Celos

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El bullicio del Arcade resonaba con luces brillantes y sonidos de máquinas de videojuegos a todo volumen. Izuku y Rumi habían decidido tomarse un día libre para relajarse un poco después de las últimas misiones. Los dos caminaban juntos por los pasillos del lugar, observando las máquinas y juegos con una emoción compartida que casi parecía infantil.

—¿Qué te parece si jugamos algo de disparos? —preguntó Rumi con una sonrisa competitiva, cruzando sus brazos mientras lo miraba desafiante.

Izuku rió suavemente, sabiendo que ella siempre intentaba convertir cualquier cosa en un desafío.

—Seguro, pero no te enojes cuando gane —bromeó, guiñándole un ojo.

—¡Ja! —rió Rumi—. Eres tú el que va a necesitar consuelo cuando te derrote.

Antes de que pudieran empezar, Rumi decidió que iría a comprar algo de comer para ambos.

—Voy por unas papas y refrescos, no tardo —dijo ella, despidiéndose con un gesto rápido antes de perderse entre la multitud.

Izuku asintió y la observó alejarse. El lugar estaba lleno de gente y él se quedó en uno de los pasillos mirando algunos juegos, esperando que Rumi volviera.

Sin embargo, unos minutos después, dos figuras familiares se acercaron. Nemuri Kayama, también conocida como Midnight, y Ryuko Tatsuma, la Dragoon Hero, caminaban hacia él con sonrisas traviesas en el rostro.

—Vaya, vaya, ¿pero a quién tenemos aquí? —dijo Nemuri con su tono seductor característico, sus ojos brillando con picardía—. Si no es el joven Midoriya.

Ryuko, a su lado, también lo observaba con una sonrisa.

—Siempre es un placer verte, Izuku —añadió Ryuko, inclinándose ligeramente hacia él.

Izuku se sintió de inmediato incómodo. Sabía que Nemuri y Ryuko tenían una forma juguetona de tratar con la gente, pero ahora que estaba con Rumi, su forma de interactuar se sentía diferente. Se rascó la nuca, nervioso.

—Eh... Hola, Nemuri, Ryuko —respondió Izuku, intentando sonar tranquilo, pero notando el sudor en su frente.

Nemuri, con su mirada pícara, dio un paso más cerca. Su perfume dulce y embriagador llenó el aire mientras se inclinaba hacia él, demasiado cerca para su comodidad.

—¿Qué haces por aquí solito, Izuku? —preguntó, su voz baja y sugerente, mientras acariciaba ligeramente su hombro—. Una cara tan linda como la tuya no debería estar tan sola...

Izuku dio un pequeño paso atrás, sintiendo cómo su rostro se calentaba. Sabía que Nemuri solía bromear así, pero esta vez se sentía diferente, especialmente porque Rumi no estaba cerca. Su corazón latía rápido, no por el coqueteo, sino por el miedo a que Rumi viera algo que no era lo que parecía.

—Ah... en realidad, estoy aquí con Rumi... —dijo rápidamente, esperando que eso disuadiera a Nemuri.

—Oh, con Rumi —dijo Ryuko con una ligera sonrisa, pero sus ojos no mostraban signos de detenerse—. Aunque, Midoriya, debo decir que has crecido mucho desde la última vez que te vi. Más alto, más fuerte... —su tono era suave, casi juguetón—. ¿Estás seguro de que puedes manejar todo eso tú solo?

Izuku tragó saliva. Se sentía atrapado. Ambas heroínas lo estaban observando con una intensidad que nunca había experimentado antes. Aunque sabía que probablemente solo estaban jugando, la situación se volvía cada vez más incómoda para él.

—Sí, Rumi debería estar volviendo en cualquier momento —dijo, deseando que apareciera pronto. Sabía que su incomodidad estaba empezando a ser demasiado evidente.

Nemuri se rió suavemente, colocando una mano en su brazo.

—Vamos, Izuku, no seas tan tímido. Sabes que siempre puedes divertirte un poco antes de que ella regrese. ¿O acaso Rumi te tiene demasiado controlado?

La presión en el pecho de Izuku aumentaba. Él adoraba a Rumi y no podía soportar que alguien insinuara lo contrario. Estaba a punto de responder cuando, de repente, sintió una presencia detrás de él.

—¿Qué está pasando aquí? —dijo la voz firme y un tanto fría de Rumi.

Izuku sintió un alivio inmediato al escuchar su voz. Giró rápidamente para verla, y Rumi estaba ahí, de pie con las bolsas de comida en las manos, sus orejas moviéndose ligeramente con irritación. Sus ojos escanearon rápidamente la escena, enfocándose en cómo Nemuri estaba cerca de Izuku, demasiado cerca para su gusto.

Nemuri soltó una risita, claramente disfrutando de la situación.

—Oh, Rumi, solo estábamos charlando un poco con tu chico. Nada de qué preocuparse.

Ryuko, aunque un poco más discreta, también sonrió.

—Sí, Midoriya estaba siendo todo un caballero.

Izuku, visiblemente incómodo, intentó dar un paso hacia Rumi, pero antes de que pudiera decir algo, ella dejó las bolsas en el suelo y, sin dudarlo, se acercó a él. Con una firmeza que no dejaba lugar a dudas, Rumi pasó un brazo alrededor de su cuello y lo atrajo hacia ella, plantándole un beso largo y profundo en los labios.

El beso fue intenso, lleno de un mensaje claro: Izuku era suyo, y no iba a dejar que ninguna otra mujer, fuera quien fuera, se interpusiera entre ellos.

Cuando se separaron, Rumi lo miró con una sonrisa confiada antes de dirigir su mirada hacia Nemuri y Ryuko, quienes parecían un tanto sorprendidas, pero también entretenidas.

—Espero que lo disfruten mientras dura —dijo Rumi con un tono casual, aunque sus palabras eran afiladas.

Nemuri levantó las manos en señal de rendición, riendo.

—Tranquila, tranquila, Rumi. Solo estábamos bromeando. Está claro que él es todo tuyo.

Ryuko asintió, aún sonriendo.

—Nos vamos. No queremos más problemas con la coneja más fuerte de Japón.

Ambas heroínas se despidieron con un gesto, y Rumi las vio alejarse antes de volver a mirar a Izuku, quien aún parecía sorprendido por lo que acababa de suceder.

—¿Estás bien? —le preguntó, suavizando su tono mientras acariciaba su rostro.

Izuku asintió rápidamente, sintiéndose aliviado de que la situación incómoda hubiera terminado.

—Sí... solo... estaba esperando que volvieras.

Rumi sonrió y lo abrazó, esta vez con más suavidad.

—Lo sé. Solo estaba asegurándome de que esas dos supieran con quién estás —le dio un pequeño golpe en el hombro—. Ahora, vamos a disfrutar de nuestros juegos. Tienes que derrotarme en las máquinas, ¿recuerdas?

Izuku sonrió, sintiendo una mezcla de amor y gratitud hacia Rumi. Sabía que ella lo protegía tanto como él la protegía a ella, y en ese momento, se sintió más cerca de ella que nunca.

Con la incomodidad ya superada, ambos caminaron de regreso al Arcade, listos para disfrutar el resto del día juntos, sin más interrupciones.

Un poco de suerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora