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Cuando Henry recogió a los niños, Michael se acercó a la ventana del conductor, apoyándose con una expresión tranquila, y mencionó que iría a ver a Mark y Fred al hospital antes de que terminara el horario de visitas. Henry lo miró con curiosidad y aceptó la idea, ofreciendo llevarlo.

—¿Por qué irías a verlos? —intervino Elizabeth, algo desconcertada— Se pelearon hace poco, ¿no?

Michael, con una sonrisa algo forzada, respondió, sabiendo a qué pelea se refería su hermana:

—Quiero saber si están bien. Dicen que lo que les pasó fue violento.

Elizabeth murmuró, claramente molesta

—Se lo merecen.

Henry, con un tono amable, le corrigió

—No está bien desearles mal a los demás, Liz.

Michael subió al asiento del copiloto, aún pensando en la situación. Fue entonces cuando sintió una mano tocarle el hombro suavemente. Era Charlie, quien desde el asiento trasero le preguntaba con interés

—¿Qué sabes del incidente, Mike?

Michael miró a Henry por el retrovisor, buscando aprobación. Henry asintió con calma, dándole permiso para contarles suavemente lo que sabía, ya que él también estaba interesado en escuchar más detalles.

—Bueno —comenzó Michael, hablando con un tono moderado— hay rumores en la escuela. Se dice que probablemente los chicos de curso superior fueron los responsables. Nadie sabe exactamente quién, pero parece que no fue algo casual. Los encontraron en muy mal estado, pero no han podido decir nada hasta ahora.

Henry escuchaba atentamente, mientras Charlie lo observaba con una mezcla de curiosidad y preocupación. Michael, consciente de lo que realmente había sucedido, mantuvo su historia lo más vaga posible, sin dejar que sus emociones traicionaran lo que realmente sentía.

Cuando Evan, con su inocente curiosidad, preguntó —¿Es verdad que tienen los huesos rotros?

Michael tosió incómodo antes de responder

—Eso es lo que escuché, pero lo sabré con certeza cuando los vea en el hospital.

Henry, queriendo inculcar un poco de sabiduría, murmuró

—Por eso no hay que pelearse.

Michael lo miró de reojo, sabiendo perfectamente que Henry sospechaba de él, pero también sabiendo que no tenía pruebas concretas para acusarlo. Había una tensión silenciosa entre los dos, una especie de acuerdo tácito de que las sospechas existían, pero sin ser abordadas directamente.

Henry, con un suspiro, estacionó el coche frente al hospital y dijo con calma

—Sé amable con ellos, Michael.

Michael lo miró sorprendido, fingiendo un tono ofendido y falso

—¿Acaso crees que fui yo?

Antes de que Henry pudiera responder, Elizabeth saltó en defensa de su hermano

—Aunque esos chicos se lo merecían, ¡Mikeno podría haber hecho algo así!

Charlie, siempre la más sensata, también defendió a Michael

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