Capítulo 7: Feliz navidad, pequitas.

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Después de bailar "Can't Help Falling in Love", Checo y Max se mantuvieron cerca, dejando que la música siguiera envolviéndolos. Era como si el tiempo se hubiera detenido en ese pequeño rincón del mundo, donde solo existían ellos dos. Bailaron algunas canciones más, con ritmos suaves y románticos que parecían reflejar lo que sentían. Riendo en susurros, se movieron al compás de cada melodía, sin importar que el reloj marcara la medianoche.

Cuando finalmente la última canción terminó, y el silencio regresó a la habitación, ambos se quedaron abrazados, disfrutando de la calma. Checo se apartó suavemente y miró a Max con una sonrisa de satisfacción, pero también de cansancio.

Creo que ya debería irme —dijo Checo, rompiendo el momento con una pequeña risa nerviosa—. Es tarde y no encontraré un lugar para quedarme y mañana... bueno, mañana tengo que ver a mi familia. Ya sabes cómo es.

Max, que hasta ese momento había mantenido una expresión relajada, frunció el ceño ligeramente. Se mordió el labio inferior, mostrando una mezcla de frustración y determinación.

No —dijo Max de repente, tomando a Checo por los hombros antes de que pudiera apartarse—. Quédate. No quiero que te vayas.

Checo lo miró, sorprendido por la firmeza en su tono. No esperaba que Max reaccionara de esa manera, y aunque una parte de él quería quedarse, sabía que debía marcharse.

Max, no puedo... —comenzó a decir, pero Max lo interrumpió.

Claro que puedes. No tienes que volver esta noche, Checo. —Max lo miró directamente a los ojos, su expresión intensamente seria—. No quiero que vuelvas a una casa donde te hacen sentir menos, donde estás rodeado de personas que no te valoran. Aquí, conmigo, es diferente.

El corazón de Checo latía con fuerza mientras intentaba procesar lo que Max le decía. Sabía que Max tenía razón. No quería regresar a su casa esa noche. Sin embargo, una parte de él todavía se aferraba a la idea de que debía mantener las apariencias frente a su familia.

Max, no puedo solo... desaparecer así. —Checo trató de argumentar, pero su voz sonaba menos convencida.

Max, con un brillo de obstinación en sus ojos, lo tomó de la mano y lo llevó hacia su habitación.

Vamos, te prestaré algo para dormir. No te vas a ir esta noche. —No era una sugerencia; era una declaración.

Checo no supo cómo reaccionar. La determinación de Max era sorprendente, pero en el fondo, se sentía aliviado de no tener que volver a su casa esa noche. Pero alguien lo interrumpió de sus pensamientos, Max lo cargo.

Max, bájame!— Checo grito asustado. Pero no obtuvo respuesta de Max. El cual lo llevó a su habitación.

—Toma, ponte esto —dijo Max, entregándole la ropa con una sonrisa—. Te van a quedar grandes, pero mejor eso que nada, ¿no?

Checo sonrió y tomó la ropa, sintiendo una oleada de calidez por el gesto de Max.

Gracias —dijo, y se dirigió al baño para cambiarse.

Cuando Checo regresó, vistiendo la pijama de Max, se sintió un poco extraño. La camiseta le quedaba algo holgada, pero de alguna manera eso le resultaba reconfortante. Max estaba sentado en la cama, ya cambiándose también, cuando lo vio entrar y sonrió.

Te ves bien —comentó Max, riendo suavemente.

Checo se dejó caer en la cama junto a Max, soltando una pequeña risa.

Me veo como un niño usando la ropa de su hermano mayor —respondió, estirando las mangas largas de la camiseta.

Max se echó a reír.

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