Capítulo 5: La Confusión del Deseo

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El siguiente día, Tzuyu llegó al gimnasio con la cabeza llena de pensamientos contradictorios. El recuerdo de lo sucedido con Mina la noche anterior no dejaba de atormentarla. La mezcla de deseo, culpa y confusión era algo que no podía sacudirse fácilmente. Cada vez que cerraba los ojos, podía sentir los labios de Mina, el calor de su cuerpo, la urgencia de sus caricias. Y aunque parte de ella sabía que tenía que poner fin a todo esto, otra parte más fuerte no podía evitar querer más.

Cuando Mina llegó al gimnasio esa tarde, parecía completamente relajada. Saludó a Tzuyu con una sonrisa traviesa, como si nada inusual hubiera pasado entre ellas. Tzuyu, por su parte, intentó mantener su distancia, recordándose a sí misma que debía recuperar el control de la situación. Pero la actitud relajada y despreocupada de Mina hacía que fuera más difícil de lo que esperaba.

— ¿Lista para nuestra sesión? — preguntó Mina, con esa sonrisa juguetona que había aprendido a leer tan bien.

Tzuyu asintió, intentando mantener la compostura. Comenzaron con los ejercicios habituales, manteniendo la rutina estricta y profesional. Sin embargo, el ambiente estaba cargado de una tensión palpable, una electricidad que ambas podían sentir, aunque ninguna quisiera admitirlo.

Mientras Mina levantaba pesas bajo la atenta mirada de Tzuyu, sus ojos se encontraron brevemente. En ese instante, el gimnasio pareció detenerse. Ninguna de las dos podía escapar de lo que estaba ocurriendo entre ellas. Y aunque Tzuyu intentaba concentrarse en su trabajo, cada mirada, cada susurro de Mina la desarmaba un poco más.

— ¿Sabes? — comenzó Mina, rompiendo el silencio—. He estado pensando en lo que pasó ayer.

Tzuyu sintió que su corazón se aceleraba, pero no respondió de inmediato. En cambio, se concentró en corregir la postura de Mina mientras realizaba el ejercicio. Pero el contacto físico hizo que el calor subiera rápidamente en su cuerpo.

— Deberíamos olvidarlo, — dijo Tzuyu finalmente, en un intento débil de poner un alto a lo que sabía que estaba por venir.

Mina soltó una pequeña risa y se giró hacia ella, dejando caer las pesas con un leve sonido metálico.

— ¿Olvidarlo? ¿Es eso lo que realmente quieres, Tzuyu? — preguntó Mina, su voz suave pero cargada de insinuación.

Tzuyu intentó apartarse, pero Mina dio un paso hacia ella, acortando la distancia entre ambas. Sus ojos oscuros brillaban con una mezcla de deseo y desafío, como si estuviera retando a Tzuyu a negarlo.

— No sé qué quiero, — admitió Tzuyu, finalmente dejando salir la verdad que había estado reprimiendo durante días.

Mina sonrió, esa sonrisa que Tzuyu conocía demasiado bien. Sin decir nada, se acercó aún más, y antes de que Tzuyu pudiera reaccionar, los labios de Mina estaban sobre los suyos otra vez. Esta vez el beso fue más suave, pero igualmente intenso, como si ambas supieran que estaban caminando por un borde peligroso del cual ya no podían retroceder.

— Te ves tan seria todo el tiempo, — susurró Mina, con sus labios rozando los de Tzuyu—. Pero sé que dentro de ti hay algo más. Algo que solo yo puedo sacar.

Las palabras de Mina golpearon profundamente en Tzuyu, quien sentía cómo su control se desvanecía una vez más. Sabía que esto estaba mal, que estaban cruzando límites que no deberían, pero en ese momento, lo único que importaba era el calor del cuerpo de Mina junto al suyo.

— Esto no puede seguir así, Mina, — dijo Tzuyu, aunque no había convicción en sus palabras.

— ¿Por qué no? — respondió Mina, deslizando sus manos por los brazos de Tzuyu, provocando una oleada de sensaciones en su piel—. Nadie tiene por qué saberlo. Solo somos tú y yo.

Tzuyu cerró los ojos, luchando contra los deseos que la invadían. Mina era como una tormenta imparable, desatando emociones que ni siquiera sabía que tenía. Y aunque intentaba resistir, sabía que ya había perdido esa batalla desde el principio.

— Estoy jugando con fuego, — murmuró Tzuyu, más para sí misma que para Mina.

Mina sonrió, mordiéndose el labio ligeramente mientras observaba cómo Tzuyu bajaba la guardia poco a poco.

— A veces, el fuego es lo único que nos mantiene vivos, — respondió con un tono sugerente.

Tzuyu no pudo contenerse más. La tensión entre ellas era demasiado intensa, demasiado potente para ignorarla. Sus labios se encontraron de nuevo, esta vez con más urgencia. El gimnasio desapareció a su alrededor, y el único sonido que se escuchaba era el de su respiración acelerada y los latidos de su corazón.

Pero justo cuando todo parecía descontrolarse de nuevo, el sonido de una puerta abriéndose resonó en el gimnasio. Tzuyu y Mina se separaron de golpe, mirando hacia la entrada. Una de las entrenadoras del gimnasio había llegado temprano para su turno nocturno. Ambas chicas se miraron, conscientes de lo cerca que habían estado de ser descubiertas.

— Esto es peligroso, — murmuró Tzuyu, mirando a Mina con una mezcla de deseo y advertencia.

Mina solo sonrió, una sonrisa traviesa que dejaba claro que para ella, el peligro solo hacía que todo fuera más emocionante.

— Lo sé, — respondió, antes de recoger su toalla y marcharse sin decir una palabra más.

Tzuyu se quedó allí, con el corazón aún acelerado, sabiendo que había caído en una trampa de la que ahora no estaba segura si quería escapar.

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