.

Estrellas de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora