En un día común, como cualquiera, Ran llegó a contarme sobre una mujer, una linda mujer al parecer, pero para él todas las mujeres son hermosas. No le di importancia; sin embargo, me dio curiosidad conocerla y sobre la anterior mujer. Una vez más, no era ella. Es tan frustrante.
A pesar de mis bajones, no pierdo la esperanza. Sé que la volveré a ver, aunque sea en mis sueños, porque honestamente aún no sé si ella es real. La seguiré buscando en el fondo de mi mente, entre el laberinto de mis sueños o hasta por debajo de las piedras. Estoy dispuesto a encontrarla y verla una vez más.
Así se cumplieron 9 años desde la última vez que la vi. Hec ya estaba harto de buscar y no encontrar nada. Estaba igual; poco a poco mis ganas iban en decadencia, hasta que mi paciencia se acabó.
—Lamento haberte quitado tu tiempo, Hec.
Hec: No te preocupes. Por primera vez en largos años, tuve un caso del que ni una pista pude conseguir. Un verdadero reto. —Sonrió con orgullo, como si aceptara una derrota justa—. Fue agradable trabajar contigo. Te pido disculpas por no encontrar a esa mujer. —Negué con la cabeza.
—No tienes nada de qué disculparte. En todo caso, sería yo quien te deba una disculpa; te quité años de tu vida y tiempo.
Hec: No es que sea malo; la paga fue buena, joven. —Reímos. Luego se marchó.
Sacó su mano de su coche y me dijo adiós, agitando la mano por fuera de la ventana. Repetí la acción desde la puerta del estacionamiento del edificio en donde vivo. Cuando se fue, me di media vuelta y subí al elevador, cabizbajo. A pesar de que todo indicaba que ella nunca existió, mi corazón aún no lo procesa. Aprendí a rendirme, pero no a perder la esperanza, porque aún no quiero dejarla como un sueño. Salí del elevador y mi teléfono vibró, así que lo saqué de mi pantalón y vi la pantalla. Era Ran. Entré a su chat y, cuando iba a responder, sentí como algo golpeó mi hombro. Escuché cosas caer y un quejido femenino; había chocado con una mujer.
—Lo siento —me disculpé y me agaché para ayudarla, ya que sus libros, una carpeta, su bolso y las cosas que llevaban dentro cayeron al suelo, dispersándose por todas partes.
—No se preocupe, no vi por dónde iba. Lo lamento. —Respondió. Su voz era como un dulce susurro que me llevó a levantar la vista y mirarla. La mejor decisión de mi vida. Era tal vez unos años menor que yo; al notar mi mirada, levantó la suya también.
Unos ojos azules se encontraban viéndome fijamente con curiosidad, y yo a ellos. El impacto de mi hombro con el suyo había movido su cabello liso y negro que estaba tal vez un poco por debajo de los hombros. Al quitarlo de su rostro, lo colocó detrás de su oreja. De su frente caía un flequillo a un lado; sus mechones invadían su frente y parte de su ojo derecho. Sus labios rosados llamaron mi atención, pero creo que miré demasiado.
—Lamento la intromisión. —Recogió rápido sus cosas y subió al elevador, evitando mi mirada. Picó los botones y acomodaba su cabello nerviosamente. Las puertas del elevador comenzaron a cerrarse, y apenas unos centímetros antes de hacerlo, ella volvió a mirarme.
Para ese punto, ya me había levantado, pero tardé en hacerlo. Cuando ella picaba los botones, yo apenas me estaba enderezando. El elevador cerró sus puertas y ella desapareció. Sonreí sin saber qué hacer y retomé mi camino hacia mi casa. Pero sentí algo en el suelo que me hizo parar. Volteé hacia abajo y lo vi: era un libro. Lo recogí y vi su título: "Odder". Dediqué que le gustaba leer porque es obvio que es de ella.
Dejé mi andar y bajé por las escaleras, esperando que no se fuera, pues quería darle su libro, que ya estaba empezado, ya que tenía marcadores de colores en casi la mitad. Pero tuve muy mala suerte; ya estaba subiendo a un coche y se fue. Suspiré y volví a mi departamento. Al llegar y estar dentro, lo primero que hice fue dejar el libro en el sofá y darme un baño. Estaba cansado; lo que quería era dormir. Al salir del baño, me senté en el sofá. La portada me causaba curiosidad. Una linda nutria con sus manos juntas, era algo tierno. Me preguntaba: ¿Cuándo la volveré a ver? No, más bien, ¿podré verla alguna vez? Para darle este lindo libro azul.
Lo tomé entre mis manos y sentí su textura, simple y familiar. No pude evitar pensar en sus ojos, en su cabello negro y en sus labios, tan rosados como los capullos de las rosas. Tan llamativos, tan lindos. Dejé el libro a un lado y mis ojos se posaron en Sol... mi dulce Sol. Me sentí como el esposo que acaba de engañar a su mujer. Es horrible. Me levanté y me puse frente al gran cuadro de ella que está en esta sala.
—Quizá sea lo mejor... Estuve como un loco buscándote y tú no te dignas a aparecer. Me estás matando, amada mía. No sabes lo difícil que es vivir solo con un lienzo frente a mí. —Le hablé, como si pudiera escucharme o responderme—. ¿Qué puedo hacer, Sol? Si tan solo me dieras una pista de que eres real, de que me esperas, te juro que...
El timbre sonó. Volteé hacia la puerta y caminé hacia ella tras unos microsegundos. Al abrirla, vi a Hec con una cara de emoción.
Hec: ¡Tengo una pista! —declaró sin que preguntara nada. De inmediato, mis ojos se abrieron como platos. ¿No estaba soñando? ¿Ella de verdad es real?
—¿La viste? ¿Sabes cómo se llama? ¿Qué edad tiene? ¿Dónde vive? ¡Habla, Hec, habla!
Hec: No, no sé nada de eso, pero es que ella no desapareció de la fiesta por la puerta principal o por la trasera, sino por una escalera de emergencia.
Lo miré con confusión.
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las raices del peligro. Rindo Haitani
Fanfiction(hermanos Haitani #2) ¿Quien diría que así sucederían las cosas? Sin conocerte. Sin conocerme, solo dos extraños que ocultan sus secretos, que ocultan sus miedos... No voy a mentirte. Tengo miedo a lo que el futuro me espera, lo que pasara mañana m...