La dependencia hacia alguien es realmente errónea y peligrosa; puede llevarte a morir día tras día, no de manera física, sino espiritual. El apego excesivo a esa persona, con la esperanza de mantenerte a flote y escapar de la oscura soledad, aunque sea por breves intervalos, puede resultar devastador.
¿Vale la pena? Esa es la pregunta del millón de dólares. Para quienes realmente experimentan la gran calamidad, puede parecer que sí. Aferrarse a algo es comprensible; sin embargo, a menudo no se reflexiona sobre el tiempo de expiración de aquello de lo que se depende. Todos morimos, todos perdemos. Es una triste realidad de la lúgubre sociedad en la que vivimos.
Hay quienes viven sin compañía ni aprecio, pero no caen en la tentación de aferrarse a alguien. Su orgullo los mantiene cuerdos y prefieren morir con dignidad. ¿No es asombroso? Muchos no logran esto y se arrastran, sufriendo por personas que ni siquiera valdrían la pena. Sin embargo, ante los ojos agonizantes de los ilusos, esa es la persona que puede brindarles calor en el invierno mental o la luz que los guía en el laberinto mortal de la vida.
¿Qué prefieres? ¿Una dependencia que puede matar tu alma y tu cuerpo, o experimentar la soledad y conseguir a alguien, pero sin depender de esa persona? El tiempo es finito para nosotros; no cometas mi tonto error, chico.

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G.G.
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