CAP 5

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A nueve mil metros de altura sobre un océano en calma, miré por la ventanilla ovalada del avión privado, desolado

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A nueve mil metros de altura sobre un océano en calma, miré por la ventanilla ovalada del avión privado, desolado. Me habian dicho que el teléfono que había a bordo no funcionaba, y no había podido llamar a Lewis en todo ese tiempo. ¿Qué estoy haciendo aquí? Pensé, malhumorado. Pero la respuesta era sencilla: Max era el único Alfa al que no podía decirle que no.

—Señor Pérez —Escuché por un altavoz— llegaremos dentro de media hora.

Asentí a la voz invisible. Maravilloso. Cerré la cortinilla y trate de dormir, pero sólo pude pensar en Max. El avión aterrizo en una pista abrasada por el sol. Por la ventanilla desfilaba el paisaje yermo del sur de Italia.

—Señor Pérez, hemos llegado —dijo una voz.

Me levanté y estire mis miembros agarrotados. Después de abrir el compartimiento superior, recordé que no llevaba equipaje. No había tenido tiempo de hacer la maleta. Daba igual. Me habian prometido que el viaje sería breve. Ir y volver.

Mientras los motores aminoraban la potencia, el avión se alejaba del sol abrasador y entró en un hangar desierto, situado en el lado opuesto de la terminal principal. Un momento después, el piloto apareció y abrió laescotilla. Yo, bebí las últimas gotas de mi jugo de arándanos, deje el vaso sobre el minibar y recogí la chaqueta.

El piloto sacó un sobre grueso de un bolsillo de su traje de vuelo.

—Me han computado que le dé esto.

Me lo entregó. Al dorso del sobre estaba escrito con bolígrafo azul:

COMPRA ROPA DECENTE Y QUEDATE CON EL CAMBIO.

—M.V.

Examine el grueso fajo de billetes y la nota que me habian dejado.

—¿Qué…?

—Moneda local —explicó el piloto.

—Sé lo que es —dije— pero es… demasiado. Sólo necesito para el taxi —fectuo la conversión mentalmente— ¡Aquí hay una cantidad equivalente a miles de dólares!

—Sólo cumplo órdenes, señor. Antes de ir a la hacienda del señor Norris será llevado a un centro comercial.

El piloto se volvió y entró en la cabina. La puerta se cerró detrás de él. Contemple el avión, y después el dinero que sostenía en la mano.

Al cabo de un momento, guarde el sobre en el bolsillo de mi camisa, me puse la chaqueta y crucé la pista. Era un comienzo extraño. Pero, mejor deje de pensar en ello. Con un poco de suerte, es solo ir y volver, me dije. Ir y volver. No sabía lo que me esperaba.

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EL DIABLO VISTE DE RED BULL | CHESTAPPEN. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora