Capítulo 3: Rindiéndose al Deseo

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Los días siguientes, la rutina en el gimnasio se volvió un campo de batalla silencioso entre Tzuyu y Mina. Cada vez que Mina llegaba, su presencia era imposible de ignorar. Los susurros, las miradas prolongadas y los roces "inocentes" llenaban el aire de una tensión que ambos sabían a dónde podía llevar. Y aunque Tzuyu seguía manteniendo una fachada de profesionalismo, por dentro estaba al borde de rendirse a algo que no podía controlar.

Era un viernes por la tarde cuando las cosas finalmente llegaron a un punto de quiebre. El gimnasio estaba casi vacío, algo inusual, y Tzuyu había aprovechado para terminar antes de lo habitual. Mientras recogía sus cosas, Mina apareció de la nada, vestida con su ropa deportiva habitual, pero esta vez había algo diferente en ella. Sus ojos estaban más oscuros, y su sonrisa más sugerente.

— Llegas tarde, — comentó Tzuyu, intentando sonar desapegada.

— Me gusta dejar lo mejor para el final, — replicó Mina con una risa suave, acercándose peligrosamente a Tzuyu.

Tzuyu sabía lo que estaba pasando. Sabía que Mina no estaba allí solo para entrenar. Pero esta vez, algo en ella, algo profundo y reprimido, decidió no resistirse. Se encontraba en el límite de sus emociones, y ya no podía fingir que no sentía lo mismo.

— ¿Qué es lo que realmente quieres, Mina? — preguntó Tzuyu finalmente, sus palabras saliendo con una mezcla de frustración y deseo.

Mina, sin dejar de sonreír, se acercó aún más, hasta que estuvo a escasos centímetros del rostro de Tzuyu.

— Sabes exactamente lo que quiero, — susurró, dejando que sus dedos rozaran el brazo de Tzuyu con una lentitud provocadora—. Y lo quieres tanto como yo.

Tzuyu tragó saliva, sus músculos tensos por la proximidad de Mina. La batalla interna que había librado durante semanas se rompió en ese momento. Todas las razones por las que debía mantenerse alejada, las reglas que se había impuesto, comenzaron a desvanecerse en el calor del momento.

Antes de que pudiera detenerse, Tzuyu se inclinó hacia Mina, atrapando sus labios en un beso hambriento y lleno de la tensión que había estado acumulando desde el primer día que la vio. Mina respondió de inmediato, su cuerpo presionándose contra el de Tzuyu, como si todo lo que había deseado estuviera sucediendo al fin.

El beso fue intenso, sus manos recorriendo los cuerpos del otro con urgencia. Tzuyu, sintiendo el fuego crecer dentro de ella, empujó a Mina contra la pared del gimnasio, sin romper el contacto entre sus labios. Los suspiros de Mina llenaron el aire mientras sus manos se deslizaban por la espalda de Tzuyu, tirando de su camiseta con una necesidad palpable.

— Sabía que no podrías resistirte, — jadeó Mina entre besos, sus ojos brillando con una mezcla de triunfo y deseo.

Tzuyu no respondió, no con palabras. En su lugar, sus manos comenzaron a explorar el cuerpo de Mina, sintiendo cada curva que había tratado de ignorar durante semanas. Era como si todo lo que había reprimido estallara de golpe, y ahora, con Mina en sus brazos, no podía detenerse.

Mina soltó un gemido cuando Tzuyu, con una firmeza controlada, deslizó su mano por debajo de la ropa deportiva de la chica, sintiendo su piel caliente y suave al contacto. Todo en ese momento era una mezcla de lujuria y necesidad, una tormenta de emociones que las arrastraba sin retorno.

Tzuyu sabía que esto no estaba bien, que estaban rompiendo todas las reglas que había establecido para sí misma. Pero en ese instante, mientras Mina se rendía a sus caricias, ninguna de las dos quería detenerse. El gimnasio, normalmente un espacio de disciplina y esfuerzo físico, se había convertido en su propio campo de tentación y deseo.

— Esto es... — murmuró Mina, sus palabras entrecortadas por la intensidad del momento—. Esto es exactamente lo que quería.

Tzuyu la miró, sus ojos oscuros brillando con la misma intensidad.

— Y ahora es mío, — respondió Tzuyu, su voz ronca mientras sus manos exploraban cada rincón de Mina.

Lo que había comenzado como un simple juego de seducción se había convertido en algo mucho más peligroso. El control que Tzuyu había tenido sobre sí misma se había roto por completo, y ahora, con Mina entre sus brazos, no había vuelta atrás.

Ambas sabían que lo que estaban haciendo iba más allá de una simple atracción física. Era una conexión profunda, alimentada por semanas de tensión y deseo reprimido. Y mientras el gimnasio se llenaba de sus suspiros y caricias, ambas se dieron cuenta de que habían cruzado un límite del que no podían regresar.

"Diet o SexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora