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Los días pasaron muy rapido para Leah, no le era facil encajar en este nuevo ambiente. Vivir con héroes tenía sus ventajas; ya no debía trabajar de más, tenía comida, vivienda muy bien equipada, lujos que antes no tenia y lo mejor de todo, poseía seguridad. Pero no bajaba la guardia, la llama siempre estaba allí, lista para encenderse a la mínima provocación.

Leah no podía evitar sentirse un tanto fuera de lugar, como si su sola estancia era indeciada. Pero está Wanda, que a pesar de no perdonarla del todo le agradaba tenerla allí, le hacía sentir algo de tranquilidad. Y en cuanto Rogers, se ha comportado tan amable con ella, ayudándola en lo que necesitase. Tal vez no estaba tan sola como ella se sentía, solo quizas.

Hoy es sábado por la mañana, el día en que el rubio preparaba sus deliciosos waffles, no era cortesía, eso era un manjar para Leah.
Seguía acostada entre las suaves sabanas de la cama, su descanso se vió interrumpido al escuchar unos suaves golpes en su puerta. Natasha Romanoff, ella era una de los vengadores ambles con ella; era serena y calmada, le caía bien.

— Buen día, nos vamos a una misión. —dijo, con su tono profesional pero amigable— Steve dejó waffles para ti en el microondas. No quiso dejarte sin desayunar, ya sabes lo testarudo que es por su edad.

Leah soltó una risita y sonrió, recargándose en la cabecera de la cama, mirando hacia la puerta.
—Gracias, buena suerte en su misión.

La pelirroja sonrió, dió dos toques a la puerta antes de responder.
—Cuídate, llamita.

Cuando Natasha se fue, Leah se tomó unos minutos para poder salir de su comodo descanso, tomó un baño y buscó entre su ropa algo comodo. No tendría nada que hacer el dia de hoy, no sin que el soldado monitoriara su entrenamiento. Amarró su cabello con una pinza negra, aún en guaraches salió de su habitación.

—Leah, hija del fuego, la que ha roto el record de comer más waffles en todo este lugar. Suena épico, ¿verdad? — murmuró para sí misma con ironía.

Una vez lista, camino por el largo pasillo de habitaciones, llegó hasta la cocina, sintiendo esa tranquila soledad que usualmente vive cuando todos salen de misión. Abrió el microondas y sacó los waffles perfectamente apilados, bañados ligeramente en maple y algunos frutos rojos sobre ellos.

—Para mi que fue chef en otra vida, son relamente ricos— Sonrió para sí misma, admirando lo apetitosos que se veían.

Salió de la cocina con su usual aire despreocupado, llevando en sus manos su desayuno, dejaría el plato y regresaría por un vaso de jugo.

Cuando se acercaba a la sala de estar, absorta en sus pensamientos y anticipando el delicioso bocado que estaba a punto de probar, no vio la figura que cruzaba el pasillo frente a ella. Fue demasiado tarde. Chocó de lleno con algo... o más bien, alguien. El plato de waffles salió volando, y en cuestión de segundos, su preciado desayuno estaba esparcido por el suelo.

Y ahí va su linda mañana...

—¡¿Qué demonios?! —exclamó Leah, sobresaltada. Alzó la vista y se encontró con un chico alto, delgado, de cabello castaño desordenado, que la miraba con los ojos bien abiertos, una mezcla de nervios y sorpresa en su expresión.

Peter Parker había estado tan perdido en sus propios pensamientos que ni siquiera vio venir el choque. El chico apenas haces unos meses (casi año) fue contactado por Anthony Stark para brindarle su apoyó, pero ahora fue solicitado de nuevo pero como aprendiz, todo el camino se la paso pensando en lo emocionante que seria trabajar con el millonario, claro, que definitivamente no esperaba encontrarse con una chica dispuesta a prenderle fuego... literalmente.

—¡Oh, dios! Lo siento mucho, por favor —dijo Peter rápidamente, levantando las manos en un gesto de rendición—. No te vi venir... bueno, no vi nada, yo... yo solo... —empezó a balbucear, visiblemente nervioso ante la situación.

𝐂𝐑𝐎𝐒𝐒 𝐅𝐈𝐑𝐄 [Peter Parker]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora