Narra natanaelEl motor de la camioneta rugía suavemente mientras conducía en silencio. La pijamada había terminado, y ahora iba rumbo a la casa de Eleanor. El ambiente dentro del carro estaba cargado, tenso, como siempre que ella estaba cerca. No podía evitarlo. Había algo en Eleanor que me volvía loco, pero no iba a admitirlo. No, no lo haría.
Mantenía la mirada en el camino, sin decir una palabra. La veía de reojo, sentada a mi lado, nerviosa, jugueteando con las manos. Era tan fácil leerla. Eleanor siempre estaba nerviosa cuando estábamos solos, y me gustaba saber que tenía ese efecto en ella. No le diría eso tampoco, claro. Al contrario, prefería mantener las cosas frías, distantes.
Saqué un cigarrillo del bolsillo de mi chaqueta y lo encendí con una mano, mientras la otra seguía firme en el volante. Inhalé profundamente, el humo llenando mis pulmones, y solté el aire lentamente. Sentía cómo el calor se acumulaba en mi pecho. No podía más. El solo hecho de pensar en Matías me encendía por dentro.
-Mantente lejos de Matías -solté de golpe, rompiendo el silencio que había reinado hasta ese momento.
Noté cómo Eleanor me miraba sorprendida, pero no aparté la vista de la carretera. Mi tono había sido más brusco de lo que quería, pero me daba igual.
-¿Por qué? -preguntó, en esa voz suave y temblorosa que siempre usaba conmigo.
Apreté la mandíbula, dando otra calada al cigarrillo. No tenía que explicarle nada, pero el simple hecho de pensar en Matías cerca de ella me hacía hervir. Ese tipo no era de fiar, y no me gustaba la forma en que la miraba.
-Solo hazlo, Eleanor -respondí fríamente-. Ese tipo no te conviene.
El resto del trayecto fue silencioso, pero la tensión entre nosotros era palpable. Podía sentir su incomodidad, y eso me provocaba una satisfacción retorcida. Llegamos a su casa, y estacioné la camioneta frente a su puerta. Apagué el motor, pero no me moví. Solo la miré por unos segundos, observando su expresión, sus ojos que evitaban los míos.
-Eleanor -murmuré, y cuando me miró, supe que ya no podía más.
Me incliné hacia ella, tomando su rostro entre mis manos, mis dedos rozando su piel suave. No esperé respuesta. Mis labios encontraron los suyos en un beso brusco, posesivo, como si quisiera reclamar lo que, en el fondo, sabía que ya me pertenecía. Podía sentir su sorpresa, pero no me aparté. El sabor de sus labios era una mezcla de dulzura y vulnerabilidad, y eso solo hacía que la apretara más contra mí.
Cuando finalmente me separé, mis ojos se clavaron en los suyos, desafiándola a decir algo, a negar lo que acababa de pasar.
-Recuerda lo que te dije -murmuré con voz baja pero firme-. Mantente lejos de Matías.
Y sin darle tiempo a responder, solté su rostro y me recosté en mi asiento, volviendo a encender el motor. Sabía que la había confundido, pero eso era lo que quería. Eleanor no iba a estar con nadie más. Ni Matías ni ningún otro. Porque ella ya era mía.
Narrado en tercera persona
Eleanor salió del carro con el corazón desbocado. Había sido un beso tan intenso que todavía podía sentir el calor en sus labios y el eco de sus palabras resonando en su mente. Se apresuró a cerrar la puerta detrás de ella, sintiendo cómo su rostro se sonrojaba mientras daba los primeros pasos hacia su casa. ¿Qué había sido eso? La adrenalina corría por sus venas, y sus pensamientos eran un torbellino.
Al entrar, vio el reloj en la pared: eran las nueve de la mañana. Su madre estaba en la sala, la mirada fija en la televisión. Sin embargo, la atmósfera cambió rápidamente. Su madre se giró, y la expresión en su rostro era de decepción.
-¿Dónde has estado, Eleanor? -preguntó, su voz tensa.
-En casa de Andrea -respondió, intentando mantener la calma.
-¿En casa de Andrea? ¿Tan tarde? ¡Sabes que no puedes quedarte fuera hasta ahora! -Su madre se acercó, el rostro lleno de reproche.
Eleanor sintió cómo la sangre se le subía a la cabeza. -No fue mi culpa. Todos se quedaron un poco más...
Sin darle tiempo a terminar, su madre levantó la mano y la abofeteó con fuerza. Eleanor se quedó paralizada, la mano en la mejilla, sintiendo el ardor de la bofetada y la herida de las palabras no pronunciadas.
-¡No voy a tolerar tu irresponsabilidad! -gritó su madre, antes de regresar a la televisión, ignorando a Eleanor.
Con lágrimas en los ojos, Eleanor se dio la vuelta y subió a su habitación, sintiéndose más sola que nunca. Se dejó caer en la cama, sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor. El recuerdo del beso de Natanael se desvanecía, reemplazado por el dolor de la confrontación con su madre.
Más tarde, mientras intentaba distraerse, escuchó el timbre de la puerta. Bajó las escaleras y encontró un enorme ramo de flores en la entrada, sus colores suaves contrastando con su estado de ánimo. Al recogerlas, una tarjeta cayó al suelo. Se agachó y la levantó, notando que solo tenía las iniciales N.C.
Su corazón se aceleró nuevamente. Sintio su celuar vibrar.Andrea,Tenía que ser ella. Sin pensarlo, sacó su teléfono y miró los mensajes. Fue entonces cuando vio uno nuevo de un número que no reconocía.
"Nos vemos en el receso, atrás de los baños."
Eleanor sintió que el corazón se le aceleraba de nuevo, pero esta vez era una mezcla de confusión y emoción. ¿Natanael realmente la había contactado? O, ¿era Andrea la que le había pasado su número? Su mente no podía dejar de girar en torno a la idea de que tal vez Natanael había pensado en ella, que quizás no solo era una amiga para él.
Con el ramo de flores en sus brazos, se sentó en la cama y miró por la ventana, pensando en lo que había pasado. El beso, la bofetada, las flores. Se sentía atrapada entre dos mundos, entre la emoción de lo que podría ser con Natanael y el dolor de su relación con su madre.
Las flores eran hermosas, pero ¿qué significaban realmente?
Eleanor respiró hondo, decidida a no dejar que el miedo la dominara. Se sentía confundida, pero una chispa de determinación comenzó a encenderse en su interior. Tal vez, solo tal vez, era hora de enfrentarse a lo que realmente sentía y a lo que Natanael significaba para ella.
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AMOR Y OBSESIÓN| Natanael cano
RomanceDonde Eleonor se cansa del rechazo de Nata y decide dejar de amarlo, o donde Nata se da cuenta de la obsesión que tiene con la mejor amiga de su hermana: una historia complicada de amor, redención y obsesión.