capitulo 3

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La revelación de Hec me dejó atónito. La idea de que ella había escapado por una escalera de emergencia me llenó de preguntas.

—¿Qué significa eso? —pregunté, tratando de procesar la información.

Hec se ajustó las gafas y sonrió con algo de ego.

Hec: Significa que hay un camino que no exploraste. Si se fue por ahí, tal vez haya más oportunidades de encontrarla.

La emoción burbujeó dentro de mí. ¿Podría ser que aún existiera una pista, un rastro de ella?

—¿Tienes alguna idea de dónde podría llevar esa escalera? —inquirí.

Hec: En la fiesta, había varias áreas. Tal vez podamos volver al lugar y preguntar a quienes estaban allí. Es posible que alguien la haya visto salir.

Asentí con determinación. La esperanza renovada me impulsó a actuar. Después de despedir a Hec, tomé un momento para organizar mis pensamientos. Decidí que no podía dejar pasar esta oportunidad. Mire hacia su retrató y le sonreí.

"Te encontraré pedacito de sol" dije para mí, mirando su retrató.

Al llegar al lugar de la fiesta, el ambiente era diferente. Las luces aún titilaban, y algunos recuerdos de aquélla noche me inundaron. No íbamos a buscar ahí, si no en lo que pasó en ese salón hace 9 años, lo que es ya un problema. Pase por diferente áreas, buscando al menos una repuesta pero, todos, absolutamente todos, dijeron lo mismo...

— buenos días. —un hombre mayor nos recibió. Ojos azules con tonos grisáceos, doble barbilla, líneas de expresión bien marcadas y con espeso cabello blanco y vistiendo un esmoquin azul marino.

Buenos días señor Jesús. —hablo Hec con un perfecto inglés—. Vengo a hablar  sobre lo que le comenté por teléfono. — el hombre asistió escuchando a Hec—. Nesisto las camaras de seguridad.

El hombre levanto su mano interrumpiendolo—. Mire sr. Lo que me pide tiene más de 9 años, lo que me pide es remotamente imposible, de ser posible, ni siquiera tengo la certeza de conseguir la que usted necesita, ya que, esas escaleras no existen.— abrí los ojos a la par de Hec.

— ¿Q-qué? Eso, eso no puede ser, están ahí las escaleras y... —una vez más, lo interrumpió

Esas escaleras apenas tienen un año y si pueden ver; aún están en construcción. — fruncí el ceño y apreté los dientes con coraje.

— ¿Cómo puede ser eso cierto? — dije, y me miraron, estaba decidido a no rendirme ya que ella me dió una señal, una señal que no dejaría pasar. Pero ¿Saben qué?

Correcto, me fui con las manos vacías. Mi frustración era más que evidente. Mire a Hec y este también estaba sorprendido y una vez más, pude ver su ego como investigador, desplomarse en el suelo. Por mi parte, no pude sentir más que sincero y auténtico coraje, me contuve pero para mí no es suficiente, estoy seguro que ella me dió una señal para seguir buscándola y eso haré, cueste lo que me cueste.

Hec: perdone señor por darle una falsa esperanza —negué con la cabeza.

— no te preocupes Hec... —tome aire—. Espero que tu esposa no te regañe por tener el mismo caso por un par de años más —su rostro paso de ser deprimido a ser de confusión en segundos—. Quiero que vuelvas a tomar el caso, te pagaré más de ahora en adelante.

Hec: ¿Esta seguro de eso? — asentí y una sonrisa sutil me entrego como respuesta.

— No me voy a rendir, ni mañana, ni nunca, la seguiré buscando en esta vida y en las siguientes.

Llegué a mi departamento con el ánimo por los suelos, arrastrando el mismo peso que me había acompañado durante los últimos 9 años. La tristeza me envolvía como una sombra persistente, cada fracaso agudizando la herida de no encontrarla. Era un dolor familiar, una especie de eco que resonaba en mi interior, recordándome cada día que había estado buscando algo que parecía inalcanzable.

Cada rincón de mi hogar me hablaba de su ausencia; el silencio era abrumador, y la soledad se sentía como un manto helado. A pesar de mis esfuerzos, cada intento de hallar a esa mujer solo alimentaba la desesperanza. Me preguntaba si alguna vez podría liberarme de este ciclo de anhelos y decepciones, o si estaba destinado a vivir atrapado en un laberinto de recuerdos y sueños perdidos.

La misma tristeza me inundaba, como un río desbordado, mientras me preguntaba si realmente había sido un sueño. La búsqueda me había dejado exhausto, y, sin embargo, cada latido de mi corazón seguía aferrándose a la esperanza de que algún día, por fin, la encontraría.

Es como si mi vida se desdibujara entre sombras, como un sueño borroso del que no logro despertar. Todo a mi alrededor parece irreal, como si flotara en una neblina espesa, pero mi corazón... Mi corazón lo siente tan vívido, tan palpable, como una montaña rusa descontrolada. Cada emoción se dispara en mil direcciones, intensas y caóticas, arrancándome suspiros, sonrisas, y lágrimas. Es esa paradoja cruel donde la razón dice que no es real, pero el alma lo vive como si no hubiera nada más verdadero.

“Quiero encontrar a esta mujer,” murmuré, con los ojos clavados en el cuadro que me observa desde la pared. Su silueta se dibuja entre pinceladas y sombras, una presencia que he buscado por años sin descanso. No la conozco, y sin embargo, la extraño con una nostalgia que me desborda. Es un anhelo antiguo, como si su ausencia pesara en cada rincón de mi vida, como si hubiera nacido para pronunciar su nombre, aunque ni siquiera sé cómo se llama. Su rostro está clavado en mi mente, como si estuviera tatuado en mí, recuerdo perfectamente su rostro, pero su esencia vibra en mi pecho, como un eco que no cesa. La busco en cada mirada, en cada rincón de esta vida, deseando que el destino, por fin, la traiga ante mí.

Pero a pesar de todos mis esfuerzos, después de tantos años de búsqueda incansable, sigo sin encontrarla. Es como si el tiempo se burlara de mi esperanza, prolongando su ausencia. No sé qué más hacer. Ya he recorrido cada camino posible, y ahora mis ojos la buscan desesperadamente en las miradas de otros, tratando de armar su rostro con pedacitos de almas ajenas. Sé que no existe, o al menos eso me repito, pero mi corazón no se rinde, mis sentimientos se aferran, y mi mente, confusa, me susurra razones que a veces parecen tener sentido y otras, me hunden en la duda. Estoy perdido en este laberinto, atrapado entre la lógica y el deseo, sin saber cuál de los dos seguir. No sé qué más hacer, pero algo dentro de mí sigue creyendo que ella está en algún lugar, esperando ser encontrada.

las raices del peligro. Rindo Haitani Donde viven las historias. Descúbrelo ahora