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Métodos de emergencia
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La mañana siguiente comenzó con la misma incomodidad que había marcado nuestra primera noche en la suite. Gavin no había dormido bien, eso era evidente por las sombras bajo sus ojos, pero no mencionó nada. Se levantó de la cama sin una palabra, se duchó y se vistió en silencio. Yo, por mi parte, no le presioné. Aún quedaba tiempo antes de que la misión realmente comenzara, y sabía que mantener la paz entre nosotros era fundamental para que todo esto funcionara.

—Vamos a desayunar —dije casualmente mientras lo veía recoger su chaqueta de la silla—. No podemos salir y encontrarnos con el objetivo con el estómago vacío. Además, no te vendrá mal un café.

Gavin me lanzó una mirada irritada, pero no protestó. Sabía que tenía razón. Este tipo de misiones requerían energía, y más aún si debíamos fingir ser una pareja recién casada y felizmente enamorada.

—No me hables como si supieras lo que necesito —gruñó, abrochándose la chaqueta—. Y deja de hacerte el amable. Sabes que odio esto tanto como tú.

—Es verdad, lo odio —admití con la misma tranquilidad de siempre—. Pero si vamos a tener éxito, fingir que no lo hacemos es parte del trabajo.

Lo seguí hacia el restaurante del hotel, un lugar lleno de parejas felices, la mayoría aún en la fase de luna de miel, disfrutando de un buffet repleto de frutas frescas, pasteles y café. Nos sentamos en una mesa junto a una ventana que daba al mar, el sonido de las olas en la distancia proporcionó una banda sonora tranquila.

—Así que... ¿qué desayuna un detective malhumorado en su día libre? —le pregunté mientras tomaba la carta del menú.

—Café. Negro. Y algo que no me haga vomitar como la avena —respondió con brusquedad, sin levantar la vista del menú.

—Qué gourmet —murmuré con una sonrisa sarcástica, lo suficientemente baja para que no me escuchara.

Mientras esperábamos a que llegara la comida, me dediqué a observar a Gavin. Su comportamiento era predecible: tenso, malhumorado, evitando cualquier contacto visual conmigo o con las demás parejas que se sentaban a nuestro alrededor. Sin embargo, cada vez que creía que lo tenía totalmente descifrado, algo en él cambiaba, como si estuviera constantemente en lucha consigo mismo.

La comida llegó rápido, y Gavin se abalanzó sobre su café como si fuera lo único que lo mantenía funcional. Yo, por mi parte, decidí disfrutar de una copa de thrium, pero mantuve los ojos en él, esperando cualquier oportunidad para retomar la conversación.

—Hoy tenemos una reunión inicial con el contacto local —dije mientras giraba suavemente el brillante líquido azul en mi copa—. Será en el puerto, a las 2 de la tarde. Según el informe, tendremos que mostrar algunas señales de afecto en público. Lo suficiente para que nos crean.

Gavin bufó, dejando la taza de café sobre la mesa con fuerza.

—¿¡Afecto!? ¿Qué carajo quieren que haga? ¿Besarte en medio de todo el mundo?

—Nada tan dramático —respondí con calma—. Solo algunas caricias, tal vez tomarnos de la mano. Algo sencillo, pero creíble. No se trata de exagerar, sino de que parezca natural.

Él gruñó algo entre dientes, claramente disgustado por la idea, pero no siguió discutiendo. Sabía que no tenía opción. Al final del día, cumplir con la misión era lo más importante para ambos, incluso si eso significaba tragarse su orgullo.

Terminamos de desayunar en silencio, luego nos dirigimos de vuelta a la habitación para prepararnos. Mientras guardaba algunos papeles en mi maletín, Gavin se sentó en la cama y encendió un cigarrillo, algo que, hasta ese momento, no había hecho en todo el viaje. 

—Es curioso —comenté, observándolo desde el espejo mientras me ajustaba la corbata—. Pensé que detestabas a los androides. No me malinterpretes, no me ofende en lo más mínimo, pero me sorprende que no estés más vocal al respecto ahora que estamos en esta situación.

Gavin exhaló el humo lentamente mientras me miraba desde la cama.

—No es que haya dejado de odiarte, si es lo que piensas —respondió con frialdad—. Solo estoy demasiado cansado para seguir discutiendo cada jodido segundo. Además, la última vez que intenté golpear a uno de ustedes, casi pierdo mi trabajo. Así que, ¿para qué molestarme?

Me giré para mirarlo, cruzando los brazos.

—Interesante. Y sin embargo, aquí estás, colaborando conmigo. Es curioso cómo cambia el mundo, ¿no?

Gavin soltó una risa seca y sarcástica.

—No es el mundo lo que cambia, Nines. Solo las circunstancias. Si no fuera por esta misión, ni siquiera me molestaría en estar en la misma habitación que tú. Pero supongo que todos tenemos que hacer sacrificios, ¿no?

Asentí, comprendiendo que, en su propia y retorcida forma, estaba cediendo un poco. No era una reconciliación, ni mucho menos, pero era un paso hacia adelante, por pequeño que fuera.

—Entonces, hagamos este sacrificio mutuo más llevadero —sugerí—. De ahora en adelante, mantendremos las formalidades en privado y en público nos limitaremos al contacto necesario. Pero si en algún momento las cosas se salen de control, necesitaremos un plan. No podemos fallar en esto, así que no puedes negarte a mis métodos de emergencia —sonreí mentalmente, al imaginar su incomodidad cuando use mis métodos para salir de aprietos.

Él asintió lentamente, apagando su cigarrillo en el cenicero de la mesita de noche.

—Vale, "Richardson" —enfatizó las comillas— Hagamos lo que tengamos que hacer. Solo asegúrate de no cruzar ninguna línea innecesaria, ¿entendido?

Sonreí, satisfecho con su respuesta. Esta misión era una partida de ajedrez, y cada movimiento que hacía me acercaba un poco más a entender al detective Gavin Reed. Y aunque él no lo supiera, esa era la parte que más me interesaba de todo esto.





Continuará....

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Bad Liar [Gavin x RK900]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora