CAPITULO 13: ESTRELLAS QUE NO SE APAGAN.
La vida a veces se siente como una brisa suave en medio de una tormenta que parece interminable. A ratos, cree que todo está en calma, pero al siguiente segundo, el viento cambia de dirección, arrastrando hojas que nunca volverán a su rama. Las personas son como esas hojas, y aunque intentamos aferrarnos con fuerza, no siempre tenemos el control de dónde o cuándo caeremos. Algunas de esas hojas vuelan más lejos que otras, pero siempre dejan algo atrás, una ausencia que se nota solo cuando te das cuenta de que ya no están.
La vida me cambió en el momento en que me di cuenta de que cada segundo cuenta más de lo que imaginamos. Al principio, la enfermedad era solo una palabra que resonaba en mi mente, pero después se convirtió en un eco que nunca desaparece. Como un reloj de arena que empezó a vaciarse más rápido, sentí que el tiempo ya no estaba a mi favor.
Antes de eso, me preocupaba por cosas pequeñas: un examen, una salida, el mensaje que no llegaba. Pero ahora, todo tenía un peso distinto. Empecé a ver la belleza en lo que antes me parecía insignificante. Los amaneceres se tornaron más intensos, el olor de la lluvia era casi embriagador, y el sonido del viento me traía de recuerdos momentos que nunca valoré lo suficiente.
Las sonrisas que compartía con Jungkook, esas risas que solían llenar el aire con ligereza, ahora llevaban una carga. Porque sabía que cada una de ellas podría ser la última. Pero en medio de todo el caos, él era mi constante. Su voz, sus abrazos, y esa manera suya de simplificar el mundo cuando todo para mí se volvió un laberinto sin salida. A pesar de todo, me aferré a él, aunque una parte de mí sabía que la vida tiene una manera cruel de recordarnos que no podemos aferrarnos a nada ni a nadie para siempre.
No sé qué pasó.
Despierto mareada, con una sensación extraña en el cuerpo, como si el mundo a mi alrededor se equilibrara suavemente. Todo brillaba, y la luz blanca que llenaba la habitación hacía que me costara mantener los ojos abiertos. Me siento adormilada, como si hubiera estado durmiendo por días, y una pesadez en el pecho me invade, un malestar sutil pero constante.
Parpadeo varias veces, tratando de ubicarme. Las paredes blancas y el silencio me dan la respuesta inmediata: estoy en un hospital. Miro mi brazo y veo los cables conectados a una intravenosa.
Tratamientos.
No sé exactamente cuánto tiempo ha pasado, pero el vacío en mi mente y en mi pecho es palpable.
Estoy sola.
Ninguna voz familiar, ningún ruido más allá de los aparatos que me rodean.
Un silencio incómodo y frío.
Intento levantarme, pero en cuanto lo hago, un dolor punzante atraviesa mi estómago, obligándome a detenerme. Me doy cuenta de que ya no estoy vestida con mi ropa, sino con una bata de hospital. Los recuerdos llegan en oleadas, pero aún son vagos. Lo último que recuerdo es el dolor, ese dolor que parecía no tener fin. Intento de nuevo moverme, pero el dolor se vuelve más agudo, y un quejido escapa de mis labios.
Al instante, la puerta se abre y Jungkook entra apresurado.
—Aria, ¿despertaste? —dice, acercándose rápidamente y tomando mi mano con suavidad. Sus ojos reflejan una mezcla de alivio y preocupación.
—¿Qué pasó? —logro preguntar.
—Te desmayaste por el dolor. El doctor Eun Woo tuvo que operarte de emergencia... —se detiene, sus ojos llenos de una tristeza que no quiere mostrarme del todo.
—¿Operarme? —repito.
—Deja que el doctor te lo explique mejor —responde, apretando un poco más mi mano, como si su toque pudiera aliviar algo de la angustia que empieza a crecer en mi interior.
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Hasta el ultimo suspiro.
FanfictionAria, una pelirroja de ojos dorados y alma vibrante, se muda a Corea del Sur con su familia, dejando atrás la calma de Estados Unidos. Pero su vida da un giro radical cuando se encuentra con un chico imponente, rodeado de motos rugientes y un grupo...