KANJŌ-SENTIMIENTOS

Reconciliación

Mientras me dirigía al pueblo, vi a uno de los hombres que me habló el Sr. Connor. Me acerqué y estaba muerto. Mientras tomaba una espada, un hombre emergió de la nieve e intentó golpearme. Estaba cubierto de sangre y supe que ya no tenía fuerzas, así que decidí correr e irme y dejarlo en ese frío lugar.

Al llegar a la casa del Sr. Luke, escuché una hermosa melodía. Me entristecí al recordar aquellos momentos en que tocaba mientras Noah observaba. A la vez, disfrutaba de la música. Poco a poco me acerqué. Toqué la puerta y la música se detuvo. Se abrió la puerta y vi a mi padre sentado a la mesa con el violín en la mano. Era él quien estaba tocando.

-Adelante, ponte cómodo -dijo el Sr. Luke.

Me senté lejos de mi padre, mirándolo con odio y decepción.

-Quita tu máscara, Mateo -dijo mi padre.

¿Cómo sabía que era yo? Me quité la máscara y, al mismo tiempo, mi padre sacó una que estaba oculta en su abrigo. Era la máscara que describió el Sr. Connor, y estaba llena de sangre. Eso significaba que mi padre fue quien salvó al Sr. Connor de aquellos hombres.

El Sr. Luke me dió de comer y me dijo con una voz llena de urgencia y esperanza:

-Tenemos que buscar el cristal y llevarlo al gran árbol. Lo demás queda en tus manos, Mateo, ya que eres el único que puede estar en la dimensión sin ser afectado.

Salimos y caminamos en dirección a mi hogar. La confusión y el miedo me invadían. ¿Por qué lo salvó? Esa pregunta no dejaba de rondar mi mente.

Llegamos a casa y entramos. Papá tomó un hacha, y en ese instante, todos los recuerdos dolorosos volvieron a mí. Recordé aquel momento en que intentó quitarme la vida. Con el corazón latiendo con fuerza, tomé el arco y apunté. Él solo me miraba con una mezcla de alegría y arrepentimiento en sus ojos. Luego, con el hacha, empezó a golpear la madera del piso hasta romperla. Debajo de la madera, había algo envuelto en tela. El Sr. Luke lo tomó y me lo entregó con cuidado.

-Ahora todo depende de ti -dijo mi padre, su voz temblando ligeramente.

Salimos y caminamos hacia el bosque. Mi padre se acercó a mí y con una voz cargada de recuerdos y dolor, dijo:

-Hace cinco años fui a buscar madera en el bosque. Encontré a un niño que estaba siendo perseguido por hombres de guerra que traían ropa de pieles. Corrí a ayudarlo y me enfrenté a ellos. Yo era un centurión antes de que tú nacieras y tenía mucha experiencia en las guerras. Nunca dejé de entrenar. Tomé el hacha y los maté a todos. Luego traje a Noah conmigo.

La duda sobre por qué lo seguían me atormentaba, así que fui al bosque y, a lo lejos, vi una cabaña incendiada. Había una mujer cortada a la mitad y un bebé atravesado por una espada. Fué ese día que conocí a Connor. Le dije que me había llevado al niño conmigo y que estaba seguro en casa. También quise que viniera a vivir con nosotros, pero él decidió quedarse en el bosque. Dijo que tenía que proteger al gran árbol. También me explicó que ellos eran de la raza de los Kanjō y que al morir renacerían en otra dimensión. Así que le ayudaba cada día a hacer un hogar cerca del gran árbol, en una roca.

Luego de dos años, Noah y Karen fueron asesinados por los hombres de pieles. Decidí mantenerlo en secreto y dije que fue un oso quien mató a Noah. La única persona en la que confiaba era el Sr. Luke, así que le conté a él. Me dijo que su familia vivía en el bosque, tenían una aldea y su hijo vivía en una cabaña. La mujer que habían matado era la esposa de Connor, el bebé su hijo, y también cuidaban a Noah, ya que era especial para ellos. Fue entonces que supe que Connor era su hijo y, sin saberlo, enviábamos a Noah para que te acompañara y Luke también los cuidara.

Entonces le dije, con el corazón en la mano:

-Si dices la verdad, ¿por qué me querías matar?

Él me respondió, con decepción y lágrimas en los ojos:

-Estaba ebrio y no sabía lo que hacía. En el bosque te busqué para que no encontraras el gran árbol. Por eso le pedí a Connor que te ayudara.

En ese momento que por fin supe la verdad y me alegré de saber que mi padre no era mi enemigo. Sentí una paz que no había sentido en años y mi padre me miraba mientras sonreía levemente.