N° 3

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Como si no fuera nada

La tarde había caído, y el frío comenzaba a hacer mella en el gimnasio vacío. El entrenamiento había terminado, pero Lev seguía allí, fingiendo que limpiaba el equipo.

Quería quedarse un poco más, esperando, tal vez, compartir un momento a solas con Yaku. Sin embargo, la realidad siempre era más cruel que sus esperanzas.

De repente, escuchó risas suaves y conocidas. Al asomarse discretamente, vio a Yaku y Daki,una chica de primero conversando junto a las bancas. Daki se veía relajada, con una leve sonrisa en los labios mientras Yaku le decía algo que parecía gracioso. El estómago de Lev se retorció de inmediato. No era la primera vez que los veía juntos, pero cada ocasión se sentía como una nueva puñalada.

Observó en silencio, desde la distancia, mientras el corazón se le iba haciendo pequeño. Daki era todo lo que él no podía ser: calma, madura, hermosa en una manera tan sutil que hacía que todo el mundo a su alrededor la admirara.

Yaku se veía tan cómodo con ella, tan natural, como si su presencia lo envolviera en una tranquilidad que Lev jamás podría ofrecerle.

—Lev, ¿sigues aquí? —La voz de Kuroo lo sorprendió por detrás. Se giró rápidamente, con la cara enrojecida, intentando ocultar el dolor que lo consumía.

—Ah, sí… solo terminando de ordenar —mintió, tratando de sonreír, pero Kuroo no se lo creyó.

Kuroo siguió la mirada de Lev hasta donde estaban Yaku y esa chica, y soltó un pequeño suspiro.

—Te estás haciendo daño, Lev —dijo con suavidad, como si las palabras pudieran romper algo en él si las decía demasiado fuerte.

Lev apretó los labios, pero no dijo nada. Sabía que Kuroo tenía razón. Ver a Yaku con esa  chica lo destrozaba, pero no podía evitarlo.

Había algo en ese dolor que se había vuelto adictivo, como si observar desde la distancia fuera la única forma en la que podía tener a Yaku.

—Es que… —comenzó Lev, sintiendo el nudo en la garganta—, ella es todo lo que Yaku podría querer. Y mírame a mí. ¿Cómo podría siquiera competir?

Kuroo se rió suavemente, no de burla, sino con algo de tristeza.

—Lev, no es cuestión de competir. No puedes forzar a alguien a que te mire como quieres que te mire. Yaku es… complicado, pero lo que siente por Daki, si es que siente algo, es algo que no podrás cambiar por ser más alto o más fuerte.

Las palabras de Kuroo lo golpearon con fuerza, porque eran verdad. Lev se quedó callado, sin saber qué más decir. Todo se sentía tan distante, como si ya hubiera perdido una batalla que jamás tuvo la oportunidad de luchar.

Mientras tanto, Yaku y Daki seguían conversando, ajenos al mundo que Lev estaba construyendo y destruyendo en su mente.

Los vio caminar juntos hacia la salida, riéndose por algo que no alcanzó a escuchar. Se veía tan natural, tan fácil. Y él, ahí, como un espectador más de una historia en la que nunca sería el protagonista.

—No es justo —murmuró para sí mismo, apretando los puños.

Kuroo lo miró con una mezcla de compasión y resignación.

—No lo es. El amor casi nunca lo es —dijo simplemente antes de alejarse, dejándolo solo.

Lev se quedó allí, observando la puerta por la que Yaku y Daki habían salido juntos. Era como si ellos dos pertenecieran a un mundo al que él no tenía acceso. Un mundo donde los sentimientos eran claros, sencillos.

Donde Yaku sonreía de esa manera suave y auténtica que Lev nunca había visto cuando estaba con él.

El frío se colaba por las ventanas del gimnasio, pero eso no era nada comparado con la sensación que lo envolvía. Sentía que se estaba desvaneciendo lentamente, como si cada risa compartida entre Yaku y Daki le robara un poco más de luz.

Levantó la mirada hacia el techo alto del gimnasio, preguntándose si algún día Yaku lo vería, aunque fuera solo por un segundo, de la manera en que lo miraba a ella. Pero en lo más profundo de su corazón, ya conocía la respuesta. Y eso dolía más que cualquier cosa.

Porque él no era Daki. Él nunca sería "ella". Y aunque eso era algo que siempre había sabido, ahora, lo sentía con una claridad dolorosa.

Lev deseaba ser su Heather. Pero solo era Lev, y eso nunca sería suficiente.

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