El sol brillaba intensamente sobre Los Ángeles, llenando el aire de calor y luz. Sophia Buckley decidió aprovechar un pequeño respiro en su apretada agenda y se dirigió a la estación 118, un lugar que siempre había sido su refugio y fuente de alegría.
Al llegar, el bullicio de risas y bromas la recibió de inmediato. Hen y Chimney la vieron primero, iluminando el ambiente con sus sonrisas amplias.
En ese momento, Bobby apareció, y al ver a Sophia, su rostro se iluminó. Sin dudarlo, la envolvió en un abrazo cálido y reconfortante.
—Hola, pequeña—dijo, su voz rebosante de cariño.
Sophia sonrió, sintiendo ese apoyo paternal que Bobby había asumido en su vida, dándole una sensación de seguridad.
Buck irrumpió poco después, hablando emocionado sobre el calendario de bomberos. Al darse cuenta de que su hermana estaba allí, se acercó y le dio un suave beso en la frente.
—¡Hola, hermana! —dijo, radiante—. ¿Listos para ver quién es el más guapo del equipo?
Hen no perdió tiempo y comenzó a criticar el calendario, mientras los tres hombres discutían quién participaría en el concurso. Buck, con su habitual confianza, proclamó que él sería el ganador.
—¡Yo tengo esto en la bolsa! —dijo, apuntando hacia su reflejo en una ventana.
De repente, Chimney interrumpió, mirando hacia la entrada. — Ese es un hombre guapo
Todos se giraron, y cuando Sophia lo hizo, sus ojos se encontraron con un hombre que parecía salido de un sueño. Un hombre estaba allí, su presencia era magnética. Sophia juró que era el hombre más hermoso que había visto jamás.
—¡Tiene algo, y eso que no es chica! —dijo Hen, admirando a Eddie con un brillo en los ojos.
Sophia, aturdida, se sintió sin palabras. Todo en él irradiaba una calidez que la dejaba sin aliento. El cuerpo de Eddie parecía gritar la palabra "caliente". Justo entonces, Buck, con una mezcla de sorpresa y celos, preguntó:
—¿Quién rayos es ese?
—Es Eddie Díaz, un nuevo bombero —respondió Bobby, con una voz que no dejaba lugar a dudas sobre el respeto que sentía por él.
Mientras los chicos se acercaban a presentarse, Buck y Sophia se quedaron un momento solos. Ella, al ver la hora en su celular, se dio cuenta de que tenía que volver a clases.
—Sé amable —le dijo a Buck, sonriendo—. Me presentaré luego.
Él le devolvió la sonrisa, dándole un ligero asentimiento. Sophia salió de la estación, sintiendo una mezcla de emociones mientras se dirigía a su auto. Subió, puso el motor en marcha y condujo hacia la escuela, con la imagen de Eddie aún presente en su mente.
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Unos días después, Sophia se encontraba en su apartamento, sentada en el sillón con un plato de comida chatarra a su lado, absorta en una serie que apenas seguía. El ruido de la televisión llenaba el espacio vacío, pero su mente divagaba, perdida en pensamientos.
De repente, su celular vibró en la mesa, interrumpiendo su ensimismamiento. Al mirarlo, vio un mensaje de Buck que decía: "Maddie regresó." La noticia la golpeó como un balde de agua fría, y su corazón se detuvo por un instante.
Sin pensarlo, arrojó el celular hacia el otro lado del sofá. No quería saber de eso, no quería enfrentarse a lo que significaba. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que vio a Maddie, prácticamente cuatro años, desde la semana siguiente a su regreso a Estados Unidos. La idea de su vuelta la llenó de ansiedad.
Con un suspiro, apagó la televisión, dejando el cuarto sumido en un silencio incómodo. Se levantó, sintiendo el peso de la confusión y la tristeza, y se dirigió a su habitación. Cerró la puerta tras de sí y se dejó caer sobre la cama, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a asomarse.
Con la cara enterrada en la almohada, Sophia se tapó la cabeza con los brazos. No quería pensar, no quería recordar. La imagen de Maddie y todas las emociones que eso traía le parecían abrumadoras. Había pasado tanto tiempo tratando de reconstruir su vida en Los Ángeles, y ahora, con la vuelta de su hermana y su esposo, temía que todo lo que había construido se desmoronara.
