Capitulo 13

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Arvin se encontraba en un sueño profundo, arropado por la calidez de su familia, cuando un leve sonido lo sacó de su sopor. Un susurro en el aire, una mezcla de crujidos y murmullos, hizo que sus sentidos se agudizaran. No era un sonido familiar, algo en su interior le decía que no era normal.

Se movió lentamente, asegurándose de no despertar a Jirra ni a Gizmo, cuyas respiraciones suaves y tranquilas lo reconfortaban. Con cuidado, levantó la cabeza y observó la entrada de la cueva, donde la tenue luz de la luna se filtraba, proyectando sombras danzantes en las paredes.

Arvin contuvo la respiración y centró su atención en el exterior. Un escalofrío recorrió su espalda; los sonidos que había escuchado antes se intensificaron. Algo se movía entre los arbustos cercanos, un leve crujido que no podía ser ignorado. Su instinto de protección se activó, y sabía que debía averiguar qué estaba sucediendo.

Deslizando su cuerpo fuera del cálido abrazo de Jirra y Gizmo, Arvin se puso de pie, cuidando de no hacer ruido. Avanzó sigilosamente hacia la entrada, cada paso medido y calculado, sintiendo la tierra fría bajo sus patas. La brisa nocturna acarició su pelaje, y el olor a tierra y vegetación llenó sus fosas nasales.

Cuando llegó al borde de la cueva, se agachó y observó el exterior. La luna iluminaba el paisaje desértico, revelando un par de ojos brillantes entre la oscuridad. Arvin se tensó; no podía distinguir la forma, pero sabía que no era una criatura cualquiera. La intuición le decía que era el lobo que había visto días atrás.

El animal permanecía a unos metros, como si estuviera evaluando el entorno, y Arvin se preguntó si había regresado por alguna razón específica. Su corazón latía con fuerza, pero no podía permitir que el miedo lo dominara. Necesitaba proteger a su familia.

Arvin se mantuvo en silencio, observando, esperando el momento adecuado para actuar. La noche era su aliada, y la presencia de su familia lo impulsaba a permanecer firme. Con cada segundo que pasaba, la tensión en el aire crecía, y sabía que debía prepararse para lo que viniera.

Arvin apretó los dientes, su instinto con cada latido de su corazón. De repente, la figura del lobo se volvió más clara bajo la luz de la luna. Para su sorpresa, el lobo llevaba unas extrañas gafas de soldadura redondas y negras, que le daban un aire casi surrealista. La imagen era inquietante, como si la criatura estuviera disfrazada para una función que Arvin no entendía.

Arvin: (gritando, incapaz de contenerse) ¡Lárgate de aquí! ¡Este es nuestro hogar!

El lobo se detuvo, volviendo la cabeza hacia Arvin con un gesto de desdén. La luz de la luna brillaba en sus gafas de soldadura, y aunque no podía ver sus ojos, la intensidad de su mirada era palpable.

Lobo: (con un tono burlón) ¿Tu hogar? Desde cuando un par de coyotes creen que pueden reclamar el desierto como suyo.

Arvin apretó los dientes, sintiendo cómo el miedo y la protección por su familia se entrelazaban en su pecho.

Arvin: (firme) No importa lo que creas. Este lugar es mio.

El lobo se rió, un sonido profundo y resonante que reverberó en el aire frío de la noche.

Lobo: (desafiador) El mundo ha cambiado, coyote.

Arvin se sintió enojado, pero también sabía que no podía dejar que su rabia nublara su juicio. Se concentró, recordando las lecciones aprendidas con Jirra, sobre la importancia de la estrategia y la calma.

Arvin: (con determinación) No estoy aquí para pelear contigo. Estoy aquí para proteger lo que es mío. Así que vete.

El lobo inclinó la cabeza, como si estuviera considerando sus palabras. La risa había desaparecido de su rostro, y por un momento, Arvin vio una chispa de respeto en su postura.

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