1881: "La Tierra del Fuego, dividida de esta manera, será chilena en la parte occidental y argentina en la parte oriental..."
Manuel y Martín, son demasiados jóvenes para criar a un niño tan chiquito, más si los dos son unos adolescentes recientemen...
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Buenos Aires, Argentina.
—"Vos" —apuntaba Martín a una pizarra, escribiendo las palabras en el cuarto día de clases de argentinismo, con su único alumno en la habitación, Carlitos—. Nada de "tú", es "vos".
—Pero es tú.
—"Vos" —repetía de nuevo. El niño no daba su brazo a torcer en hacerle caso; cada día era peor—. "Vos decís." Dale, decílo.
—... —se rehusaba a hacerlo, pero si no lo decía, pasaría más horas ahí metido y sería eterno, ¡esas clases nunca acabarían!—. Vos decís.
—¡Eso es! —¡Dios le iluminaba el camino hacia su hijo!—. Ahora, decí, "vos tenés".
—"Vos tenés" —y repetía desde su silla frente a Argentina, deseando salir de ahí y descansar.
—"Vos caminás."
—"Vos caminás."
—"Sos."
—"Sos."
Martín se detenía un momento, tocándose la barbilla. Manuel le había advertido no enseñarle malas palabras, pero ¿qué sabría él? Podía pedirle al niño que esas nuevas palabras fueran un secreto entre los dos, si es que las aceptaba.
—Carlitos, te voy a enseñar palabras nuevas, pero me tenés que prometer que no se lo dirás a Manuel, ¿bien? —la joven isla asintió, prometiendo, no por Martín, sino más bien para saber qué clase de palabras le enseñaría—. "Sos un papafrita."
—"Sos un papafrita." —no le veía mucha coherencia.
—"Sos un salame."
—"Sos un salame" —pestañeaba sin entender nada de lo que decía, ¿significaban algo?—. ¿Qué son esas palabras, señor Argentina?
—Cuando seas más grande lo sabrás, y quizás las uses para una ocasión especial —y lo haría sentir orgulloso. Sonrió—. Y dejá de llamarme señor Argentina, decime papá.
