N° 7

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El estallido

Era otro de esos días donde la tensión entre Lev y Yaku se sentía en el aire, aunque ninguno de los dos lo mencionara. Los entrenamientos seguían, pero el ambiente era cada vez más pesado.

Daki estaba cerca, observando desde la banca mientras terminaban un ejercicio agotador. Lev ya no podía soportar más esa constante presencia entre ellos, y la frustración que había estado acumulando finalmente estaba a punto de explotar.

—Lev, ¿qué te pasa hoy? —preguntó Yaku bruscamente mientras corregía su postura por tercera vez en menos de diez minutos—. Estás desconcentrado. Si vas a hacer las cosas mal, al menos hazlo con ganas.

Lev apretó los dientes, sintiendo cómo cada palabra de Yaku lo pinchaba como una aguja. Sabía que Yaku siempre había sido exigente, pero esta vez no podía controlarlo. Ya no era solo el voleibol lo que lo afectaba, era todo. Yaku. Daki. Esa barrera que jamás podría cruzar.

—¡Estoy haciendo lo mejor que puedo! —respondió Lev, su voz un poco más alta de lo necesario.

—Pues si esto es lo mejor que puedes, estás lejos de lo que necesitamos para este equipo —replicó Yaku, sin perder la compostura pero claramente irritado.

Lev sintió cómo el calor subía por su cuello. No solo por el esfuerzo físico, sino por la impotencia que crecía dentro de él. Cada vez que Yaku lo trataba así, sentía que no importaba cuánto mejorara, nunca sería suficiente para él. Pero lo peor de todo era que Yaku podía ser duro con él, y aún así Lev lo admiraba, lo quería. Y eso lo hacía aún más insoportable.

Daki, que hasta ese momento había estado en silencio, se levantó de la banca y caminó hacia ellos con una sonrisa amable y preocupada.

—Chicos, vamos, tranquilícense. No vale la pena discutir por esto. Todos estan haciendo lo mejor  que puedan —dijo, tratando de calmar la situación.

Pero su intervención fue como echarle más gasolina al fuego que ya ardía en Lev. Era siempre así: Daki, con su forma perfecta de ser, aparecía en los momentos más difíciles y lograba lo que Lev nunca podía. Incluso en medio de una discusión, ella lograba captar la atención de Yaku.

Lev se giró bruscamente hacia ella, la frustración y el resentimiento que había estado conteniendo finalmente se derramaron.

—¡Tú siempre metiéndote donde no te llaman! —gritó, su voz resonando en el gimnasio vacío—. ¡Ni siquiera entiendes lo que está pasando aquí!

Daki dio un paso atrás, sorprendida por el estallido de Lev. Nunca lo había visto tan fuera de control . Yaku, por su parte, también se quedó inmóvil por un segundo, su mirada fija en Lev, pero no de la manera en que Lev hubiera querido.

Los demás del grupo se quedaron en silencio ante tal respuesta agresiva de lev lo cual causó un gran silencio incómodo en el gimnasio,kuro quiso decir algo y kenma solamente lo detuvo.

—Lev, ¿qué demonios te pasa? —preguntó Yaku, su voz baja y cargada de irritación. No era el grito lo que lo había enfurecido, era el hecho de que Lev le había gritado a Daki. A su Daki .

—¡Me pasa que estoy harto! —respondió Lev, sin poder detenerse. La furia, el dolor, el amor no correspondido… todo salía a la superficie—. Estoy harto de ser el que siempre falla. ¡De que tú solo veas lo malo en mí y nunca en los demás!

Yaku entrecerró los ojos, y su mirada fría se posó en Lev de una manera que lo hizo sentirse pequeño, insignificante. No había compasión en esa mirada, solo decepción.

—Lev, lo que acabas de hacer está completamente fuera de lugar. No tienes derecho a hablarle así a Daki —dijo Yaku, su tono ahora lleno de firmeza, casi congelado—. Si tienes un problema, lo resuelves conmigo, pero no metas a los demás en esto.

El dolor que esas palabras causaron en Lev fue inmediato, como una daga clavándose en su pecho. Daki. Siempre Daki. Incluso en medio de la discusión, incluso en un momento de tensión, Yaku siempre la protegía, siempre la ponía en primer lugar. Lev nunca estaría en esa posición. Nunca sería el que Yaku defendiera.

—¡Es que no lo entiendes, Yaku- —gritó Lev, su voz ahora rota, casi desesperada—. ¡No se trata solo de ella, se trata de ti! Siempre se trata de ti… —Las últimas palabras apenas salieron, como un susurro de lo que realmente quería decir. Pero Yaku ya no estaba dispuesto a escucharlo.

—Lev, creo que lo mejor es que te vayas a casa y te calmes —dijo kuro el cuál ya había intervenido, cortante, su paciencia agotada—. No vamos a resolver nada con esta actitud.

Daki, todavía conmocionada, se acercó a Yaku, poniendo una mano en su brazo en un gesto sutil de apoyo. Ese simple toque fue suficiente para que Lev sintiera que el suelo se abría bajo sus pies. Era el tipo de cercanía que él jamás podría tener con Yaku.

—Tienes razón, Kuro —dijo Daki suavemente, tratando de aliviar la tensión—. Lev, no quise meterme en su discusión. Solo quería ayudar.

Pero esas palabras, aunque bien intencionadas, solo lo hicieron sentir peor. Porque Lev no quería su ayuda, no quería que Daki fuera la mediadora perfecta en cada situación. Quería ser el que Yaku mirara de esa manera, el que estuviera a su lado, sin tener que competir con ella.

Sin decir nada más, Lev se giró bruscamente y salió del gimnasio, el eco de sus pasos resonando en el silencio. La rabia se mezclaba con el dolor, y mientras caminaba hacia la salida, la realidad se hundía en su mente como una verdad inevitable: no importaba cuánto lo intentara, Yaku siempre estaría fuera de su alcance.

Yaku y Daki se quedaron atrás, en el centro de la cancha, observando cómo Lev se alejaba. Yaku suspiró profundamente, pasando una mano por su cabello, claramente frustrado, pero también confundido por la intensidad de la reacción de Lev.

—No lo entiendo —murmuró Yaku, más para sí mismo que para Daki—. ¿Qué demonios le pasa?

Daki lo miró con una mezcla de preocupación y comprensión.

—A veces, cuando la gente guarda muchas cosas dentro, explotan de maneras que no esperamos —dijo suavemente—. Tal vez solo está pasando por algo difícil, Yaku. Deberías hablar con él cuando se calme.

Pero Yaku no estaba tan seguro. Algo en los ojos de Lev lo había inquietado, algo que iba más allá de una simple frustración deportiva. Y aunque no quería admitirlo, empezaba a sospechar que había algo más profundo en todo esto, algo que aún no entendía del todo.

Sin embargo, en ese momento, lo único que Yaku sabía con certeza era que la relación con Lev, de una manera u otra, se había vuelto mucho más complicada.

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