ℂ𝕒𝕡𝕚𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟝

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"...¿Qué?"


Consideraba a sus empleados como los engranajes de la mansión. Nadie quería preguntar algo cada vez que veía las piezas de una máquina.


¿Por qué demonios sentía curiosidad? ¿Por la criada llamada Sally Bristol y su familia? Si ese fuera el caso, le habría bastado con recitar los detalles que el ejército revolucionario ya había organizado cuidadosamente.


Sin embargo, si ella recuerda sus acciones de hace un tiempo, puede ser una curiosidad muy vulgar y privada.


Los insultos y las maldiciones estaban a punto de salir de ella al instante. Sally se mordió los labios con fuerza.


"Tal vez..."


Por alguna razón, Winston, que la había estado mirando fijamente a los ojos, habló en voz baja. La pregunta no era ni vulgar ni demasiado privada, aunque hizo que Sally esperara que fuera una curiosidad más bien vulgar.


"¿Fuiste alguna vez a Abbington Beach cuando eras niño?"


Playa Abbington. En el momento en que escuchó esas palabras, se le hundió el corazón.


'¡Cerdos sucios!'


Los errores de su infancia se repetían en su mente como una película descolorida. Poco más de una docena de años después, ese verano estaba a punto de robarle todo su tiempo.


—No. Si tienes que preguntar, es solo una sensación. No hay pruebas.


Por suerte no hizo una pregunta capciosa. Con la mayor calma posible, esa era la única manera de vivir...


"¿Sí?"


Sally inclinó la cabeza como si estuviera confundida.


"No... Mis padres eran pobres, así que no podíamos permitirnos ir a un resort tan lujoso..."


Esta vez alargó las palabras con mal humor. Las comisuras de los ojos y de los labios se le hundieron por el peso de las desgracias de la pobre Sally Bristol, una hija pobre de una familia rural, cuyo único familiar era su madre, enferma de tuberculosis.


"...."


Winston volvió a guardar silencio.


La miró tenazmente a los ojos, como si hubiera lanzado una bomba disfrazada de pregunta.


 ¿Buscaba pruebas de mentiras o pruebas de la verdad en las aguas turquesas de Abbington Beach...?


Ella quería cerrar los ojos.


Pero, aunque lo hiciera, nada cambiaría. No fue hasta que la blusa de la criada de Sally comenzó a pegarse a su piel, mojada por el sudor, que Winston captó su atención.

𝓡𝓾𝓮𝓰𝓪 𝓟𝓸𝓻 𝓜íDonde viven las historias. Descúbrelo ahora