CAPITULO 7: LINEAS BORROSAS
¿Qué fácil es acostumbrarse a lo bonito? Quiero decir, cuando alguien te trata bien, cuando te regalan palabras amables, elogios sinceros y sonrisas fugaces. Esos momentos que te llenan el corazón de felicidad, como si cada latido fuera un recordatorio de que la vida puede ser dulce y suave.
¿Qué fácil es acostumbrarse a una persona? En estos dos meses aquí en Seúl, me he acostumbrado a él. A sus repentinas confesiones, a sus inesperadas visitas, a su encantadora sonrisa. Nunca conocí un chico así; sinceramente, nunca me imaginé estar tan embobada con alguien. Solía sentir mariposas solo cuando leía un libro, y ahora estoy siendo la protagonista de esos momentos.
Cada vez que Jungkook aparece, es como si el mundo a mi alrededor se desvaneciera. La forma en que me mira, como si fuera la única persona en la habitación, me hace sentir especial. Sin embargo, en algunas de nuestras conversaciones, hay un ligero matiz de tristeza en su voz, como si llevara un peso que no se atreve a compartir.
—A veces pienso que los momentos más bellos son también los más fugaces —me confesó una noche, mientras mirábamos las estrellas en el Lago de los Sueños Vacíos—. Como si cada rayo de luz que vemos en el cielo nos recordara que debemos atesorar cada instante.
Su comentario me dejó inquieta, como si estuviera vislumbrando algo oscuro detrás de su sonrisa.
Mientras pensaba en esto, me di cuenta de que su pasión por la vida se reflejaba en cada cosa que hacía. Aunque a veces me preocupaba lo impulsivo que podía ser, su entusiasmo era contagioso. La forma en que hablaba de la libertad que sentía al conducir su moto era fascinante.
Estaba concentrada en un proyecto que me mandó el profesor de Arquitectura I. Habían pasado varias semanas desde que fui con Jungkook al Lago de los Sueños Vacíos y, desde ese día, nos acercamos más. Estaba sentada en el escritorio de mi cuarto, con mis lentes puestos; solo los uso para leer o hacer trabajos. Era como las dos de la mañana, y mis padres estaban en casa, ya dormidos en su habitación.
Cuando levanté la vista al celular y vi la hora, me dieron ganas de morir. Era tardísimo. Así que decidí que lo mejor sería irme a la cama y terminar el proyecto mañana. Quité mis lentes y los dejé en mi mesita de noche, luego me acomodé en la cama.
Me dormí al instante.
—Hey, Aria —escuché, y me alteré de inmediato.
Jungkook estaba sentado en mi cama, y me tapó la boca con su mano al instante.
—Soy yo, relájate —dijo—. No vayas a gritar.
Asentí, y él me soltó.
—¿Se puede saber qué demonios haces en mi habitación? —pregunté, todavía alterada.
—¡Cállate! Te pueden escuchar —respondió en un susurro, con una sonrisa traviesa.
—¿Cómo entraste?
—Me sé tu clave —encogió los hombros—. Pero no entré por ahí, sino por allá.
Señaló hacia mi ventana, que estaba entreabierta.
—Eres un loco —dije, tratando de contener una risa nerviosa—. ¿Y si te veía alguien?
—Eso se llama sentido de aventura —respondió con una sonrisa traviesa.
—¿Qué quieres?
—¿Perdiste tu teléfono? —levanto una ceja—. Te escribí.
—Estaba ocupada, ok? —repliqué.
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Hasta el ultimo suspiro.
FanfictionAria, una pelirroja de ojos dorados y alma vibrante, se muda a Corea del Sur con su familia, dejando atrás la calma de Estados Unidos. Pero su vida da un giro radical cuando se encuentra con un chico imponente, rodeado de motos rugientes y un grupo...