7. Una explicación

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ANTES DE EMPEZAR CON EL CAPÍTULO QUERÍA DISCULPARME POR LA AUSENCIA. Prometo regular las publicaciones y hacerme un horario para no abandonarlos más. Ahora sí les dejo el capítulo...

—¡Maldita sea-Maldita sea!—corría hasta la escuela con una velocidad increíble, ya quisiera poseer la misma velocidad en la clase de gimnasia.

Pronto llegué y me sorprendió ver que era de las primeras en mi clase, algo extraño ya que hace bastante tiempo que sonó la campana. Dejé mi mochila en un pupitre cualquiera y observé por la ventana, no veía a nadie, ni siquiera al profesor, señor de las arvertencias por llegar tarde. Entonces caminé hasta el pasillo buscando una explicación entre la increíble cantidad de alumnos reunidos.

Entre el murmullo destacaba la firme voz del director, decía algo de una excursión de campo o algo así. Me escabullí entre la multitud para acercarme lo más posible.

A lo lejos no dejaban de quejarse y pude escuchar uno o dos insultos hacia la mayor autoridad del colegio. Después de un largo rato por fin nos mandaron a nuestras respectivas clases.

Si pudiera, ahora mismo llenaba de besos al director por ahorrarme la charla del profesor Fernández. Me dirijo a mi casillero para poder poner los libros del resto de asignaturas y llevar solo los de literatura.

El pasillo estaba completamente desolado. Esto ya estaba muy raro.
A lo lejos pude escuchar gritos disueltos en el ambiente. Caminé con un poco de prisa hasta los casilleros de tercer año.

—¿Qué está pasando?,¿porqué los gritos?—intenté averiguar porque una multitud enorme vitoreaban y animaban a dios sabrá a quién.

Avanzo un poco para lograr infiltrarme entre los chicos.

—¡¿Qué coño les pasa?!—grité asustada al ver a Cristopher y Jorge, tirados en el piso como animales.

Jorge aún no habla, se mantiene en silencio mientras golea constantemente el rostro de Cristopher, quien apenas podía parpadear.

Me lancé sobre Jorge para evitar que continuara con esta locura. Él intentaba apartarme con uno de su brazos y con el otro continuaba con su misión.

Finalmente algún joven con un intelecto más avanzado que el de el resto de idiotas se dignó a llamar al director, el cuál apareció en milésimas de segundos para ahuyentar a todos los estudiantes y separar a ambos jóvenes. 

—¡Todos a la dirección!—dijo con aires de autoridad. Iba a protestar pero no tenía ningún sentido, siempre hace lo que se le viene en gana así que  me resigné a caminar en el medio de los dos hasta aquella oscura oficina a la que los estudiantes denominan la habitación del terror, ya que siempre hay un castigo diferente para cada ocasión y siempre es terriblemente cruel.

—¿Qué les pasaba por la cabeza cuando decidieron pelearse en medio del pasillo?,¡¿Sabéis la gravedad del asunto?!,¡esto no los perjudica a ustedes sino a la reputación del colegio completo!Hay cientos de estudiantes deseando entrar al mejor colegio de la ciudad, creen que los padres de esos adolescentes van a ingresar a sus hijos aquí sabiendo que los jóvenes se van peleando en los pasillos como auténticos macarras.—Gritos y más gritos salían de su boca. La verdad es que no me importaba ni un poco aquella charla.

Jorge permanecía callado con la cabeza gacha, y Cristopher cada que decía algo era interrumpido por el hombre de corbata negra y respingada nariz. Yo ni siquiera tenía deseo de disimular mi expresión de:
*poco me importa lo que hablas*.

Todo permaneció en silencio mientras el director meditaba un castigo para la ocasión y no se porqué sentía un deseo de expresar mi furia y desagrado.

—Aún no entiendo que pinto aquí,—interrumpí algo indignada.

—Número uno: la próxima vez que habrás la boca procura pedir permiso y número dos: tú estás aquí porque formaste parte del espectáculo. Tú también  estás involucrada en todo.—dijo en un tono desafiante y atemorizador.

Con el mentón tembloroso y una pizca de insensatez me levanté de aquella silla, planté una mirada desafiante sobre el director  y alcé la voz rebeldemente—¡Es una idiotez!—di un brusco golpe en la mesa lastimando mis nudillos.

—Señorita Crespo, no pienso tolerar esta falta de respeto por parte suya. No me desafíe a tomar medidas más estrictas.— me intimidó con ese tono de general retirado que lo caracteriza.

Volteé a ver a los chicos hacerle muecas al director. El rostro de Jorge me decía que no aguantaba ni un segundo más en aquella oficina.

—Señor director, podría decirme cuánto tiempo más tardará en pensar—susurró Jorge con ironía y atrevimiento.

El hombre ni siquiera se molestó en responder. Solo le dirigió una de sus frías miradas dejando a la vista la hinchada vena de su cuello.

Luego de un largo rato el silencio fue interrumpido.—ya tengo el castigo que se merecen—comentó con una expresión demoníaca en su delgadísimo rostro.....

En ese preciso instante la puerta se abrió para dejar entrar a  una mujer de anchas caderas, unos grandes lentes cuadrados y una agenda debajo del brazo.

—Señor director—hablo en un tono angelical dirigiéndose al hombre—Podría acompañarme un momento.

Pude ver la baba salir de la boca del hombre mientras miraba los azules ojos de la joven. Intentamos contener la risa mientras lo escuchábamos balbucear un simple "sí" ...era realmente ridículo.

En cuanto salieron de la oficina me crucé de brazos e intenté dirigirme a ambos jóvenes con autoridad. —Espero una razonable explicación sobre esto—dije alzando el tono de voz—¡Ahora!

Ni siquiera se inmutaron ante mis palabras lo cual me molestaba al punto de comenzar a perder la paciencia.—¿No van a decir nada?—no obtuve respuesta alguna y ya sentía deseo de freírlos a puñetazos.
—¡Sois como críos de seis años!, peleando por todo sin ninguna razón.

—Váyanse a sus aulas, luego nos reuniremos para hablar sobre lo sucedido—exclamó el director asomando la cabeza por la ventana más disgustado que antes.

Me resigné a irme sin decir nada al respecto dejando atrás a los chicos que permanecieron inmóviles durante varios minutos. ¿Por qué rayos los hombres son tan idiotas?. De seguro es por alguna chorrada.

Escuché mi nombre a lo lejos, era lo voz de Jorge algo agitada y furiosa.Pero no me detuve hasta sentir en mi hombro algo que me impedía seguir ignorando sus palabras.

—Sé que a tu punto de vista es una tontería, y sé que estás molesta conmigo, pero te aseguro que no soy de esos que se van peleando solo para desahogarse. Necesito que me entiendas, esta noche te lo contaré todo, te lo prometo.

Sus palabras me estremecieron.¿Por qué me importaría saber la razón de su pelea?. ¿Por qué debería entender el motivo?

De mi boca no salió ni un solo sonido. Pero asentí con la mente en blanco sin entender nada de lo que había pasado en los anteriores treinta minutos.

𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐝𝐞 𝐝𝐢𝐞𝐜𝐢𝐬é𝐢𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora