capítulo 4

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— Carajo —maldije entre dientes al no encontrar el libro que estaba segura de haber empacado, pero que ahora no estaba.

Jesy: ¿Qué? ¿Se te perdieron los condones? —Ahí estaba ella, voltee mi mirada ya que estaba sentada en los asientos de atrás y me encontré con sus enormes ojos verdes mirándome fijamente, con burla en ellos. Su cabello negro caía, sus labios, pintados de rosa, formaban una sonrisa burlona.

—Ja, ja, qué graciosa —le respondí con sarcasmo. Se burla de mí como si fuera su títere, como si fuera un payaso. Voltee y seguí buscando en mi bolso—. ¿Cómo es posible que no esté? Estoy segura de que lo puse aquí.

Erina: ¿Hablas de Odder, el libro azul? —contesto la mayor de nosotras, que estaba a su lado.

—Ese mismo —no la miré y seguí buscando inútilmente.

Lili: Si no está ahí, ¿por qué lo sigues buscando? Es claro que no lo pusiste ahí. —hablo a un lado mío.

Me quejé, eso era obvio, pero tenía la esperanza de encontrarlo. Claramente se vino abajo, porque ahí no estaba mi libro. Lo cual me puso de mal humor, porque lo único que me sacaba de este infierno terrenal eran mis libros, la lectura. El trabajo no es algo lindo, y precisamente por eso me sumerjo en diferentes historias, para olvidarme de lo que tengo que hacer en el trabajo. Porque no es un trabajo "normal".

Es mucho más que eso.

Ramsés: ¿Diga? —Entre las risas de las muchachas, casi no se podía oír la voz de Ramsés al teléfono. Se escuchaba entrecortada, muy baja—. Claro, está bien. Muy bien hecho, continúa así.

Supuse que era el mismo problema de siempre, ya que casi siempre pone esa cara de disgusto cuando es el mismo tema. Suspiré, preparándome para el regaño que venía.

Ramsés: Ese maldito... —Frunció el ceño, sus cejas blancas destacaban en su rostro mientras colgaba el teléfono y se giraba hacia mí—. Otra vez ese sabueso tras tus huesitos, muñequita.

Rodé los ojos. No me gustaba que me diera esa noticia ni que me llamara así. Aunque no suena mal, me llama de esa manera por los disfraces que me obliga a ponerme.

Ramsés: Han pasado ya 9 años desde que intento ocultar tu rastro, pero siempre vuelve... Me está colmando la paciencia, si no es que ya he aprendido a sobrevivir con ella —miró al frente, molesto—. No sé cómo diablos deshacerme de ese molesto sabueso.

No hace falta explicar por qué lo llamamos "sabueso". Este susodicho me ha estado molestando durante 9 años, complicando mi trabajo. Me escondo lo mejor que puedo, pero ya ni siquiera puedo andar de puntillas, porque siempre viene a buscarme, aunque no me encuentre. Ramsés y Victoria se encargan de borrar mis huellas. Si no fuera por ellos, seguramente ya habría encontrado alguna pista mía y habría dado conmigo en poco tiempo. Ha estado en todos los lugares en los que yo he estado: bares, casas, departamentos... Siempre encuentra un rastro, pero nunca ha hallado una pista concreta gracias a Ramsés, que borra mis huellas tras cada paso. Ramsés está molesto porque soy, de las cuatro, la que más trabajo le da debido a este sabueso. Lo ha investigado, pero no ha descubierto mucho.

Sabemos que su nombre es Hec Yamamoto, tiene una hija, está divorciado desde hace dos años y ronda los 39 años. Su profesión: detective privado. Eso es lo más intrigante, y la razón por la que no hay pistas más concretas sobre quién es. Nos ha costado descubrir más de él, y parece estar siguiendo órdenes de alguien, aunque aún no sabemos de quién. Eso es lo que altera a Ramsés.

Ramsés manejó la situación desde el principio, hace unos ocho o nueve años, pero le molesta que, tras varios intentos fallidos, ese hombre siga buscándome. ¿Con qué objetivo? ¿Por qué? No recuerdo haberme metido en tantos problemas. Era joven e inexperta, sí, pero nada tan grave. Caminamos por la cuerda floja de la incertidumbre. ¿Quién es este tipo y por qué me busca? ¿Con qué fin? ¿De dónde me conoce? Un paso en falso y le digo adiós a todo lo que tengo, quizá hasta a mi propia vida. Eso es lo que mantiene a Ramsés alerta como una víbora. Le molesta tanto que me prohíbe hacer la mayoría de las cosas que me gustan, como salir a pasear sola. Logré evitar que me pusiera una tobillera con rastreo, lo cual era ridículo.

Por ahora, solo queda deshacerse de cualquier rastro que dejo y no involucrarme con mucha gente. No es divertido, si me lo preguntas. No es que sea muy sociable, pero tampoco me gusta sentir que no puedo ni siquiera ayudar a una anciana a cruzar la calle. Tengo muchas prohibiciones, y por eso odio al sabueso. Así van las cosas por el momento.

Nos dirigimos al sur del país. Mi única preocupación es que no tengo mi libro y me voy a aburrir en el viaje. Aunque quiero mucho a mis hermanas mayores, a veces me hartan. Fue mi mala suerte del día que Ramsés haya venido justamente hoy, también toparme con ese hombre no fue... Cai en cuanta.

— mi libro — susurré lo que provocó que Lili volteara a verme con esos ojos grises o tal vez azules, el color siempre cambia dependiendo los colores alrededor de ella.

Lili: ¿Que pasa? -me pregunto mientras su hermosa melena blanca caía por sus mejillas y rozaba sus hombros que estaban descubiertos por la blusa que vestía. Me di cuanta de que estaba viéndome así que disimulé.

— oh, bueno, es que, hoy en la mañana choque con un tipo mientras bajaba del edificio, no sé quien era pero...

Ramsés: ¿Checaste con un tipo? ¿Con quién? ¿Cómo se llama? ¿Se te perdieron algunos papeles?...

Todas nos quedamos en silencio, su intensidad era de verdad espeluznante.

Erina: Ramsés Please leave the show -hablo mi salvadora de ojos rojos y mirada de mamá latina, su inglés es tan perfecto y tan sexi que provoca cosquilleo-. Ni siquiera nos dice que fue lo que pasó y ya estás alucinando peor que los zombies de Hollywood...- Ramsés frunció el ceño, dió en el blanco.

Erina tiene la habilidad de atraer a hombres, con su hermosa figura y habilidad de manipulación, mueve a los hombres y círculos sociales a su antojó, una discusión con ella puede tener dos finales; decides callarte por tu cuenta o ella lo hará de la peor manera. ¿Recuerdas la frase; "cuídate tus palabras porque las palabras duelen"? Bueno, ella se lo pasa por sus lindos senos y no mide lo que dice, pero escucharla hablar es un dulce coqueteó a tu oido.

Ramsés se callo.

las raices del peligro. Rindo Haitani Donde viven las historias. Descúbrelo ahora