Infierno, Nivel Nueve
Mason miró a su alrededor en cuanto terminó de bajar las escaleras, dio gracias a Satanás por no sentir dolor alguno, gracias a ello las rodillas no le dolían.
Ayla llegó tras él, sin aliento y pensando que en cualquier momento podría derretirse debido al calor que había en el nivel nueve. Saltó los dos últimos escalones, con emoción por haber llegado, solo que no calculó bien las distancias y cayó sobre Mason, en lugar de junto a él. Ambos cayeron al suelo, llamando la atención de algunos demonios, pero al darse cuenta de que se trataba de ellos y que tenían órdenes de no tocarlos, siguieron a lo suyo.
—¿Pero quieres matarme o qué? —se quejó Mason.
Él no entendía como un cuerpo tan pequeño podía hacerle tanto daño como ella se lo había hecho al caer sobre su cuerpo. Su contacto le estremeció. Ayla se había desprendido del jersey durante el nivel seis, quedándose con una camiseta de manga corta, y sentir ese contacto le hizo sentir algo que seguía sin saber de qué se trataba.
—Bueno, técnicamente ya estás muerto —Sonrió, inocente, Ayla, devolviéndole la broma que él siempre usaba cuando ella hacía o decía algo relacionada con estar viva.
Eso, por algún motivo, le estrujo el corazón y no pudo evitar soltar una carcajada ronca que acabó por erizar la piel de la chica. Mason lo notó pues sus manos seguían sobre sus brazos al descubierto.
—Te has erizado, rubita. —Susurró Mason.
Ayla se había perdido en sus ojos color miel y no había prestado atención a nada de su alrededor hasta que Mason habló en un susurro que le pareció de lo más sexy sobre su oído. Se preguntó si los fantasmas podrían sentir ese tipo de cosas, no se había informado mucho sobre el tema porque acabar allí encerrada ya la parecía suficiente tortura como para sumarla el informarse de cosas que, quizá, ella no quería saber.
—Rubita, ¿me estás escuchando?
—¡Iros a un hotel! —Gritó un fantasma, soltando una risa morbosa.
Eso hizo que Ayla reaccionara y se quitara de encima. Miró a su alrededor y se encontró con un fantasma pelirrojo, de mirada vacilante. El otro fantasma que había a su lado lo llamó por su nombre y entonces descubrió que lo conocía. Bueno, había oído hablar de él. Ese chico llegó unos meses más tarde que ella y escuchó a uno de su nivel decir que mató a toda su familia por puro placer, por eso se guardó todo lo que quería gritarle. No sabía de lo que podía ser capaz.
—Lo siento —se excusó Ayla—. Estaba tan ilusionada con haber conseguido llegar hasta aquí sanos y salvos, que no he controlado la distancia.
Mason sonrió de oreja a oreja.
Esa chica le parecía muy tierna y graciosa.
Espera, ¿acababa de pensar que le parecía tierna? Joder, para lo que se había quedado. Ni en vida pensó nada de eso sobre una chica y tenía que hacerlo en el puto infierno. Tenía que mantener la distancia con ella. En vida, ella no se parecía en nada a su tipo de chica, jamás se hubiera dirigido a ella.
—No me hubiera importado tenerte encima más tiempo, rubita. —Susurró.
«Se te da de maravilla mantener la distancia, tío» se dijo a sí mismo.
Se prometió que, después de haberle dicho tal cosa, sería un capullo con ella, como solía hacer, pero cuando vio cómo se sonrojaba por encima de las mejillas que ya tenía encendidas debido al calor, no pudo seguir con su cometido. La hubiera besado ahí mismo si no deseara con todas sus fuerzas salir de ahí y verla feliz. Ayudar a sus amigos y subir al jodido cielo. Mason no estaba seguro, pero creía que, al llegar al cielo, conseguiría recuperar la memoria y podría saber el motivo por el que acabó en el infierno. Lo deseaba casi tanto como se había dado cuenta que la deseaba a ella.
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La venganza de Las Calumnias
ParanormalEn esta novela corta todo puede salir mal y no creerás que no va a pasar porque aquí nada es lo que parece. Ve con ojo abierto y no confíes en nadie pues tu peor enemigo puede ser la persona que tienes a tu lado, esa que puede traicionarte sin dudar...