Capítulo 7: El perdon

248 24 0
                                    



La mañana llegó silenciosa, iluminando el claro donde TN se había quedado dormido la noche anterior. Aún podía sentir el frío de la hierba bajo él, y el suave murmullo del viento entre los árboles le recordaba que estaba solo, pero sus pensamientos seguían nublados por los eventos recientes. Al incorporarse lentamente, su mirada se posó en el pequeño paquete que Arlecchino le había dejado. Las cartas, aún sin abrir, estaban ahí, esperándolo, como si supieran que tarde o temprano tendría que enfrentarse a lo que contenían.

Con manos temblorosas, TN tomó el paquete y comenzó a abrir una de las cartas. El primer mensaje era simple, escrito con una caligrafía torpe pero cargada de sinceridad:

"Gracias por salvarnos en Inazuma. No sabemos cómo agradecerte lo que hiciste. Eres nuestro héroe."

Las palabras, aunque infantiles, perforaron su corazón. TN dejó escapar un suspiro, sintiendo una mezcla de amargura y ternura. Cada carta que leía era un recordatorio de su pasado, de lo que había hecho, no solo como miembro de los Fatui, sino también como alguien que había intentado, de alguna manera, hacer algo bueno en ese oscuro capítulo de su vida. Los niños le agradecían por haberlos salvado, por haber arriesgado su vida en Inazuma, y por haber sido, en su momento, su protector.

Pero a pesar de esas cartas de agradecimiento, no podía ignorar lo que había sucedido la noche anterior. La imagen de los rostros de Aether y Paimon cuando descubrieron su conexión con los Fatui lo atormentaba. Ver la decepción en los ojos de Aether, un compañero de batalla, un amigo, había sido devastador. La culpa y el dolor lo asfixiaban, y aunque sabía que había hecho lo correcto al abandonar a los Fatui, no podía evitar sentirse como un traidor, no solo a ellos, sino también a quienes confiaban en él ahora.

Mientras tanto, en un lugar lejano, Arlecchino viajaba hacia Snezhnaya. El paisaje helado de su tierra natal comenzaba a hacerse visible a lo lejos, pero sus pensamientos no estaban en su misión. No podía dejar de pensar en lo que TN le había dicho la noche anterior, en cómo había logrado tocar una fibra tan sensible dentro de ella.

El recuerdo de aquella discusión resonaba en su mente: TN le había reprochado su odio, su rechazo hacia su propio poder, y aunque ella lo había desafiado en ese momento, ahora, en la fría soledad de su viaje, comenzaba a darse cuenta de que había una verdad incómoda en sus palabras.

Los recuerdos de su infancia, aquellos que había tratado de enterrar durante tantos años, comenzaron a resurgir. Recordó a la pequeña niña que había sido, sola y asustada, temiendo el poder que ardía en su interior. Arlecchino había aprendido a vivir con ese dolor, a utilizarlo como un arma, pero nunca había dejado de sentir que ese poder era una maldición, algo que la apartaba del mundo, que la hacía diferente.

Fue entonces cuando recordó algo que había olvidado durante mucho tiempo. Cuando era niña, había sido salvada por un hombre, un extraño que la encontró herida y sola. Él no solo la había rescatado físicamente, sino que también le había dicho algo que, en ese momento, no comprendió del todo.

Arlecchino (niña): Mi poder... me duele, me quema. -había dicho con lágrimas en los ojos, mostrando sus manos marcadas por las llamas que no podía controlar.

El hombre, cuyo rostro ahora comenzaba a tomar forma en sus recuerdos, la había mirado con una calma y comprensión que la había desconcertado en ese momento.

Hombre: No deberías odiar ese poder. -había dicho con suavidad- Ese poder te hace especial, y puede ser una herramienta para salvar a otros. Odiarlo solo te llevará a un camino de oscuridad, uno en el que te perderás buscando algo a lo que culpar. No dejes que eso suceda.

Arlecchino, en su juventud e ingenuidad, había rechazado esas palabras. Pero ahora, tantos años después, esas mismas palabras resonaban con una claridad abrumadora. Ese hombre... había sido TN. El mismo hombre al que había confrontado la noche anterior, el mismo que había provocado que su furia y dolor afloraran, había sido quien, cuando era una niña, la había salvado no solo de sus heridas físicas, sino también de las emocionales.

Entre Sombras Y LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora