Cuando Arvin despertó, la luz grisácea del día se filtraba a través de las hendiduras de la cueva. Una sensación de pesadez lo invadió, como si el mundo mismo estuviera de luto. Se incorporó lentamente, su cuerpo aún adolorido y tembloroso, y al instante sintió la ausencia de Jirra y Gizmo.
Arvin: (gritando) ¡Jirra! ¡Gizmo!
Su voz resonó en la cueva vacía, pero solo recibió el eco de su propia desesperación. El silencio que siguió era ensordecedor. Miró a su alrededor, la oscuridad del lugar parecía más profunda, como si todo lo que amaba hubiera desaparecido en esa penumbra.
Arvin: (más firme, con angustia) ¡Jirra! ¡Gizmo! ¡Responden!
No había rastro de ellos. La piedra fría bajo sus patas era un recordatorio cruel de la situación. Cada segundo que pasaba aumentaba su ansiedad. Se levantó con esfuerzo, tambaleándose un poco mientras se apoyaba en la pared de la cueva.
Arvin: (en voz baja, pero decidida) Tienen que estar cerca. No puedo dejar que se los lleven.
Salió de la cueva, el aire fresco le golpeó el rostro. El cielo estaba cubierto de nubes grises, como si el universo también llorara su pérdida. Arvin se obligó a concentrarse, inhalando profundamente el olor de la tierra húmeda y el bosque. Tenía que rastrear sus huellas, buscar pistas que lo llevaran a su familia.
Arvin: (pensando) ¿Dónde podrían haber ido?
Miró alrededor, su mente corriendo en círculos. Recordó cómo había luchado la noche anterior, la confrontación con los lobos, y la angustia en los ojos de Jirra. Necesitaba ser fuerte. Sus instintos le decían que no debía alejarse demasiado, pero la preocupación por su familia era más poderosa.
Arvin: (murmurando) Tengo que encontrarles.
Caminó con cautela, sus sentidos alertas. El bosque estaba silencioso, los pájaros no cantaban, como si estuvieran en deuda con el sufrimiento de la naturaleza. Arvin se detuvo en un claro, donde el suelo estaba marcado por las patas de los lobos. Su corazón se hundió al ver las huellas frescas, indicando que sus enemigos habían estado allí.
Arvin: (con rabia contenida) No puedo dejar que esto termine así.
Decidido, siguió las huellas, su mente visualizando a Jirra y Gizmo. Se imaginó a su familia a salvo, y cada paso que daba era un voto de venganza. Sabía que esos lobos no lo dejarían en paz. El miedo por su familia lo impulsaba a avanzar, a no rendirse.
Mientras recorría el bosque, Arvin buscaba cualquier señal, cualquier indicio que lo llevara a ellos. Su corazón latía con fuerza, un recordatorio constante de lo que tenía que proteger. Era el momento de ser el coyote que siempre había sido, astuto y feroz. La búsqueda apenas comenzaba, y no iba a ceder hasta encontrar a su amada Jirra y su pequeño Gizmo.
Arvin siguió avanzando, cada paso pesado, cada latido más urgente. El viento gélido golpeaba su rostro mientras sus patas se hundían en la tierra húmeda. A pesar del frío, el calor de la desesperación lo mantenía en movimiento. Caminaba sin rumbo fijo, siguiendo las huellas que se desdibujaban entre las sombras de los árboles, su mirada fija en el suelo, buscando cualquier indicio de ellos.
Arvin: (gritando) ¡Jirra! ¡Gizmo! ¡¿Dónde están?!
Su voz resonaba en el aire, pero no había respuesta, solo el susurro de las hojas mecidas por el viento. La frustración comenzaba a crecer dentro de él. El bosque se extendía infinito, y a pesar de su experiencia como coyote, sentía que estaba perdiendo el control, como si la presión lo estuviera tragando entero.
Cletus: (en su memoria) "Si me encuentras, tendrás una oportunidad de verlos otra vez... dulces sueños."
Arvin: (gruñendo para sí mismo) No... ¡No los perderé!
ESTÁS LEYENDO
Tierra Mala
Hayran KurguEn un mundo devastado por el cambio climático y la guerra, la Tierra está habitada más por animales y los humanos han menguado. En la ciudad de Los Ángeles, los animales que son Arvin, un coyote rojo, David, un perro pastor alemán, Django, un gato n...