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Al día siguiente, Sophia llegó a la estación 118 con una furia contenida que apenas podía disimular. Desde lejos, vio a Buck discutiendo acaloradamente con Eddie, su tono de voz elevado resonando en el aire. Pero cuando Chimney la vio, sonrió y levantó la mano en señal de saludo, interrumpiendo la discusión entre los dos hombres.
Buck y Eddie se volvieron a mirarla, y por un momento, el ambiente se tranquilizó. Eddie quedó hipnotizado por la belleza de Sophia, pero su expresión cambió rápidamente a sorpresa y un toque de asombro al verla entrar furiosa.
Cuando Sophia se acercó a Buck, él sintió un escalofrío de preocupación recorrer su cuerpo. Ella respiró hondo, conteniendo la rabia, y preguntó:
—¿Cómo que Maddie regresó? ¿Así, de un día para otro? Después de años sin contactarse, y con el idiota de Doug. ¿Los estás dejando quedarse contigo? ¡Tengo que matar a ese idiota!
Buck, sintiendo la necesidad de calmarla, le tomó las manos y la miró a los ojos.
—Sophia, Maddie regresó, pero sola. Dejó a Doug.
Sophia lo miró, buscando la verdad en sus ojos. Cuando él asintió, sintió una oleada de alivio que la invadió. Con una sonrisa, se lanzó a abrazar a su hermano, un gesto que sorprendió a Chimney y a Eddie, quienes observaban sin entender.
Después del abrazo, Sophia se acomodó el cabello y miró a Eddie, con una expresión más tranquila.
—No era la forma en la que quería presentarme. Te vi el otro día, pero tuve que irme. Me presento: soy Sophia Buckley, la hermana menor de Buck y Maddie. Es un placer conocerte.
Extendió su mano, y Eddie, atrapado por su sonrisa, tomó su mano en un saludo firme. Ambos se miraron por un instante, perdiéndose en la conexión que comenzaba a formarse entre ellos. Fue Chimney quien los devolvió a la realidad.
—Bueno, finalmente conociste a nuestra protegida. Sophie es importante para todos, es hermosa, inteligente, buena, cocina bien. Es amada por todos. Los niños y adolescentes la adoran. Es perfecta, la Buckley pequeña.
Eddie sonrió y dijo: —Prácticamente sos perfecta.
—Así que te gustan los niños —continuó, curioso.
—Sí, soy maestra y profesora, así que vivo rodeada de pequeños y adolescentes —respondió Sophia con orgullo.
—Wow, realmente eres maravillosa —dijo Eddie, genuinamente impresionado.
Buck, sintiéndose un poco celoso por la interacción entre su hermana y Eddie, intervino rápidamente:
—Sí, lo es, porque me tiene de hermano.
Pero tanto Sophia como Eddie ignoraron su comentario, provocando una risa de Chimney.
Eddie, con una mirada curiosa, le preguntó: —Rodeada de tantos niños, ¿no te dan ganas de tener uno?
Al escuchar esto, Sophia volvió a la realidad. Con una expresión seria, respondió de manera abrupta:
—Olvidé que tengo trabajo que hacer. Lo siento, tengo que irme.
Soltó la mano de Eddie, y antes de que él pudiera decir algo, se alejó rápidamente. Buck la siguió, preocupado.
—¿Estás bien? ¿Necesitas mi compañía?
—No, estaré bien. Solo necesito estar sola. No quiero que Eddie se preocupe por mi reacción —sonrió, pero su expresión era distante mientras se dirigía hacia la salida.
Buck regresó a la estación, mirando a Eddie con una mezcla de advertencia y comprensión.
—Hay cosas que no se pueden preguntar a las personas —dijo, dejando a Eddie con una expresión confusa.
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Entre Llamas y Destinos (Eddie Diaz)(911)
FanfictionSophia Buckley siempre ha sido la fuerza tranquila en la vida de su hermano Buck y el equipo de la estación 118. Como profesora de español, ha construido una carrera sólida y ha encontrado un lugar donde sentirse parte de algo. Todo cambia cuando co...