Capítulo 5

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La cena en casa de los Jaeger estaba servida, pero la atmósfera era densa, como un cielo cargado de tormenta. Eren, Carla y Kutchel se sentaron a la mesa, pero las palabras parecían flotar en el aire sin atreverse a ser pronunciadas. Kutchel intentaba mantener una conversación ligera, pero la preocupación se reflejaba en su rostro mientras miraba a su hija, Mikasa, que permanecía en un rincón, con la mirada perdida. La tensión palpable indicaba que había más en juego que una simple cena familiar.

—He escuchado rumores sobre la reputación de Mikasa en el pueblo —dijo Eren, su voz grave cortando el silencio como un cuchillo afilado—. La gente habla de ella y de su relación con su primo Levi. Quiero saber qué tan cierto es esto, señora —agregó, mirando a su futura suegra con seriedad.

El aire se volvió aún más pesado, como si cada palabra pronunciada tuviera el poder de desatar una tormenta. Carla, sorprendida por la audacia de Eren, sintió cómo su corazón latía con fuerza. Kutchel se tensó, sus manos apretándose sobre la mesa mientras el ambiente se tornaba eléctrico.

Kutchel frunció el ceño, sintiendo cómo la tensión aumentaba en la habitación. La curiosidad ardía en su interior al darse cuenta de que ya se habían enterado de los murmullos que circulaban.

—¿De qué rumores hablas, hijo mío? No hagas oídos a comentarios de viejas chismosas. Mikasa es una niña decente —respondió Kutchel, tratando de mantener la calma mientras su corazón latía con fuerza.
Pero Eren no se dejó engañar por las palabras tranquilizadoras de Kutchel. Sabía que en tiempos de Inquisición, cualquier vínculo considerado inapropiado podía ser motivo suficiente para ser señalado como sospechoso. La sombra del miedo se cernía sobre ellos, y cada rumor podía convertirse en una sentencia.a

—¿Decente? —replicó Eren, sus ojos chispeando con determinación—. En este pueblo, la decencia se mide por la lealtad a las tradiciones. Si hay algo entre Mikasa y Levi, podría costarle más que solo su reputación. Podría costarle la vida.

El aire se volvió aún más pesado, cargado de un temor palpable. Carla miró a Mikasa, quien seguía en su rincón, con una expresión que reflejaba confusión y angustia. La realidad de su situación era clara: los rumores no eran meras habladurías; eran un peligro latente en un mundo donde la lealtad podía ser traicionada y los inocentes llevados ante el tribunal de la Inquisición sin piedad.

—¿Y qué es lo que dice el pueblo? —preguntó Kutchel, intentando mantener la calma mientras su corazón latía con fuerza—. ¿Acaso has escuchado algo más específico?

—Una conocida de mi padre asegura que los vio en una escena bastante comprometedora en el confesonario de la iglesia —respondió Eren, su voz grave resonando con una mezcla de preocupación y desafío.

Las palabras de Eren cayeron como un peso sobre la mesa, y Kutchel sintió cómo su estómago se retorcía. La idea de que Mikasa pudiera estar involucrada en algo tan escandaloso era aterradora.

La defensa de Kutchel fue inmediata y apasionada.

—Eso es falso. Mikasa jamás dejaría que nuestro nombre fuera la comidilla del pueblo. No escuches esa mentira.

Eren apretó los dientes, sintiendo cómo la frustración burbujeaba dentro de él.

—¿Y qué más da lo que ella quiera? —replicó, su voz temblando con intensidad—. En este pueblo, los rumores son más letales que cualquier espada. Si hay verdad en lo que se dice, Mikasa podría ser vista como una hereje, y eso no lo puedo permitir es mi futura, espero usted comprenda.

La tensión en la habitación se intensificó. Kutchel, con el rostro enrojecido de indignación, se levantó de su asiento.

—¡No puedes hablar así de ella! —exclamó—. Mikasa es leal y honorable. No permitiremos que las habladurías de algunos arruinen su vida.

El Confesionario (Rivamika) Lectura EróticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora