N° 1

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Primer encuentro

Lev corría por los pasillos del gimnasio, ajustándose la camiseta mientras intentaba no tropezar. Llegaba tarde al entrenamiento y sabía que Yaku no le iba a dejar pasar una más. Apenas puso un pie en la cancha, ahí estaba él, Yaku, lanzándole una mirada fulminante.

Lev sintió el pecho apretarse un poco, como siempre que lo veía. Sabía que Yaku era estricto, pero para él había algo más. Esa mezcla de respeto y admiración que sentía por su libero se había convertido en algo más profundo, algo que no sabía cómo manejar.

—Lev, llegas tarde de nuevo —gruñó Yaku, cruzándose de brazos. El contraste entre su altura y la de Lev siempre lo hacía ver aún más pequeño y, de alguna forma, eso hacía que el corazón de Lev latiera más rápido.

—Lo siento, Yaku, prometo que no volverá a pasar —dijo Lev con una sonrisa nerviosa.

—Más te vale. No quiero que vuelvas a retrasar al equipo —respondió Yaku, dándose la vuelta para continuar con el calentamiento.

Mientras el entrenamiento avanzaba, Lev no podía dejar de observarlo. La manera en que Yaku se movía con precisión, la pasión que ponía en cada saque, cada bloqueo.

Era imposible para Lev no fijarse en esos detalles. Sabía que no tenía ninguna posibilidad, que Yaku no lo vería de esa manera, pero había algo en la forma en que su corazón se aceleraba cada vez que Yaku lo regañaba o lo miraba de reojo.

Durante un descanso, Kuroo se acercó y le dio una palmada en la espalda a Lev.

—¿Qué tal, gigante? ¿Qué te trae con la cabeza en las nubes hoy? —bromeó Kuroo, levantando una ceja.

Lev trató de reírse, pero su mirada seguía desviándose hacia Yaku, que ahora conversaba con Kenma.

—Nada… sólo que... Yaku se ve más... —Lev titubeó, sintiéndose avergonzado de lo que iba a decir.

Kuroo lo miró de reojo, y luego esbozó una sonrisa.

—Ah, ya veo. Cuídate con eso, Lev. Yaku no es de los que juegan con sentimientos, y menos contigo.

Lev sabía que Kuroo tenía razón. Pero mientras observaba a Yaku desde lejos, no podía evitar desear algo imposible, algo que sabía que lo haría sufrir.

Este era solo el comienzo, pero en su corazón ya empezaba a formarse un vacío

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