La brisa ligera acariciaba las cortinas de seda, moviéndolas con gracia, mientras el sol vespertino se deslizaba suavemente por los tatamis del suelo. Tn estaba sentado, en calma, sosteniendo una delicada taza de té de porcelana en sus manos, el aroma del té verde impregnaba el aire, proporcionando una serenidad inusual. Frente a él, la mesa baja estaba dispuesta con elegancia, con tazas adicionales esperando, casi como si anticiparan la llegada de un visitante.
Tn, con la mirada distraída, observaba el vapor que se elevaba lentamente de su taza, sumergido en sus propios pensamientos, cuando el sonido casi imperceptible de la puerta corrediza de madera lo sacó de su ensueño. La puerta se deslizó sin esfuerzo, revelando la figura elegante y majestuosa de Ayato Kamisato, el heredero de la prestigiosa familia Kamisato.
TN: Ayato -dijo con una sonrisa leve, reconociendo a su viejo amigo mientras este entraba con su habitual aire de tranquilidad, como si el mundo siempre se moviera a su ritmo.
Ayato, con su característico porte regio, llevaba el kimono de su clan, impecable y de un azul y blanco profundo que reflejaba su estatus. Su sonrisa era suave, pero sus ojos astutos siempre parecían analizarlo todo.
Ayato: Tn, siempre tan relajado. -cerró la puerta tras de sí, avanzando hacia la mesa-. Veo que mantienes el buen hábito de disfrutar una taza de té en la hora perfecta.
TN:El té sabe mejor cuando se tiene buena compañía -replicó con una sonrisa traviesa, invitándolo a sentarse.
Ayato aceptó la invitación con gracia, sentándose frente a Tn, sirviéndose una taza sin necesidad de más palabras. La rutina entre ambos amigos era natural, construida a lo largo de los años. Comenzaron a hablar de temas triviales: los rumores del mercado de Ritou, los eventos recientes en la corte y la última edición de una obra de teatro kabuki que Ayato había patrocinado. La conversación fluía ligera, como la corriente de un río, sin prisas.
TN: Dime -preguntó, tomando un sorbo de su té- ¿Cómo van los asuntos en la Comisión Yashiro?
Ayato sonrió, pero detrás de sus ojos se adivinaba una sombra de seriedad.
Ayato: Ya sabes cómo es, siempre hay algo que requiere mi atención. Pero hoy no vine solo a hablar de trivialidades. -Ayato colocó su taza sobre la mesa, su tono más grave mientras lo miraba directamente a los ojos-. Encontré algo que necesita nuestra atención... o más bien, la tuya.
Tn arqueó una ceja, interesado, mientras se reclinaba ligeramente en su asiento.
TN: ¿Qué clase de problema te ha hecho buscarme esta vez?
Ayato: Tráfico de niños -dijo Ayato sin rodeos, su expresión endureciéndose. Sabía que la naturaleza del asunto requería sinceridad-
Ayato: Un grupo ha estado capturando a pequeños en los confines de Inazuma, escondiéndose en una isla remota, los sucesos recientes con el decreto han hecho que varios niños queden sin... familiares lo que ha ocasionado que estas cosas pasen.
Ayato: Su intención es sacarlos de la región... y no puedo permitir que esto continúe, y si te lo preguntas, no son de aquí.
TN: De otra nación, supongo.
Ayato: Sí, descubrimos que son un grupo más grande que trabaja en varias naciones, ya envíe una carta a los respectivos líderes.
Tn dejó la taza en la mesa lentamente, su mirada ahora seria. El tráfico de niños era una ofensa que no solo atentaba contra la ley, sino contra el corazón mismo de la justicia que ambos defendían.
TN: ¿Sabes algo más de ellos? -preguntó, su voz baja, pero cargada de determinación.
Ayato: He recibido informes sobre ellos. Una banda de forasteros, bien armada y organizada. No son simples contrabandistas, parecen tener experiencia en este tipo de operaciones.