Personas del pasado

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La mañana había sido tranquila para Rumi y Izuku. Ambos habían patrullado juntos durante algunas horas, atrapando pequeños criminales y asegurándose de que las calles estuvieran seguras. Después de la rutina diaria de héroes, Izuku volvió a su otra responsabilidad que era su cafetería. Como siempre, abriría el local y recibiría a los clientes con la sonrisa cálida y amable que lo caracterizaba.

Rumi, por su parte, decidió continuar patrullando un poco más. Sabía lo mucho que Izuku disfrutaba de la cafetería, y aunque le gustaba ayudarlo, también le encantaba ver cómo él brillaba en su propio espacio.

Algunas horas más tarde, el negocio estaba más lleno de lo habitual. El flujo de clientes era constante, y tanto Izuku como Rumi se aseguraban de que todo marchara bien. Las risas y las charlas llenaban el ambiente. Pero entonces, algo cambió.

Izuku estaba sirviendo una bebida cuando la vio. Entre la fila de clientes, una cara conocida apareció de repente: Ochaco Uraraka. Su exnovia.

Izuku se quedó inmóvil por un segundo, su mente viajando hacia atrás en el tiempo. Ochaco no lo había notado aún, pero él sí. Ella lucía igual que siempre, con esa expresión amable y una energía radiante. Sin embargo, algo en su presencia hizo que el corazón de Izuku se acelerara de manera extraña.

Justo en ese momento, Rumi entró desde el fondo, cargando una bandeja de platos limpios. Cuando notó el rostro de Izuku pálido y con los ojos abiertos como platos, inmediatamente se preocupó.

—Izuku, ¿qué pasa? —le preguntó en voz baja, mirándolo con preocupación.

Él sacudió la cabeza rápidamente, intentando sonreír de manera torpe.

—Nada... Nada... Solo... iré a hacer los cafés. ¿Podrías atender a los clientes un momento?

Rumi lo observó con una ceja levantada, claramente sospechando que algo no estaba bien, pero decidió no presionar en ese momento. Asintió, tomando su lugar en el mostrador para seguir atendiendo a los clientes.

Mientras Rumi atendía, Izuku se dirigió a la máquina de café, pero sus manos temblaban ligeramente. Sentía una presión incómoda en el pecho mientras sus pensamientos lo arrastraban a memorias que había enterrado hacía mucho tiempo. No podía creer que Ochaco estuviera ahí, en su cafetería. Una parte de él quería enfrentarse a la situación con madurez, pero otra parte seguía sintiendo el dolor que ella le había causado.

El turno de Ochaco finalmente llegó. Ella seguía sin haberse dado cuenta de quién estaba detrás de la barra. Rumi le sonrió amablemente mientras tomaba su pedido.

—Hola, ¿qué te gustaría ordenar? —le preguntó con su tono casual, sin saber quién era.

Ochaco pidió un café sencillo y se paró junto al mostrador, esperando su bebida. Pero entonces, cuando Izuku terminó de hacer el café y lo dejó en la barra, sus ojos finalmente se encontraron con los de Ochaco.

El reconocimiento fue instantáneo. Ochaco se quedó inmóvil por un segundo, sus ojos abriéndose un poco más al verlo. No era el mismo chico que había conocido en UA. Ahora, Izuku era más alto, con una presencia mucho más imponente que se veía con más confianza que antes y con cicatrices que hablaban de su crecimiento como héroe. Él había cambiado, se había vuelto más fuerte, tanto física como emocionalmente.

—I-Izuku... —murmuró Ochaco, sorprendida.

Izuku asintió, visiblemente incómodo.

—Aquí tienes tu café, Ochaco —respondió con un tono cortés, pero distante.

Rumi observó la interacción con ojos curiosos. No sabía quién era esa chica, pero notaba cómo la atmósfera a su alrededor había cambiado. Izuku estaba claramente nervioso, y aunque trataba de disimularlo, para alguien como Rumi era fácil leerlo.

—Izuku, hay otro pedido en la mesa del fondo —dijo Rumi rápidamente, intentando aliviar la situación.

Izuku le agradeció con un gesto y se alejó, dejando que Rumi se encargara de lo demás. La cafetería finalmente empezó a vaciarse después de unas horas, y cuando cerraron las puertas, izuku ofreció a Rumi ir a su departamento, cuando la tensión que Izuku había sentido todo el día comenzó a desvanecerse lentamente.

Pero Rumi no había olvidado lo que había pasado. Sabía que algo estaba mal, y aunque respetaba la privacidad de Izuku, necesitaba respuestas.

Después de pedir comida para llevar, se acomodaron en el pequeño apartamento de Izuku. Mientras esperaban, Rumi decidió que era momento de abordar el tema.

—Izuku, ¿qué pasó hoy en la cafetería? Te vi muy nervioso —dijo mientras se sentaba a su lado, cruzando los brazos.

Izuku miró hacia el suelo, tomando una respiración profunda.

Sabía que eventualmente tendría que hablar de ello, pero no había esperado que fuera tan pronto. Tras unos segundos de silencio, comenzó a hablar en voz baja.

—Esa chica que viste hoy... era Ochaco Uraraka. Mi exnovia.

Rumi frunció el ceño ligeramente, aunque no de manera agresiva. No era celos lo que sentía, sino una preocupación genuina por el estado emocional de Izuku.

—¿Qué pasó con ella? —preguntó suavemente.

Izuku tragó saliva, sus manos apretándose en su regazo mientras recordaba el dolor de esos días. Comenzó a contarle cómo él y Ochaco habían empezado a salir durante su segundo año en UA. Al principio, todo había sido perfecto. Él se preocupaba mucho por ella y creía que tenía algo especial.

—Durante uno de nuestros aniversarios... Quería hacerle una sorpresa —dijo con una sonrisa triste—. Preparé algo especial, y estaba emocionado de pasar el día con ella....

Pero cuando fui a buscarla, mi corazón se rompió. Al acercarme a su cuarto, la vi con Katsuki Bakugo, besándose.

Rumi no necesitó más detalles.

  Su mandíbula se apretó al escuchar lo que había pasado. Se levantó del sofá y, sin pensarlo dos veces, abrazó a Izuku con fuerza, como si quisiera protegerlo de esos recuerdos dolorosos.

Izuku, por su parte, dejó caer la cabeza sobre el hombro de Rumi.

Sentía que todo el dolor volvía, pero también sentía el alivio de tener a alguien como Rumi a su lado, alguien que lo entendía y lo amaba de verdad.

—No tienes que hablar más de eso si no quieres —susurró Rumi, acariciando su cabello suavemente—. Pero lo importante es que ahora estamos juntos.

Izuku asintió, agradecido por el apoyo de Rumi. Aunque el pasado dolía, sabía que ese dolor lo había llevado hasta donde estaba ahora. Con Rumi. Y por primera vez en mucho tiempo, pudo dejar atrás esa parte de su vida, sabiendo que ahora tenía a alguien que lo valoraba de verdad.

Un poco de suerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora