Capitulo 3: La sombra de la enfermedad

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Camila regresaba de un viaje a la India con un ligero malestar. Al principio, no le dio importancia, pensando que era solo un resfriado.

—Es solo el cansancio del viaje, nada de qué preocuparse —le dijo a Adrián por teléfono, mientras se tumbaba en su sofá.

—¿Estás segura? —respondió Adrián, con una nota de preocupación en la voz—. Si no mejoras, deberías ir al médico.

—Ya veremos. Si empeora, prometo que lo haré.

Pero los síntomas persistieron y se intensificaron. Finalmente, decidió hacerse unos análisis. El resultado la golpeó como un tsunami: VIH positivo.

Sentada en la sala de espera del laboratorio, Camila sentía el mundo desmoronarse a su alrededor. No entendía cómo había podido suceder. ¿Cómo? Era asexual, y aún así...

Cuando Adrián y Bruno se enteraron, fueron a verla inmediatamente.

—¿Cómo te sientes, Cami? —preguntó Bruno con suavidad, sentado junto a ella en su departamento.

Camila se quedó en silencio por un momento, mirando el suelo. Finalmente, levantó la vista, con los ojos llenos de lágrimas.

—No lo sé... No sé cómo sentirme. Tengo tanto miedo. ¿Qué hice mal?

Adrián, con la voz entrecortada, trató de consolarla.

—No hiciste nada mal, Camila. Esto no cambia quién eres. Vamos a superar esto, juntos, como siempre.

Bruno, con una mirada decidida, tomó la mano de Camila.

—No estás sola en esto. Vamos a estar contigo en cada paso del camino, ¿me oyes? No te dejaremos enfrentar esto sola.

Adrián y Bruno, decididos a apoyar a Camila en este nuevo desafío, se unieron para crear una burbuja de amor y protección a su alrededor. Un día, mientras hablaban en la cocina de Camila, Adrián propuso algo inesperado.

—Tengo una idea. ¿Qué tal si hacemos ese viaje que siempre quisiste? —dijo, con un brillo en los ojos—. Un recorrido por los lugares que siempre soñaste conocer.

—¿Viajar? —preguntó Camila, sorprendida—. ¿Ahora? ¿Con esto?

—Precisamente ahora —intervino Bruno, sonriendo—. Porque si no lo hacemos ahora, ¿cuándo? Vamos a hacerlo. Tú, yo, Adrián. Nos vamos juntos.

Camila los miró a ambos, sintiendo que el amor y la fortaleza que le ofrecían la envolvía como un cálido abrazo. Conmovida, asintió.

—Está bien, lo haremos. Viajemos.

Comenzó así una aventura llena de emociones, risas y lágrimas. Mientras caminaban juntos por las pirámides de Egipto, Camila miraba el horizonte.

—Esto es... increíble —murmuró—. No sé cómo agradecerles por todo lo que están haciendo por mí.

—No tienes que agradecer nada, Cami —le respondió Adrián, tomando una foto de ella bajo el sol egipcio—. Esto lo hacemos porque te amamos.

La majestuosidad del Taj Mahal fue el escenario de una conversación íntima.

—Sabes que... —comenzó Bruno, con la voz temblorosa—. No importa tu orientación. No es lo que define el amor que siento por ti. Te amo, Camila, de una manera que va más allá de lo físico. Es... simplemente amor.

Camila, sorprendida por la confesión, lo miró sin decir palabra. Adrián, sentado junto a ellos, agregó:

—Lo mismo va para mí, Cami. No sé si alguna vez lo dije de manera clara, pero te amo. Y no importa cómo sea nuestra relación. Lo que importa es que siempre estés aquí, con nosotros.

Conmovida por las palabras de ambos, Camila los miró con los ojos brillando por las lágrimas.

—Yo... no sé qué decir. Siempre pensé que no era capaz de amar de esa forma, pero ustedes me han mostrado que el amor es mucho más que eso. Me han dado más de lo que nunca pude imaginar.

Mientras continuaban su viaje, viendo la aurora boreal en Noruega y descansando en las playas paradisíacas de Bora Bora, Camila comenzó a transformarse. La enfermedad ya no la definía, ni la limitaba.

—La vida es tan efímera... —dijo una noche, mirando las estrellas desde la arena—. Estoy aprendiendo a vivir en el presente, a disfrutar cada instante como si fuera el último.

—Y nosotros estamos aprendiendo eso de ti —respondió Adrián, recostado a su lado—. Eres la persona más fuerte que conocemos.

Bruno, sentado a su lado, asintió.

—Es cierto. Tú nos das más fuerza de la que nosotros podemos darte a ti.

Tras un año de viaje, Camila, Adrián y Bruno regresaron a casa. La experiencia los había marcado para siempre. Habían aprendido el valor de la amistad, del amor y de la vida.

Una tarde, en el mismo café donde habían planeado su viaje, Camila, con una sonrisa serena, levantó su taza.

—Gracias por este año. A pesar de todo... soy feliz. He encontrado lo que realmente importa. Y sé que no podría haberlo hecho sin ustedes.

Adrián y Bruno levantaron sus tazas también, con sonrisas que reflejaban el profundo vínculo que ahora los unía más que nunca.

—Por muchos más momentos juntos, Cami —dijo Adrián.

—Y por la vida que nos queda por vivir —añadió Bruno.

Camila, a pesar de la enfermedad, se sentía plena y feliz. Había encontrado el significado de su existencia y estaba dispuesta a vivir cada día al máximo

Camila, la eterna adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora